Castillo ocupó ayer el lateral izquierdo en la primera parte. :: F. J.
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Encharcados y sin sol

Inoportuno tropiezo de un San Fernando que sufre un mal arbitraje y frena ante el Arcos su acecho al liderato

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Agua, mucha agua, tanta como en el diluvio universal. De tal manera se está cebando este año el mal tiempo en la provincia que ya es obligado salir sin que se olvide el chubasquero. Pese a todo, ayer el San Fernando trató de ponerle al mal tiempo buena cara, pero ni por esas se libró del chaparrón (y no del líquido elemento, precisamente). Los azulinos quisieron jugar al fútbol más que su adversario y lo que se encontraron fue un aluvión de cartulinas por parte de un inexperto colegiado que se dejó llevar por el canguelo a una grada llena y exigente, tanto con su equipo como con la actuación de los demás participantes.

Pero a pesar de que la labor del trencilla dejó mucho que desear, tampoco estuvieron finos los isleños en ataque, en parte porque el campo estaba muy pesado y porque no se encontraba entre ellos Puli, en la grada al sufrir entre semana un contratiempo en los entrenamientos.

Tampoco acertó Juan Antonio Sánchez Franzón en su alineación, pues durante la primera parte regaló la banda izquierda al dejar en el banquillo a Sergio Beato y Juanje, dos de sus mejores hombres. Subsanó su fallo el técnico isleño tras el descanso y los azulinos comenzaron a funcionar de otra manera, a ser mucho más incisivos.

Lo que pasa es que pesó mucho lo ocurrido en la primera parte. El Arcos demostró que es muy buen rival y también tuvo sus opciones durante el partido. A la media hora se encontró con un penalti cometido por Cristian Torres sobre el veterano goleador David Salamanca. Muy discutida por la grada fue la decisión de Garrigós Mascarell, pero el caso es que Zúñiga demostró temple ante la presión y puso por delante a los blancos, ayer de morado. El gol cayó como un jarro de agua fría y los isleños ya no dieron pie con bola hasta que se acabaron los primeros 45 minutos.

Entonces Franzón movió ficha y su equipo recuperó el color. Sotelo, sólo contra el mundo en la punta de ataque, remachó a la red un balón que le puso Juanje por la izquierda. Era el empate a uno con el que llegaban también los mejores minutos locales. Las sensaciones eran de que iba a llegar el segundo, pero el colegiado quiso ser protagonista y se encargó de parar el juego cuando, tanto uno como otro equipo, trataban de buscar el triunfo dadas sus necesidades en la tabla. Una tarjeta detrás de otra por acciones absurdas, imposibilitó que hubiera fluidez y se cargó el espectáculo.