Opinion

La estrategia adecuada

Los últimos golpes a ETA confirman la eficacia de la política de firmeza

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El goteo de detenciones de etarras de los últimos meses ponen de relieve el cambio sustancial de la política antiterrorista impuesto por Alfredo Pérez Rubalcaba desde el Ministerio del Interior a raíz del fin de la tregua. Tildado en su día de «blando» y calificado su nombramiento de «buena noticia» por los medios 'abertzales', como recogieron las escuchas del 'caso Faisán' que publicamos en estas páginas, el responsable de las fuerzas de seguridad del Estado ha impulsado un hostigamiento sin cuartel. Los buenos resultados confirman lo acertado del cambio. Sólo en el tiempo transcurrido de este 2010, se ha abortado el intento etarra de crear una base en Portugal y otra en Cataluña, se han desarticulado varios comandos y se ha auspiciado la participación políticamente significativa de la Ertzaintza y de los Mossos d'Esquadra en la detención de terroristas. Tras pilotar el fallido 'proceso de paz', Rubalcaba emplazó con inflexible dureza al mundo radical ante el dilema que deriva de la Ley de Partidos que a su vez descansa en un recuperado Pacto Antiterrorista: o pistolas o urnas. Y así, alejada cualquier posibilidad remota de negociación, toda la fuerza del Estado ha actuado en la misma dirección: aplicación estricta de la legalidad, que margina irremisiblemente a la izquierda 'abertzale' de las instituciones, y presión policial contra los violentos, hasta conseguir situar bajo mínimos a la organización terrorista, lo que no significa, lamentablemente, que no disponga todavía de cierta capacidad de atentar. Con la marrullería habitual, la izquierda 'abertzale' sigue haciendo equilibrios semánticos para intentar burlar el dilema de Rubalcaba, que en Euskadi se ha hecho muy explícito desde que Patxi López encabeza el Gobierno autónomo gracias al pacto de Estado PP-PSOE. Los antiguos 'batasunos', conscientes de que su ausencia en las municipales los confinará definitivamente en un rincón de la historia, siguen forcejeando con declaraciones ambiguas, sin ver que no tendrán la menor oportunidad de ser readmitidos a la ceremonia democrática si no rechazan previamente la violencia de ETA o no auspician y logran la entrega definitiva de las armas de los terroristas. Aunque es imposible saber cuándo se llegará al fin de la violencia, sólo cabe persistir en el camino marcado de la firmeza.