Las cebras de Tijuana
Actualizado: GuardarTemí, durante años, que la carretera de Ensenada a Tijuana, se hundiera al pasar sobre la ostensible falla de San Andrés. Que un terremoto magnífico la hundiera en el Pacífico tragándosela como la ballena de Jonás. La predicción de tal seísmo antropófago late constante en el espíritu de todos los que la usan a diario. Las de aquellos que viajan al otro lado para ganarse el pan, con ley o sin ella, y de los que vienen hasta México en busca de pasiones y aventuras, no todas inocentes ni arriesgadas. Entre fobias y filias, cautelas y entregas, entremezcladas, discurre la vida de la frontera, ese hormiguero. Los que la transitan con desahogo económico, buscan en San Diego los alicientes propios de la bonanza económica ostentosa, o en Baja California los que la utilizan hacia el sur, la magia de los parajes insólitos del desierto del Vizcaíno, los paritorios de ballenas de Ojo de Liebre o el hechizo de Bahía de los Ángeles, en el Mar de Cortés. O bien hincarse un tequilazo en la cantina Hussons, visitar el exótico Jai Alai vasco o hacerse una foto junto a una cebra de Tijuana. En suma, transitar por los antagonismos.
La inocencia y el desconocimiento de zoología de muchos estadounidenses convierte en buen negocio el pintar a un pollino con rayas de cebra, lo que estos sabios cuadrúpedos soportan con rumiante estoicismo, sabiendo que esa triquiñuela les merca el afrecho sin gran esfuerzo. Para hacerse la foto, es preceptivo tocarse con un sombrerazo de guardarropía y cruzarse el pecho con dos cananas a lo Pancho Villa, con la estulticia pespunteada sobre una gran sonrisa de cretino transeúnte. Así, mientras unos se juegan la vida con los cambalaches ilegales, otros se realizan comprando en los grandes malls de San Diego y, los más, buscando asalariarse en dólares, un tropel de burros disfrazados de cebra convierten Tijuana en el Serengueti. En estos momentos de turbación teórica, nadie sabe si es cebra o borrico. Si lo que produce es útil para alguien. Si debe involucrarse en el drama horroroso de Haití, o, sencillamente, auxiliar al vecino sin afiliarse a una ONG. Si debe contribuir a la Hacienda común o sumergirse. Si alumbrar a un hijo y ofrendarlo a la Sociedad, con un gesto profundo de filantropía, o cercenarle la vida a un imprescindible filósofo potencial. La pintura negra y la plantilla para simular con cierta verosimilitud las rayas de una cebra, son baratos. Camuflarse de animal dislocado, funciona. Lo caro es tener voz y ejercer el voto con enjundia.