Dime guapa, por favor
Actualizado: GuardarHace unos cuantos años, bueno, bastantes, yo tuve un novio que se llamaba Pepe.
Pepe tenía una costumbre: cuando veía a una mujer conocida, a la que saludábamos, lo primero que hacía era mirarla fijamente a los ojos y con la mayor sinceridad del mundo le decía: «¡Que guapa estás!». Yo no podía salir de mi asombro ante aquella casi siempre mentira porque en aquel entonces amaba la verdad y porque además la mayoría eran feas, viejas, estaban mal vestidas, iban despeinadas o estaban ojerosas y algunas eran horribles. Yo me indignaba con él, pero él lo seguía haciendo siempre. Ellas, ante este piropo tan sincero, sonreían, lo agradecían o simplemente callaban. Ahora, con el paso del tiempo, pienso que quizás en el fondo pensarían: «¿Será verdad?». Y posiblemente este hecho, les alegraba el día.
Unos años después tuve otro novio llamado Juan. Juan era todo lo contrario a Pepe, demasiado sincero y hasta a veces hiriente. Muy pocas veces decía un piropo y normalmente pecaba de sincero.
Sus frases preferidas con las amigas eran: «Te veo preocupada, ¿te pasa algo?». «Hoy estás ojerosa, tú estás cansada». «Algo te pasa,... te veo muy triste» o «Ese peinado no te sienta bien.». Algunas callaban, otras decían: «Pues sí es verdad, es que llevo un 'diíta',.» y otras, las menos, lo mandaban a la porra. Yo, en este caso, sufría porque pensaba que esa sinceridad era molesta y dejaba preocupada a la de turno.
Con el paso del tiempo ya casi nadie me dice un piropo. Mis hijos, de vez en cuando me aconsejan que vaya más a la peluquería, que debo ponerme botox, que me haga un lifting, etc. En el fondo me ven mayor y desean verme joven. Todavía no he decidido hacerme ningún retoque ni creo que me lo haga nunca. La huella del tiempo va marcando mi cuerpo de forma irremediable hasta el final de mis días y creo que el espejo, en este sentido, es mi peor enemigo. La vejez es irremediable. Conocí a una inglesa con 80 años que debía haber sido una belleza y desde hacía dos décadas había quitado todos los espejos de su casa. Yo todavía no me he atrevido a hacerlo.
Actualmente no sé nada de Pepe, no sé dónde vive, si está casado, si tiene hijos,... pero muchas veces me acuerdo de él con una cierta alegría complacida y sinceramente, por qué no, sueño con encontrármelo por la calle y que mirándome fijamente a los ojos me diga: «¡Que guapa está Pepa!»¿Será verdad, Pepe?