CARTAS A LA DIRECTORA

Represión en Cataluña

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100.000 euros y cierre del local por no rotular en catalán. El castellano pasa así de proscrito a perseguido. El burka lingüístico es un hecho, la denuncia anónima de la portera franquista vuelve a estar de rigurosa actualidad. Es el precio del poder, las concesiones del Gobierno central con las naves quemadas para que no pueda haber marcha atrás. Hoy es un hecho que no puedo, como español, de Andalucía, decir en Cataluña que estoy en mi tierra, como puedo decirlo en Madrid o en Asturias o donde me venga en gana dentro de las fronteras de este país. Un restaurante alemán en, por ejemplo Las Palmas de Gran Canaria, puede rotular y poner la carta y lo que se le antoje, solo en alemán, porque es libre de hacerlo así. Pero un español no puede hacer lo mismo en España.

Un chico, en Baleares, fue expulsado de la escuela de idiomas por cuestionar el uso del catalán. ¿Qué tiene ese idioma que impulsa al que lo parla al totalitarismo más feroz? ¿Qué tiene el catalanismo que provoca la amnesia? ¿Resistirían sus propios argumentos de cuando querían libertad? ¿La quisieron alguna vez? No creí nunca que ser de este país llegara a ser la vergüenza en que se está convirtiendo, lo mueven inquietudes pueriles mientras los auténticos problemas nos relegan al tercer mundo sin remedio. Nunca ataqué ninguna peculiaridad regional, ni lingüística, ni sanguínea ni del tamaño de la cabeza ni de con qué mano hay que rascarse las nalgas según donde se nace, pero las minorías, me parece, pasaron de obtener sus derechos y su respeto y pretenden despotizar al resto.

En fin, creo que los padres de la patria deben estar muy atentos, porque al guiso que se traen entre manos le están poniendo unos condimentos muy indigestos, y la vomitona puede ser de las que marcan un antes y un después.