Editorial

Acoso a ETA

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La captura del presunto número uno de ETA junto a otros dos terroristas en el noroeste de Francia evidencia la determinación policial de llevar el acoso de la banda hasta las últimas consecuencias. Pero también la obstinación de los violentos en mantener su desafío armado a la sociedad y la democracia persiguiendo encubrir con la fuerza de las pistolas el inexorable camino de su fracaso. Los datos son elocuentes. En el curso de los dos últimos meses el conjunto de las Fuerzas de Seguridad del Estado ha capturado a 60 activistas, se ha incautado de armas y de cerca de 2.000 kilogramos de explosivo; y se han desactivado su base logística de Portugal y la proyectada en Cataluña. La llamada izquierda 'abertzale', en paralelo, pretende persuadir a la sociedad de su sincero compromiso con las vías democráticas sin distanciarse de quienes concentran sus energías en provocar el máximo daño posible. La determinación del Gobierno y el conjunto de las fuerzas políticas ha reafirmado ante los ojos de ETA y su mundo que ya no hay vuelta atrás y que el final sólo admite una fórmula: derrota o desistimiento.