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La represión desinfla al reformismo iraní
Ahmadineyad impone su ley en las calles y evita protestas masivas de la 'marea verde' en el crucial aniversario de la revolución islámica
Actualizado: GuardarPor primera vez en los últimos nueve meses, el régimen iraní ganó la partida a la oposición en las calles de las principales ciudades del país. El 31º aniversario del triunfo de la revolución islámica se convirtió en la gran fiesta soñada por unas autoridades que lograron enviar al mundo la imagen de un pueblo volcado con sus dirigentes y que tres décadas después sigue elevando el puño para gritar «¡muerte a Israel, muerte a Estados Unidos!». La represión previa sobre los principales elementos del movimiento verde, la presencia masiva de fuerzas de seguridad en las calles y los mensajes por parte de los dirigentes sobre la dura respuesta que encontraría cualquier protesta enfriaron los ánimos de los grupos opositores que apenas se dejaron ver en puntos aislados de la capital.
Los medios oficiales ofrecieron imágenes de marchas multitudinarias en todo el país, pero fue Teherán el epicentro de una fiesta en la que el presidente Mahmud Ahmadineyad volvió a desafiar al mundo desde el escenario preparado en plena plaza Azadi (Libertad), un lugar que también ha acogido algunas de las mayores concentraciones de la oposición. «El enriquecimiento de uranio se inició el pasado martes y los científicos ya han sido capaces de conseguir el primer paquete de combustible al 20%», anunció el mandatario ultraconservador a las miles de personas que se reunieron en la explanada. Un mensaje directo a la comunidad internacional, que asiste con desconfianza a los progresos nucleares de un país con «capacidad para enriquecer uranio hasta el 80%», según agregó Ahmadineyad.
«Estamos preparados del todo para celebrar un día glorioso», advirtió a primera hora de la mañana el jefe de Policía, Ismail Ahmadi Moghadam. El volumen y el grado de las protestas son imposibles de verificar a causa del silencio informativo decretado por un régimen que sólo muestra al mundo la cara de sus seguidores. Varios medios reformistas en Internet calificaron la jornada de «derrota» o «anticlímax» y atribuyeron a la «feroz represión» ejercida en las últimas semanas la escasa movilización.
Ataque a Kerrubi
Las webs contrarias al régimen iniciaron la jornada denunciando que «las fuerzas de seguridad abrieron fuego y lanzaron gases lacrimógenos» contra grupos opositores e informaron de incidentes como el ataque contra el vehículo del líder aperturista Mehdi Kerrubi, que no pudo llegar hasta el lugar de reunión habitual de los seguidores de la ola verde en la calle Sadeqhiyeh. Además, se hicieron eco de las detenciones de un hijo del propio Kerrubi, de Zahra Eshraqi, nieta del imán Jomeini, y su marido Mohamed Reza Jatamí, hermano del ex presidente reformista.
Los portales opositores intentaron sin éxito contrarrestar la censura y el descenso en la velocidad de la conexión impuesto por las autoridades, una medida que afectó incluso a páginas oficiales como la de la cadena PressTV. Los problemas técnicos dificultaron el volcado de imágenes y vídeos en la Red, pero en los testimonios gráficos que pudieron difundirse se percibía que el número de manifestantes era mucho menor que en anteriores celebraciones como el Día de Jerusalén y, sobre todo, el pasado 27 de diciembre, fiesta de la Ashura chií en el que al menos ocho personas perdieron la vida en los enfrentamientos con las fuerzas de seguridad.
¿Pierde fuerza el 'movimiento verde'? Es la pregunta que a última hora del día recorría los foros reformistas en busca de una razón para explicar la falta de apoyo en la jornada clave. Sin nuevas festividades importantes en el futuro próximo se abre un período de reflexión en el seno de un movimiento atenazado por las detenciones y el miedo, pero que durante nueve meses ha golpeado los cimientos de la república islámica. En esta fuerza heterogénea han confluido antiguas piezas del sistema -como el ex primer ministro Mir Husein Musaví-, que ansían reformas pero respetando siempre los marcos legales establecidos, y una gran masa de ciudadanos descontentos con el sistema que aspiran a cambios más profundos. Su futuro, sin embargo, se vislumbra complicado en una sociedad controlada por la Guardia Revolucionaria y sus milicias populares del basij.