Gobernar de salón
Aplazando el desgaste con discursos balsámicos para decir cada seis semanas que ya pasó lo peor
Actualizado: GuardarEl presidente va a acudir al Congreso a explicar su plan contra la crisis. Ya ha estado en Ferraz, en el Senado, también en la City londinense, en París, foro tras foro para explicar infatigablemente ese plan que nunca pondrá en marcha. En fin, no está dando soluciones, pero al menos está dando discursos. Anuncia una jubilación diferida, y no pasa de las palabras a los hechos; anuncia un cambio de las pensiones, y tampoco; anuncia la reforma laboral, y era otro espejismo de palabras que se desvanecen en el aire tras los titulares campanudos. Con todo, no hay que descartar que Zapatero tenga éxito en el Congreso porque es un parlamentario hábil, con una partitura llena de registros desde la melodía cálida del talante a los dardos jupiterinos de la rebeldía moral impostada. Esos triunfos parlamentarios, sin embargo, empiezan a parecerse a los de aquel torero retratado por Garci en 'Tiovivo' que actuaba cada noche no en Las Ventas sino en un cabaret del Madrid, donde salía vestido impecablemente de luces para matar morlacos invisibles con un despliegue colosal de recursos, administrando naturales templadísimos y volapiés prodigiosos hasta salir por la puerta grande de su camerino con el traje sin arrugar. Zapatero también ha tratado de gestionar la crisis sin arrimarse al toro inquietante de las decisiones difíciles por temor a los revolcones de las encuestas o a la cornada de una huelga general. Eso es gobernar de salón.
Tras pasar por la City para recuperar la confianza del mercado, el 'Financial Times' ha calificado ese viaje con desdén quirúrgico como 'public relations'. Se trata de una lección elemental: no se puede sustituir la gobernanza por el marketing, desde luego no con cuatro millones de parados y un déficit extenuante. Ya no basta con tomar la palabra, hay que tomar medidas. Con retórica no se convence a la 'City' de Londres, donde a las fantasías irreales no se les llama 'castillos en el aire' sino 'castles in Spain'. Este ha sido otro «viaje a ningún lugar», como cantaba Danza Invisible en 'Las palabras sólo son palabras'. El Gobierno no puede seguir aplazando su desgaste con discursos balsámicos para anunciar cada seis semanas que ya pasó lo peor, mientras los cabezas de huevo hacen cálculos con el horizonte de 2012 a sabiendas de que el líder de la oposición también prefiere que se pudra la situación sin exponerse a los riesgos de una moción de censura o apostar por elecciones anticipadas, sentado en el balcón de la calle Génova esperando ver pasar el cadáver de su enemigo en dos años. Ninguno de ellos parece tener ninguna prisa aunque sí la tengan, hasta la desesperación, cuatro millones de parados y otros miles de candidatos a verse los lunes al sol.