Las pifias de los primeros años
Actualizado: GuardarLas pifias de los últimos comandos tienen difícil parangón en la historia de la organización terrorista. Quizá sólo sean comparables a las de los primeros años, los de aquella ETA cuyos militantes debían encajar balas de distintos calibres a martillazos y con la lima. O aquel comando que en 1967 atracó al cobrador de un banco pero confundió la bolsa, cogió la de los papeles y se dejó la del dinero. En la huida se metieron en un socavón y el coche se estrelló y terminaron siendo capturados También se recuerda al comando que iba a secuestrar a una persona en Pamplona y en el camino los terroristas se percataron que habían olvidado las matrículas falsas y tuvieron que abortar la operación. Volvieron a intentarlo 24 horas después, y esta vez se dejaron en casa la única pistola del grupo. Pero siguieron adelante y encañonaron a su víctima con los dedos. El objetivo se percató de la situación y empezó a dar gritos que obligaron a poner pies en polvorosa a los frustrados secuestradores. En 1976, una calculada fuga de la cárcel de Segovia se fue al garete porque el encargado de avisar al grupo que debía ayudar a pasar la frontera se quedó dormido y los fugados terminaron perdidos en el Pirineo hasta que fueron capturados. El difunto Mario Onaindia recordaba que, tras reventar la cerradura de un coche, él y sus compañeros se percataron de que ninguno sabía conducir.