Osel Hita, a los 18 años, cuando todavía vivía en el monasterio tibetano de Sera.
Sociedad

Un budista alternativo

El granadino Osel Hita fue identificado como la reencarnación de un lama a los 14 meses. Ahora sueña con dedicarse al cine

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

El fenómeno de la reencarnación es fundamental en el budismo. ¿Cómo funciona? Igual que una carrera de obstáculos: vamos de etapa en etapa, vida en vida, en un proceso de perfeccionamiento que debe de llevar hasta el 'nirvana', ese estado de paz absoluta que nos libera de todos los miedos y dependencias mundanas. Aquello es la guinda, el 'non plus ultra'. «Quien llega a ese punto no tiene necesidad de regresar a este mundo», explica el antropólogo social Joaquín Beltrán, experto en Asia Oriental y profesor en la Universidad Autónoma de Barcelona. Pero los hay, como siempre, que se complican la vida por amor al prójimo.

Eso último es muy propio del budismo tibetano. De ahí que el Dalai Lama repita hasta la saciedad esos versos del sabio budista Shantideva (687-763 d.C.) que rezan: 'Mientras perdure el espacio y existan los seres vivos, continuaré para disipar la miseria del mundo'. El fin de la sabiduría exige arrimar el hombro y luchar por la armonía universal. Cueste lo que cueste. No importa lo pesada que sea la carga; que se lo digan al joven español Osel Hita, de 25 años, identificado como la reencarnación del lama (maestro) Thubten Yeshe a los 14 meses.

Sus padres habían conocido a ese gurú tibetano en Ibiza y, por lo visto, le cayeron tan bien que Thubten Yeshe tomó buena nota: en el futuro volvería a la vida en el cuerpo de alguno de los hijos de la pareja. Dicho y hecho: Osel apenas había cumplido un año cuando echó mano de unos objetos del finado que le pusieron delante. Aquello resultó determinante; el espíritu del lama latía en su interior. Y, miren por dónde, no podrá quitarse ese sambenito mientras viva, ya puede dedicarse al cine, dar clases de contabilidad o enrolarse en un circo.

El granadino que tantísimo dio que hablar en 1986, cuando el Dalai Lama confirmó su estatus de lama redivivo, no se puede desviar de la senda que ha marcado su destino. De esto, no le cabe la menor duda a Basili Llorca, un ex monje budista y profesor de Filosofía y Meditación que llegó a conocer muy bien al pequeño. Fue el primer marido de la madre del crío y ejerció de tutor del niño durante cinco años: «En aquella época, mediados de los 80, éramos poquísimos los conversos en España; por eso me escogieron. Sin más. Yo estoy seguro de que desconocían mi relación con la familia».

Jimi Hendrix y Michael Moore

El colectivo tibetano, que se movilizó para encumbrar al sucesor de Thubten Yeshe, buscaba lo más eficaz: un chavalín criado en un entorno budista y alguien que pudiera guiarlo en medio de la vorágine. «Viajamos de un lado a otro porque había mucha gente interesada en conocerlo. Hacía de padre y madre, me encargaba de la prensa, televisión, radio... y, bueno, fue bastante estresante». Toda esa turbamulta hizo mella en Osel. Se sabe que, a los ocho años, ya recluido en el monasterio tibetano de Sera, pidió desesperadamente ayuda a los suyos.

Las horas de estudio y los ceremoniales, toda esa pompa y artificio le daban náuseas. Se moría de ganas de enfundarse unos vaqueros y jugar con sus cinco hermanos. Su madre lo sacó de ese mundo conventual durante una temporada, pero Osel estaba marcado. No tardó en volver al redil. La Fundación para la Preservación de la Tradición Mahayana (FPMT), constituida por Thubten Yeshe en 1975, le pagaba los estudios y había que hacer méritos para seguir disfrutando de la pensión. Queda la duda de si todavía le sigue pasando dinero... Hace siete años, colgó la túnica y se fue a recorrer mundo.

En Italia trabajó como ayuda de cámara, luego pasó una temporada en Canadá para cursar el Bachillerato y hasta se permitió un semestre en Suiza «porque quería profundizar en arte, filosofía y derechos humanos». A estas alturas, no se parece ni de lejos al adolescente rapado y ojeroso que se devanaba los sesos para comprender 'la metafísica del vacío', allá en el lejano Tíbet. Ahora venera a Jimi Hendrix, no se pierde los documentales de Michael Moore y Ken Loach y, según las últimas noticias, vive en Madrid y sueña con dedicarse al cine. Pese a todo, insiste Llorca, nadie se rasga las vestiduras: «Puede seguir el camino que quiera. Será el correcto». Un tipo con suerte.