Sociedad

¿Qué enseñan los modistos?

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Vayamos por partes; incluidas las pudendas. Es evidente que la moda es una gran industria que vive del atrevimiento y el descaro (y el talento, que tantas veces se da por entendido, aunque en ocasiones sea tan difícil apreciarlo) para enganchar a los clientes con nuevas propuestas que les hagan olvidar su fondo de armario y animarles al consumo. Hay quienes lo consiguen con creaciones tan provocadoras como ingeniosas -la próxima colección veraniega del difunto McQueen amenaza con agotar las existencias en un pispás por aquello de poder gritar 'yo llevé el último McQueen'-. Lo logró incluso cuando fingió mantener vivas a las maniquíes cuyos vestidos atravesó con lanzas. Brutal.

Otros modistos, como el malagueño David Delfín, han utilizado todo tipo de polémicas políticas -presentando a las modelos con la cara tapada con capuchas a modo de burkas y sogas de horca al cuello- para vender su ropa más formal y hacerse un nombre internacional en las pasarelas de Nueva York.

En este juego tan irónico como circense, en el que tantas veces se traspasa la delgada línea que separa el glamour de la chabacanería, merece especial atención Isabel Mastache. En el certamen El Ego, de Pasarela Cibeles, reservado para diseñadores emergentes, la joven sorprendió a la concurrencia con un traje de hombre de color verde hospital que llevaba cosido a la bragueta un pene y testículos. Si lo que pretendía era marcar, lo consiguió, aunque, parafraseando al ex presidente del Congreso Federico Trillo, 'manda huevos' a ver quién es el guapo que se atreve a salir por la calle con los atributos al aire, por muy de diseño que vayan. Mastache debería explicarnos si a la hora de tomar medidas se limitará a los bajos y la cintura o tendrá en cuenta las tallas de otras partes, aunque muchos se pregunten si son maneras de levantar el ánimo y el nivel del diseño español en tiempos de crisis.