EL LABERINTO

La foto del desayuno

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Parece que, definitivamente, no habrá Cumbre entre la Unión Europea y Estados Unidos durante el semestre de la Presidencia española. Si inicialmente las discusiones se centraban sobre el lugar de la reunión, en ese embrollo de funcionamiento de las instituciones comunitarias: si Madrid, por eso de la Presidencia rotatoria, o Bruselas, por lo de la Presidencia permanente, ahora ha venido Obama a aclararnos la agenda. Sus ocupaciones le impiden venir en primavera, y sin Obama no hay Cumbre. Están buscando nuevas fechas, y lo más probable es que tenga lugar en otoño, coincidiendo con la Cumbre de la OTAN en Lisboa. Porque lo de la OTAN si que está claro, a diferencia del limbo institucional de la Unión Europea en la que ni siquiera nos aclaramos sobre quién es el Presidente. Embrollos comunitarios aparte, es realmente una lástima que, con el cambio de fecha de la Cumbre, nos quedemos sin foto en Madrid.

Porque la del desayuno de oración parece que, salvo en España por la polémica de la intervención, no ha tenido mucha trascendencia entre los ciudadanos del Imperio ni entre los de cualquier otro sitio. Al parecer, los grandes medios estadounidenses, cuando se han hecho eco del evento, solo se han referido al propio discurso de Obama, o bien han criticado su asistencia al acto de la Fellowship Foundation, más conocida por La Familia. Incluso destacan que se suele invitar a grandes personalidades, poniendo el ejemplo de Tony Blair o de Teresa de Calcuta, pero de que el invitado, este año, era el Presidente del Gobierno Español, José Luis Rodríguez Zapatero, o del contenido de su discurso, nada de nada. A lo mejor, es que no se enteraron de sus palabras.

Ya se sabe que entre los anglosajones, eso de la utilidad de conocer idiomas extranjeros no se tiene demasiado claro. Pero tampoco parece muy probable que esa sea la causa. Revisando las imágenes del acto, con más de 7000 personas asistentes, solo he podido descubrir a una sola persona, vestida con un caftán, haciendo uso de los auriculares de traducción.

Los 6.999 restantes debían conocer perfectamente el español. O eso, o a nadie allí le importaba lo más mínimo la oración del líder de la Alianza de las Civilizaciones.