Se busca Gobierno
En este cuarto de hora tal vez nos estemos jugando el futuro de la próxima generación
Actualizado: GuardarWalter Lippman, el gran publicista americano, dejó escrito, nada menos que en 1921, que «toda sociedad tiene la necesidad de ser gobernada; si es posible, bien gobernada; si tiene esa suerte, democráticamente gobernada; pero, en todo caso, gobernada». Noventa años más tarde, los españoles nos encontramos con una paradoja. Ciertamente, tenemos un gobierno democrático, pero resulta más cuestionable que estemos bien gobernados, y muchos dirían hasta que estemos gobernados.
A lo largo de las últimas semanas han menudeado espectáculos que serían cómicos de no tener trágicas consecuencias de esa falta de gobierno. Ha pasado con el aumento de la edad de jubilación, con la ampliación del número de años para el cómputo de la pensión y con la congelación del sueldo de los funcionarios. El coste de estas (in)decisiones con freno y marcha atrás no es sólo material. Es, sobre todo, intangible: con semejante modo de actuar no es posible generar confianza. Pero, por encima de la acumulación de anécdotas, hay que atender a lo que está debajo. No es sólo -aunque también- un problema de falta de ideas. Lo que falta es el coraje para proponer a la sociedad cualquier medida antipática y, cuando se da el paso, la determinación para mantenerla.
El ejemplo de la Comisión para el Diálogo Político pone al descubierto esta situación. La metodología -por llamarla de alguna manera- seguida es una genuina prueba de confesión. Primero se envía a toda prisa en la víspera de la reunión un mero índice temático de las cuestiones a abordar en el que faltan algunas de las más importantes, como la reforma laboral. A continuación se explica que el motivo de tan escueta documentación es que se desea escuchar primero las propuestas de los grupos de la oposición.
¿Los pájaros apuntando a las escopetas? No. Algo más sutil y tramposo. Si ustedes me aceptan el índice, estamos dos meses discutiendo naderías y luego, si no hay acuerdo, la culpa es de ustedes y, si lo hay, se corresponsabilizan de la insignificancia de los resultados. Ahora bien, si ustedes quieren que se traten los temas duros, los que implican sacrificios, renuncias y esfuerzos, les toca a ustedes proponerlos. Ya veré yo si me arriesgo a compartir con ustedes el coste o si se lo endoso entero al rechazarlo y les cuelgo el sambenito antisocial.
Y en esas estamos, jugando con fuego. James Freeman Clarke acuñó en el siglo XIX el 'dictum' de que el político piensa en la próxima elección, mientras que el estadista lo hace en la próxima generación. A la vista de lo que estamos contemplando ¿no habría que crear una tercera categoría para el que piensa sólo en el próximo cuarto de hora? ¿Quizá la de malabarista? Lo malo del malabarismo, aquí y ahora, es que justamente en este cuarto de hora tal vez nos estemos jugando el futuro de la próxima generación.