tribuna

Ni 'Blanco' ni negro, cuatro sabios grises

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Ante la adversidad las exigencias en las condiciones de liderazgo se acrecientan y sobre todas ellas sobresalen las que se circunscriben a la doble condición de integridad y honestidad personal e intelectual. Pues bien, ni de la una ni de la otra es acreedor el presidente del Gobierno. Quizás, porque ni cree en sí mismo, es por lo que ha decidido crear una comisión de salvadores de la patria y de la economía. Pero, no creo que ésta abandone intereses partidistas e ideológicos, anteponiendo a ellos la realidad y reconsiderar la situación sobre la única base y exigencia de los hechos económicos que definen la situación económica.

La prevalencia del dogma ideológico del que se jacta ZP y sobre el que ha venido fundamentando la imposibilidad de acordar nada con la auténtica oposición política, capaz de ser alternativa de Gobierno, hace presagiar imposibilidad de acuerdo. Subyace en todo ello una particular forma de razonar del Sr. Rodríguez Zapatero que se fundamenta en ideas preconcebidas, aderezado siempre con una buena dosis de ese concepto ideologizado por la izquierda desde la dictadura del proletariado llamado ‘social’. Es el eterno dilema entre lo ‘social’ y lo ‘económico’. Es esa falta de realismo, cegada por la una falsa visión ‘social’ de la realidad, la que predetermina de forma inadecuada y a los hechos me remito, el enfoque dado hasta la fecha sobre el dramático problema que supone una cuantía cercana ya a los cinco millones de desempleados. Esa cifra es la expresión empírica de la auténtica crisis social, la que parece aún no ser suficiente para tomar con prontitud soluciones que aborden la situación de insostenibilidad social que se cierne sobre España. Porque cualquier acuerdo que se pretenda adoptar va a chocar con los prejuicios ideológicos de nuestro ideologizado y nada pragmático presidente. Sólo por esto, el pacto, es imposible, ‘Blanco’ incluido, incluso el negro de Obama. La ortodoxia económica exige que lo ‘económico’ supedite todo lo demás. Sólo las recetas liberales, aquellas que son posibles en un contexto en el que nos movemos como país, son posibles. Estamos inmersos en una economía global, además de ser miembro de la UE, creada sobre la base de un Mercado Común. Comprendo que a nuestro ultra izquierdista presidente le rechinen las entrañas cuando se despierte cada día y observa que vive y para desgracia de muchos gobierna un Estado occidental, cuyas economías funcionan en régimen de mercado. Él, lleva dos años dedicado a ejercer de hermanita de la caridad, repartiendo el dinero que no existe y aunque le suene a música celestial, son los mercados financieros, esos que tanto le fastia, los que hacen posible su actitud dadivosa. Repartiendo dinero a los ayuntamientos para quitar y poner aceras. Endeudando al Estado para que las autonomías terminen de acabar con su propio benefactor. Haciendo insostenible la deuda del Servicio Público de Empleo Estatal que debiera nutrirse de las cuotas de los sujetos obligados a la cotización. Tan es así, que las cantidades presupuestadas por éste como gasto, que no como ingreso, se acerca casi a la mitad de lo presupuestado por el propio sistema de pensiones. Ha optado por repartir lo que no tenemos, en lugar de pensar cómo generar riqueza en el futuro más inmediato y a medio y largo plazo para sostener el Estado del Bienestar.

Racionalidad en las soluciones económicas, es el único y posible punto de partida para encauzar el problema. Cuatro son las materias sobre las que habría que legislar con suma urgencia.

Primero: Reducción del déficit. Y consiguiente normalización del endeudamiento, en los términos contemplados en el Pacto de Estabilidad y Crecimiento y así ser solidarios con Europa para facilitar y mantener la unión económica y monetaria, en los términos contemplados en los artículos 99 y 104 del Tratado de la UE. Ello exigiría reducir en los próximos tres años 100.000 millones €. El Gobierno ha propuesto reducir el gasto en 50.000 millones y he de suponer que los otros 50.000 millones serán debidos a un incremento de la recaudación. Eso no se lo cree ZP ni ante un acto de constricción en compañía de Obama el día del Desayuno Nacional de la Oración en Washington. Por lo tanto, esto condiciona en el fondo todo lo demás, ya que altos niveles de deuda pueden llevarnos a menores tasas de crecimiento del PIB en el medio y largo plazo, amén de suponer también la causa de una más lenta recuperación, cuando no la causa última de una nueva recesión económica.

Segundo: Productividad y competitividad. Los índices españoles de productividad del factor trabajo son bajos, en comparación con la de países de nuestro entorno. Ello supedita en cuanto que se interrelaciona, con le reducción del índice de competitividad de las empresas españolas. Teniendo en cuenta que sólo podemos incidir en reformas que afectan a la economía real, en el corto plazo la economía española sólo puede optar por caídas salariales. Eso es lo que transmite el premio Nobel de economía Krugman, cuando alude que la recuperación de la competitividad española «sólo vendrá a través de un lento y demoledor proceso de deflación». Cuanto antes se haga ese ajuste, alejaremos ese oscuro escenario . Por lo tanto, siendo la gravedad de la situación de tal envergadura, ello habrá de hacerse con o sin el concurso de los llamados interlocutores sociales.

Tercero: Sistema financiero. El problema que subyace no sólo es de liquidez, sino también de solvencia. El ajuste contable que habrá que hacer en los balances para que estos presente la imagen fiel, exigirá asumir las pérdidas reales a precio de mercado debidas a la valoración de sus activos inmobiliarios o «sub primes españolas».

Cuarto: Racionalización financiera de las administraciones. Exigirá una importante reforma de las Leyes Generales Presupuestarias y Tributaria. Hay que establecer techos de gastos y límites de endeudamiento a todas las administraciones.

Como quiera que un acuerdo serio, con o sin comisión deviene imposible, propongo el nombramiento por consenso y de forma urgente de cuatro hombres sabios, con mucha materia gris, sentido común y de Estado, honestidad y honorabilidad, para que determinen las reformas necesarias y las Cortes sin más las normativicen.