La candidata del Pueblo de la Libertad (PDL) a las regionales del Lazio, Renata Polverini. :: EFE
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El partido de Berlusconi queda fuera de las urnas de Roma y Milán

El rechazo a los recursos de los candidatos regionales del PDL para subsanar la chapuza de las listas electorales crea una situación disparatada

ROMA. Actualizado: Guardar
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El segundo acto de la prometedora tragicomedia sobre la chapuza de las listas electorales italianas se ha consumado y la cosa se pone seria. Tras el rechazo ayer de los recursos por parte de los tribunales se confirma que el PDL, partido del primer ministro, Silvio Berlusconi, ha sido presa de su propia incompetencia y no presenta, de momento, ningún candidato a las elecciones regionales del próximo 28 de marzo en Roma ni en Lombardía, cuya capital es Milán. Es decir, las dos principales plazas en juego.

El despropósito no tiene fácil solución, y ahora se espera el resultado de otro recurso a los tribunales administrativos regionales, pero plantea tal absurdo democrático que no se sabe cómo actuar.

Por otro lado, está produciendo un histerismo colectivo en la derecha que va a disparar la tensión política a los habituales niveles estratosféricos. No se sabe qué puede pasar cuando se le hinchan las narices a Berlusconi y, por supuesto, ya se empieza a hablar de conspiraciones. Aunque en realidad de puertas afuera el cachondeo es general, entre la irritación de las personas serias, del presidente de la República para abajo.

En Lombardía se han demostrado irregulares 514 firmas de la lista del actual gobernador, Roberto Formigoni, que lleva quince años al frente de uno de los feudos del PDL y que, de este modo, puede quedarse en la calle. Pero en Roma, donde la ex sindicalista Renata Polverini aspiraba a arrebatar el Lazio al centroizquierda tras el escándalo sexual de su gobernador, Piero Marrazzo, es mucho peor: el delegado del PDL llegó tarde a entregar la documentación.

Alegó que había salido a comer un bocadillo, pero no se lo cree nadie. Se teme, más bien, que quiso cambiar a última hora algún nombre de las listas -estos pasteleos a traición vienen a ser normales en Italia- y tuvo que alejarse para que no le viera su compañero de partido, y ése es el problema de fondo, el otro asunto de debate: la fractura en el PDL.

El PDL es fruto de una fusión vista sin muchas emociones mutuas entre Forza Italia de Berlusconi y la postfascista Alianza Nacional de Gianfranco Fini. El desastre de estos días ha puesto en evidencia que los dos entes siguen subsistiendo bajo la superficie con desconfianza recíproca. El tipo que salió a comer el bocadillo era de Berlusconi. El otro, de Fini. Así están las cosas. Fini, que se distancia de 'Il Cavaliere' cada día, dijo anteayer que el PDL, tal como es, no le gusta nada.

Cierre de filas

De momento el partido cierra filas para salvar los muebles y pospone la obligada reflexión interna. Lo flagrante en este momento es que si esto sigue así los votantes del PDL, el primer partido italiano, el que está en el poder, no encontrarán sus papeletas el día de las elecciones.

En un primer momento se pensó en la clásica ley que se saca Berlusconi de la manga para arreglar sus asuntos. A nadie le habría extrañado, pero no hay tiempo y se prefirió confiar en el recurso administrativo. Suponía que el tribunal hiciera piruetas y mirara para otro lado, pero se contaba con que se hiciera cargo de la situación.

Los llamamientos han sido muy graciosos, como el del presidente del Senado, Renato Schifani, con una frase deliciosamente italiana: «Espero que, siempre en el respeto de las reglas, prevalga la sustancia sobre la forma, cuando la forma no es esencial». Por el momento el vodevil sigue, aunque lo normal es que se las ingenien para arreglar el desmadre de una forma original.