«Tenemos miedo, pero no van a amargarnos la vida»
La pedanía de Barbate, tranquila durante el invierno, vivió ayer una larga jornada de temor, sospechas y especulaciones Los vecinos de Zahara reciben la noticia entre el asombro y la psicosis
ZAHARA. Actualizado: GuardarEl teléfono lo despertó a las siete de la mañana. Era Adrián, su hijo, desde Granada. «En la radio han dicho que ETA.». José Moreno anda, con pasitos muy cortos, por el Paseo de las Tablas. «Un susto. Mi mujer no tenía ni ganas de salir de casa». La pasarela transcurre pareja a la playa, empieza justo a la salida del pueblo y dobla en el cuartel. Hace bueno, aunque el mar está revuelto y el poniente pega en los cañaverales. Al final hicieron lo de siempre: un rato de caminata, aprovechando el sol de media tarde, y luego café o menta poleo, en cualquier bar del centro. «Claro que tenemos miedo, pero no vamos a dejar que nos amarguen la vida». Ana, en zapatillas, marca con un golpe de bastón la hora del regreso. No, definitivamente hoy no tiene cuerpo.
A simple vista, el cuartel amenazado es todo lo contrario a una instalación defensiva. Desde la carretera podría pasar por un chalé más, si no fuera por el mástil de la bandera y el cartel en el que brillan el haz y la espada. Una endeble tela metálica, sin remate de pico ni alambre de espinos, rodea el edificio. En algunos puntos, hay menos de dos metros entre el perímetro acotado y la vivienda. Dentro, un perro ladra a las televisiones. La fachada, que mira al mar, tiene una franja del zócalo pintada de rojo y gualda. Bastaría con una banqueta para saltar la valla. O con unas tijeras de podar para hacerle un buen agujero.
Psicosis y leyendas
A las dos, una patrulla abre la verja y sale. «¿Mal día, no?», pregunta Manuel Heredia, cabrero de 53 años, mientras sus animales triscan yerbajos, ajenos a todo, entre el cuartel y la playa. El agente, muy serio, le responde: «Digo». Zala, el pastor alemán de Carolina, busca un pedazo de sombra y se tumba. «Es que el pueblo ha cogido mucho nombre», le explica Manuel, cuando la chica se interesa por el trajín de cámaras que tiene revuelto al vecindario. «De chico, aquí sólo había chozas de barro y cabañas de madera. Pero luego, con el turismo y los famosos...».
Paqui y Rafi Castro, habituales del Paseo de las Tablas, advierten que ellas se lo veían venir. «Mayor Oreja veranea en La Calita», dice, como si eso aclarara algo. Cuentan que por la mañana, en el supermercado, las señoras compartían su miedo sin tapujos, a ver si entre todas lo espantaban. «Menos en verano, Zahara es un sitio tranquilo. Mil y pico vecinos, como mucho. A partir de las seis no hay nadie en la calle. No estamos acostumbrados a estas cosas».
La psicosis, como en todos los lugares pequeños, ha engendrado rápidamente un sinfín de sospechas, especulaciones, falsos recuerdos y leyendas urbanas. «En agosto había un tío que se escondía siempre por aquí, sacando fotos», relata una. «¿El del coche rojo?», curiosea otro. «Ése mismo», replica la primera, aunque ya no se la ve tan convencida. «Estaba grabando un documental», opina un tercero. «El bombazo iba a ser hoy, lo han dicho en la tele». «Tenían planos del Ayuntamiento». «Los detuvieron cuando venían para acá».
En los bares del Paseo del Pradillo, las palabras 'terroristas' y 'ETA' van obligatoriamente acompañadas de algún insulto. «Querían hacer como en Mallorca, sacudir el turismo», dice Karl Khöler, alemán residente en la pedanía sólo durante los meses de invierno. «En Semana Santa o en temporada alta un atentado daría mucho que hablar, incluso fuera de España».
Rodrigo, que regenta un restaurante frente a la Urbanización Las Palmeras desde hace cinco años, no cree que la amenaza vaya a afectar a la ocupación hotelera en los próximos meses. «Si no los hubieran pillado a tiempo... Ahora Zahara estará más vigilada que nunca».
El pastor alemán de Carolina sigue tirado a la fresca, junto al chucho de Manuel. «Tiene 13 años», cuenta. «Lo traje de Madrid porque arrastraba las patas. Está muy mayor, aunque en los dos últimos meses ha mejorado mucho». «El mar -dice- lo cura todo». A ver si el miedo también.