PAN PARA HOY

PASMO Y SORPRESA

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La España cañí, la intelectual, la mediática, la folclórica y la que no sabe y no contesta están, todavía, reponiéndose de la aparición 'almodovariana' en la noche de los Goya. A falta de que se pronuncie el Vaticano -que tendrá que llover y escampar, por lo menos, setenta veces siete- creo que podríamos considerar el hecho como un milagro, pagano, si quieren, pero milagro.

Las caras de pasmo y de sorpresa del público, ojiplático casi en su totalidad, así lo confirmaron. Junto con la expresión de satisfacción y complicidad del 'profeta' Alex de la Iglesia, que engordó los treinta y cinco kilos que había perdido en un minuto al ver que sus plegarias habían sido escuchadas. De los detalles del posible sacrificio ofrecido por el presidente de la academia y los pactos satánicos, ya nos iremos enterando en los semanales y en las tertulias venideras.

El hecho es que San Pedro bajó a la tierra y habló, a sus creyentes y a sus negadores por sistema, pero todos escuchamos atentos buscando el mensaje en el lenguaje oculto con el que siempre hablan los seres que están por encima del bien y del mal. Que, por cierto, es un nivel en el cual la vida puede ser un juego divertido, o convertirse en una condena por falta de conexión con el sentir popular. No lo digo por experiencia, claro está, líbreme Spielberg de semejante trance.

Desde mi punto de vista, veo a Pedro Almodóvar como un hombre que tiene, desde hace un tiempo, mucho más nombre que cine; más marca registrada que oferta real. Su aparición sorpresiva fue lo mejor que pudo ofrecer en la gala, creo que fue espectacular, medida y justificada; una de las mejores escenas que nos ha ofrecido su factoría, últimamente.

Ahora el listón está alto, casi insalvable, porque volver a la tierra de las butacas mundanas para abrazar al compositor de la banda sonora de su película, cuando éste suba a recoger el Goya, se me antoja poco alimento para alguien divino. Pasen buen día.