Opinion

Congreso virtual

La Lengua española vive hoy una fase expansiva que se debe cuidar y potenciar

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Ayer debió haber comenzado en Valparaíso el V Congreso de la Lengua, pero el terrible terremoto que ha asolado Chile ha impedido lógicamente su celebración. Sin embargo, con buen sentido, las Academias, de acuerdo con el Gobierno chileno y con el Instituto Cervantes, han optado por no aplazar ni trasladar el congreso sino por celebrarlo en la Red en formato virtual. El evento frustrado pretendía rendir homenaje por primera vez a la poesía y a los chilenos premiados con el Nobel, Pablo Neruda y Gabriela Mistral, así como al lingüista Andrés Bello. Asimismo, la RAE tenía proyectado presentar su 'Nueva Gramática' y dar cuenta de los avances de otras obras filológicas en marcha, la nueva 'Ortografía' entre ellas. El cuidado explícito de la lengua española en sus vertientes académica y política (sin olvidar su valor económico) es un designio certero porque consolida la gran herramienta de comunicación y de cultura utilizada por cerca de 500 millones de personas como primera o segunda lengua, lo que hace de ella la tercera del mundo y también la tercera más usada en Internet. El español, como dice en estas páginas el director de la Real Academia, Víctor García de la Concha, está hoy en una fase expansiva que se debe cuidar y potenciar. Mantener vivo este patrimonio, trabajar incansablemente para no perder la unidad del idioma, velar por la existencia de normas que faciliten su estabilidad, limpiarlo de corrupciones innecesarias, etc. son los objetivos de las academias. No deja de ser paradójico que esta riqueza cultural, que respalda un acervo literario e intelectual incomparable y que es argamasa de una vasta comunidad de países y personas, sea aquí, en el país que la alumbró, objeto todavía de algunas peregrinas controversias. Cuando defender y potenciar el español, a la vez que todas las demás lenguas de cultura propias y ajenas, no es agresión alguna contra nadie sino simple puesta en valor inteligente de un legado que, con independencia de las vicisitudes históricas, hoy ya no tiene recámara ni, por supuesto, respalda dominación alguna de unas culturas sobre otras.