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Al agua, pactos

Esta mañana, sangría prevista en la Carrera de San Jerónimo entre los machos alfa y beta de la manada

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Si Hitler y Stalin pudieron alcanzar un pacto; si pactaron Menahem Beguin y Anuar el-Sadat en Camp David; si Delcassé y Landsdowne supieron pactar la Entente Cordiale; si existió el pacto de Augusto y Marco Antonio sobre la herencia de César; si el jefe indio Jerónimo pactó con Miles, y hasta Fausto pactó con el diablo, ¿por qué no iban a poder pactar Zapatero y Rajoy? La respuesta es definitivamente simple: no quieren. Todo lo demás es retórica táctica diseñada por sus acólitos de marketing para tapar el vacío de esa sinrazón enrocada. De Zapatero y Rajoy ni siquiera se esperaba una lección de grandeza majestuosa en el Congreso como aquella de Ambrosio de Spinola y Justino de Nassau en Breda escenificando un abrazo épico sin vencedores y vencidos; sólo se les pedía un gesto elemental de compromiso conjunto ante la crisis para una sociedad en pleno 'crack' de confianza. Sin embargo a la sesión parlamentaria de esta mañana llegan entre tambores de guerra. No podía ser de otro modo cuando llevan días preparando el duelo como Alí y Frazier su combate de Manila, una sangría inevitable tras dedicar semanas a provocarse y malquistarse, lo previsto también esta mañana en la Carrera de San Jerónimo entre los machos alfa y beta de la manada.

Todo esto emana de una premisa básica: la certeza de que sus electorados no van a castigarles por no pactar, e incluso los 'hooligans' van a jalearles por no hacerlo. Desde sus trincheras les aplauden cada bravata; ya sea cuando Zapatero asegura, con un paleomaoísmo trasnochado, que la ideología le impide pactar la economía, o cuando De Cospedal, a la que nadie podrá acusar de elevar demasiado el nivel de la política española, replica que pactar sería una traición a la patria. Con esos mimbres, no cabe más. En el ADN carpetovetónico no hay instinto de pacto. No se trata del zapaterismo, sino de genética nacional. Desde los días del 'tahúr del Mississippi' en la crisis de los setenta al 'váyase señor González' en la crisis de los noventa, los superhits en las Cortes han sido esta clase de castañazos. Eso sí, tras el áspero aznarato no ha habido cambio de talante sino más de lo mismo, entre el 'cordón sanitario' dictado por los socialnacionalistas en los papeles del Tinell y el manifestódromo de la derecha contra todo. Zapatero y Rajoy están demostrando que no son los líderes para este momento. Tal vez no lo sean para ningún momento, pero desde luego no para éste. No han entendido la dimensión moral del pacto, y su estampa ante la sesión de hoy es la pintura goyesca 'duelo a garrotazos', la lucha de las dos españas hundidas hasta las rodillas como metáfora de su inmovilismo. Parecen persuadidos de que sólo se trata de eso: golpear y resistir, hasta 2012.