Zapatero ofrece ahora un pacto a Rajoy
El líder del PP replica que no será copartícipe de los errores del Gobierno y pide al PSOE que releve a su líder
Actualizado: GuardarDos meses para llegar a un acuerdo global contra la crisis. José Luis Rodríguez Zapatero aparcó ayer las reticencias tácticas que hasta la fecha le habían impedido intentar un pacto de gran calado con el PP y se presentó en el Congreso con una oferta de negociación que, ahora, es urgente. «Las reformas -concluyó ante el hemiciclo- no se pueden demorar, no podemos abrir indefinidamente este proceso de diálogo».
El llamamiento a la unidad fue el golpe de efecto del presidente del Gobierno en un pleno que había levantado una enorme expectación no porque fuera convocado, precisamente, a su mayor gloria o porque se esperara un anuncio relevante, sino porque Zapatero acudió casi a rastras apenas diez días después de haber vivido la semana más negra desde que llegó a La Moncloa, y forzado por el PP, CiU y PNV. Y sobre todo, porque el primer partido de la oposición aspiraba a firmar en él un certificado de defunción política del líder socialista.
No fue así. Si los ánimos estaban bajos en las filas del PSOE con el arranque de este nuevo curso, con este debate mejoraron. Y, lo más importante, si la 'geometría variable' a la que se ha entregado el Gobierno en esta legislatura parecía ahora algo incierta, el debate dejó claro que el entendimiento con CiU -ansiado por un importante sector del PSOE tanto por su importancia numérica como simbólica- ha dejado de ser un imposible.
Era el as que Zapatero se guardaba en la manga. Después de haber desdeñado en público hace una semana la invitación al pacto de Estado lanzada por el portavoz nacionalista Josep Antoni Duran i Lleida con el argumento de que «la economía no está hoy peor que hace seis meses», el presidente del Gobierno tiró de teléfono este fin de semana, llamó al dirigente demócratacristiano y allanó el camino a su intervención de hoy. Todo medido.
Caballo de Troya
Su discurso inicial fue muy técnico, menos sazonado de optimismo económico de lo que suele ser habitual en él. Al desgranar una a una las medidas que el Gobierno ha puesto en marcha desde que arrancó la crisis, sin embargo, Zapatero construyó un 'Caballo de Troya' del que salió su principal arma. En realidad, una rectificación. «Hasta ahora, el Gobierno ha ido buscando el mayor respaldo posible a cada una de las principales medidas contra la crisis remitidas a este Parlamento, y el apoyo ha sido siempre suficiente, incluso bastante más que suficiente -dijo-. Pero no basta».
Zapatero había defendido hasta ahora que nada justificaba recurrir a una medida tan excepcional como un acuerdo de todos los grupos políticos como se hizo, por ejemplo, a finales de los 70 con los Pactos de La Moncloa. Pero ayer viró el argumento y en su apelación al consenso definió el momento actual como «una situación complicada y decisiva para el futuro de nuestro país» en la que los acuerdos aislados son insuficientes. «Queremos más, la sociedad quiere más», llegó a decir.
La oferta se articula en una mesa de diálogo de la que formarán parte, en nombre del Gobierno, la vicepresidenta económica, Elena Salgado; el ministro de Fomento, José Blanco, y el de Industria Miguel Sebastián. Reforma laboral y reforma de pensiones al margen. Lo que se discutirán son medidas para mejorar la competitividad y fomentar el empleo; la política industrial; el plan de austeridad de la Administración y propuestas relativas al sistema financiero.
No fue entusiasmo lo que expresó Mariano Rajoy ante esta idea. Confiado en que el jefe del Ejecutivo tenía tan poco interés en un acuerdo económico como él mismo, se había preparado para otro debate; uno en el que Zapatero sacaría pecho por sus actuaciones y pintaría perspectivas de color de rosa.
Efectivamente, defendió los pasos dados e insistió en que hay datos que apuntan que la recuperación está a la vuelta de la esquina, aunque haya que esperar a final de año para crear empleo. Pero el líder socialista rehuyó el choque. «Aquí estamos -dijo- para acercar posturas, no para subrayar diferencias».
El líder de la oposición, en cambio, mantuvo su guión y rechazó el pacto. Adujo dos motivos: la falta de credibilidad de la propuesta del presidente del Gobierno -recuerdo que le he ofrecido, y ahí está el Diario de Sesiones, no una vez sino seis, la posibilidad de ponernos de acuerdo para combatir la crisis», dijo-, y también por la diferencia de diagnóstico. «En ningún momento le ha faltado a usted apoyo de una mayoría, ha podido gobernar como ha querido, y es usted, por lo tanto, el único responsable de la actual situación», añadió.
Tiró además de hemeroteca y recordó cómo quedó en nada la única conclusión supuestamente tangible del último encuentro que ambos mantuvieron en el palacio de La Moncloa hace ya año y medio. Zapatero propuso entonces crear una mesa de diálogo para acometer reformas estructurales. Nunca se puso en marcha. Y ahora lo que exige el PP es que el Gobierno se pliegue a sus posiciones. O eso o nada. «Yo no me puedo hacer corresponsable -alegó el presidente del PP-. Rectifique y si rectifica ocurrirá lo mismo que pasó con la política antiterrorista, que este grupo estará con usted».
Falta de valentía
Espoleado por el ala más dura del PP, que le animaba a pedir la dimisión del presidente del Gobierno, Rajoy se enredó al final en un amagar y no dar que Zapatero no dudó en utilizar en su contra. En lugar de ir por la vía directa, el popular planteó un jeroglífico con tres soluciones: la rectificación de sus políticas, el adelanto de elecciones propuesto de una forma enrevesada, pero que arrancó grandes aplausos -«estoy convencido de que usted no va a ejercitar su prerrogativa constitucional de disolver las cámaras aunque aquí hay una alternativa dispuesta a gobernar», dijo-, y, finalmente, una propuesta muy atípica. Rajoy pidió a los socialistas que invistan a otro presidente, que manden a Zapatero a casa.
La sugerencia fue recibida por el jefe del Ejecutivo como una declaración de impotencia. «Hemos descubierto -ironizó- que la principal alternativa es que mis compañeros hagan lo que usted no ha sido capaz de hacer que es ganar las elecciones». No paró ahí.«Si tiene valentía y coraje -retó- presente una moción de censura». El líder de la oposición replicó desarmado: «Si yo tuviera los votos y de mí dependiera, tenga la certeza de que usted no estaría sentado aquí».