:: GRÁFICO EL CORREO
Sociedad

El lama libre

Con la oposición de China a cada paso que da, el Dalai Lama llega a EE UU, el país con más refugiados tibetanos fuera de India y Nepal

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Hijo de campesinos, sanote y con cara de listo. Apuntaba maneras. Era el cuarto de cinco hermanos y sus padres esperaban que tuviera buena mano con la azada. Pero las reencarnaciones son imprevisibles: sin quererlo ni beberlo, a los dos añitos, el pequeño Tenzin Gyatso se convirtió en el XIV Dalai Lama en 1937. Y mientras, sus hermanos mayores se hacían fuertes. Muy fuertes. Tanto que terminaron como hombres de la CIA, responsables de la organización de la guerrilla tibetana contra China. Nada menos. Takster Rimpoche y Gyalo Thontup -así se llamaba la pareja- luchaban contra el progresivo asentamiento de las hordas de Mao Tse-Tung. Ayuda no les faltaba: corrían los años 50, la Guerra de Corea estaba en su apogeo y a EE UU le interesaba concitar apoyos, a diestro y siniestro, para hacer trastabillar al coloso comunista. Difícil tarea. Antes y ahora.

Pues bien, entre unos y otros, siempre se ha paseado tan feliz y campante el Dalai Lama, el mismo que hasta 1974 recibía de la CIA unos 15.000 dólares mensuales, es decir, un porcentaje fijo de los casi dos millones anuales que la agencia norteamericana destinaba al movimiento tibetano en el exilio. Con estos antecedentes, queda claro que mañana, cuando le toque estrechar la mano de Barack Obama en Washington, no lo veremos inmerso en hondas meditaciones. El recogimiento budista desentona delante de las cámaras de la CNN; más aún cuando Ma Zhaoxu, portavoz del Ministerio de Exteriores del dragón asiático, ha exigido de inmediato «la suspensión del encuentro y el reconocimiento de Tíbet como parte de China». Menudo panorama. Más vale poner cara de póquer o sonreír de oreja a oreja; algo que se le da de maravilla al Dalai Lama. Y pese a todo, quienes lo conocen aseguran que es transparente como los lagos sagrados del Himalaya.

«No es un político al uso. Suelta lo que piensa. Si dice que se siente socialdemócrata, no miente», sostiene el tibetólogo catalán Ramón Prats en conversación telefónica desde el Museo Rubin de Arte Tibetano, con sede en Nueva York. En la Gran Manzana, habrá unos 7.000 paisanos del Dalai Lama, «la mayor concentración de exiliados fuera de India y Nepal (donde residen alrededor de 100.000 y 15.000)».

No han parado de emigrar desde 1959, cuando Tenzin Gyatso huyó a la ciudad india de Dharamsala tras unas violentísimas revueltas contra la tiranía china en Lhasa, capital de Tíbet. En la actualidad se calculan cerca de seis millones de tibetanos en China -dentro y fuera de la llamada Región Autónoma de Tíbet (RAT)-, mientras que en el extranjero vivirán aproximadamente 146.000. Ya sea en Suiza, Noruega, Francia, España, Gran Bretaña, EE UU...

No exige la independencia

En medio de ese fuego cruzado, el Dalai Lama se mueve como pez en el agua: se esmera en no escandalizar al Gobierno de Hu Jintao -hace tiempo que no exige la independencia-, pero en cuanto puede coge el primer avión para ofrecer conferencias en cualquier rincón del mundo y, de paso, recaudar dinero para la causa tibetana. Y aun así, Alberto Núñez, profesor de Budismo en la Universidad de Deusto, insiste en hacer hincapié solamente en la vertiente espiritual de Tenzin Gyatso.

«Es que el Partido Comunista de Hu Jintao subraya su faceta política para desprestigiarlo. Lo presentan como un cabecilla secesionista. ¡Lo acusan de ser un 'demonio con piel de oveja'! No reconocen que es una de las personalidades claves de este siglo en la defensa de los Derechos Humanos», advierte el jesuita vasco con amargura. En esa misma línea, visto como paladín de las libertades, le parece sensato que el Ejecutivo en el exilio reclame las fronteras del 'Gran Tíbet' o 'Tíbet cultural'. ¿Qué supone eso? Un reto mayúsculo: no se conforman con pedir más libertad dentro de los límites de la Región Autónoma de Tíbet (RAT), «sino que además aspiren a las fronteras del siglo XVIII», aclara el antropólogo social Joaquín Beltrán, experto en Asia Oriental y docente en la Universidad Autónoma de Barcelona. Y atención: el 'Gran Tíbet' equivale a... unas cinco veces España (2.399.240 kilómetros cuadrados). O sea, un cuarto de China. Y eso, cuando la población tibetana apenas representa el 0,4% del total en el gigante asiático (unos 3 millones dentro de la RAT y otro tanto fuera de su demarcación).

El pulso es desigual a todos los niveles. David contra Goliat y, encima, un David que apunta muy, muy alto. Ahora bien, Tenzin Gyatso hace tiempo que ha tomado distancia y observa el conflicto con la cabeza fría. No le gustan los callejones sin salida. Por eso, más de una vez, ha propuesto otra alternativa: más libertad en la RAT y punto. Así hace gala de un sentido común depurado por 60 años en el poder y 51 en el exilio. «Si no fuera por la presión de algunos sectores de su gabinete, ya habría llegado a un acuerdo con Pekín», aventura Joaquín Beltrán. A su juicio, el Dalai Lama se conformaría de mil amores con un Tíbet algo más autónomo, «sobre todo por lo que respecta a dos cuestiones: control de la avalancha migratoria de los chinos y gestión de los recursos económicos propios».

Aquello no es más que el clamor del pueblo llano. A su compatriotas no les parece de recibo que en Lhasa haya más chinos que tibetanos; tampoco les hace ninguna gracia que la explotación hidráulica -son el suministro de agua dulce de todo el sudeste asiático, China e India- enriquezca a las arcas de Pekín y no a las suyas. En cuanto a lo demás, eso ya responde al apego que tiene la aristocracia al terruño. «Las tierras más allá de las fronteras pertenecían a la nobleza y, claro, muchos de sus descendientes quieren disfrutar de todos esos bienes. ¡Viven en el exilio y sueñan con eso!», exclama Beltrán.

Sea cual sea su motivación, no están dispuestos a ceder. O les conceden esos terrenos o habrá que esperar a la próxima reencarnación del líder del Tíbet, a ver si tiene más suerte y China se pliega a sus deseos. El futuro se augura agitado: Pekín ya ha anunciado que intervendrá en la elección del próximo Dalai Lama... En resumidas cuentas, si los tibetanos eligen otro, habrá un cisma en toda regla. Dos Dalai Lamas. Lo nunca visto. Así las cosas, Tenzin Gyatso jura y perjura que él se hubiera contentado con ser «un humilde monje budista». Y es más: los días que se levanta parlanchín, canta las virtudes de la enseñanza laica y la socialdemocracia. Se le nota de vuelta de todo. Tiene 73 años y muchos piensan que, en la otra vida, decidirá no volver a reencarnarse. ¡Demasiado ajetreo! Quizás haya hecho méritos para ganarse un descanso eterno.