Tsunami en la isla Robinson Crusoe
SANTIAGO. Actualizado: GuardarLas inquietantes réplicas que se sintieron en Chile tras el potente terremoto de ayer no fueron la única consecuencia del seísmo que mantuvo en vilo a las autoridades. Nada más producirse el movimiento telúrico, los países de un lado y otro del Pacífico lanzaron alertas por posibles tsunamis que amenazaban con llegar incluso hasta Japón.
Horas después, sin embargo, se conoció que algunas olas gigantes ya habían impactado en islas cercanas al epicentro del terremoto. La más afectada fue la de Robinson Crusoe, una de las tres que forman el archipiélago chileno Juan Fernández, ubicado a unos 670 kilómetros de la costa de Valparaíso. Según informaciones preliminares, tres personas estarían desaparecidas después de que una ola de quince metros golpeara un pequeño pueblo pesquero.
«No fue un tsunami, pero sí una ola de gran proporción que habría avanzado hasta la mitad del poblado», explicó la presidenta, Michelle Bachelet, desde la Oficina Nacional de Emergencia, desde donde lideró el acopio de informaciones sobre el estado del país y las primeras medidas de ayuda a las víctimas. El intendente de la región de Valparaíso agregó que el pueblo afectado era Juan Bautista y que una avión militar sobrevolaba la zona para evaluar los daños.
La isla Robinson Crusoe lleva su nombre por el personaje creado por Daniel Defoe, a partir de los relatos del marinero escocés Alexander Selkirk, quien fue abandonado en el lugar por petición propia durante cuatro años y medio, hasta 1709. Durante su vida de ermitaño, Selkirk vivió en cuevas y se alimentó de cabras y pescado. La isla con los años fue refugio de piratas y durante la guerra de independencia de Chile fue usada como cárcel.
Las grandes olas también afectaron a otras localidades costeras de Chile, como Iloca, Chanco y Cauquenes, entre otras localidades del sur. La marejada llegó hasta la Isla de Pascua, denominada Rapa Nui por la población nativa que suma unas 4.000 personas y que está ubicada a 3.500 kilómetros de las costas chilenas en el Pacífico sur. Allí, la población fue alertada de la posibilidad de la llegada de la gran ola, por lo que tuvo tiempo de buscar refugio en las zonas altas de la isla.