Opinion

Sin ninguna confianza

Las encuestas y el poder, esas son las razones de ser de un Gobierno en el Limbo

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En La Moncloa está instalada la idea de que aquel que manifiesta sus dudas sobre lo que hace (?) el Gobierno es un enemigo. Solo desde la mediocridad y la falta de criterio se puede pensar así. Así es como Hugo Chávez termina sus peroratas, culpando al yanqui y a los Estados Unidos, así vemos cómo hay ministros que no se recatan a la hora de tapar sus contradicciones en una orquestada campaña antigubernamental. No sacan el muestrario de lo judeomasónico porque aún queda algo de vergüenza torera.

El síndrome de La Moncloa es sólo una explicación torticera para no decir la verdad: que faltan ideas, coherencia y respuestas. Dudo de que tengan las preguntas. En vez de interrogarse por las razones por las que están enfrente los que estuvieron cerca de ellos, los denigran a base de calificativos inaceptables. El que se ha movido es el Gobierno; sucede que es Zapatero el que ha inventado un nuevo PSOE; pasa que hay un partido irreconocible incluso para los que llevan décadas en él. Si importa la ideología, no se nota. El talante es ya un misterio. Las encuestas y el poder, ésas son las razones de ser de un Gobierno en el Limbo a la espera de que pasen los días.

El problema es la confianza, que se ha perdido. La clave es la credibilidad, que no existe. Hace un año el ministro de Trabajo dijo que bajo ningún concepto llegaríamos a los cuatro millones de desempleados, pero hoy hay 4.598.958. ¿He de fiarme de Corbacho? No. Pero ahí está, viendo pasar el tiempo, como la puerta de Alcalá.

En diciembre Zapatero aseguró que él podía llegar a un gran pacto con el PP en todo menos en lo económico, porque ahí la ideología lo hace imposible. Ahora resulta que sí, que también se puede pactar en ese terreno. E incluso resucitar la banca pública y el ladrillo.

Esta semana un juez de la Audiencia Nacional ve indicios de que Venezuela ha colaborado con los terroristas de ETA y las FARC. Chávez se mofa del juez Velasco y de la vieja dama colonial que dice es España. Pero Moratinos lo fía todo a que ya llegará una explicación de Caracas.

Pasan los días, dicen que las vicepresidentas se comunican a gritos a cuenta del salario de los funcionarios; hay ministerios paralizados, ministras y ministros que no ven a Zapatero más allá del pincho de tortilla de los viernes tras el Consejo de Ministros. Saben que hay que tomar decisiones dolorosas, pero no se atreven. Las encuestas y el poder por el poder como única filosofía. Y luego viene Bono y lo termina de arreglar. Empeñado en demostrar que sus parlamentarios trabajan dice que los diputados son el colectivo que más se parece a la media de los españoles. ¿En vacaciones, en pensiones, en dietas, en nómina? Eche cuentas, amigo lector, y sea piadoso consigo mismo cuando se pregunte aquí y ahora: ¿y yo, de quién me puedo fiar?