«Todos los días hago gimnasia sueca»
El viejo senador sólo se jubilará «cuando lo diga Dios... España pasa por un momento delicado y quiero estar para lo que haga falta»
Actualizado: GuardarEn un oscuro pasillo del Senado alguien olvidó encender la luz. Allí, tras la puerta 2156, al margen del ruido de la batalla política, resiste Manuel Fraga (Villalba, Lugo, 1922) el acoso de los años y la lógica. Con las manos arañadas por las manchas del tiempo, escudriña titulares de prensa. «España está asustando al mundo. Fíjese qué caída de la bolsa...». Mira con los ojos fijos pero cansados y el discurso es rápido y atropellado, como si la ilusión y la vejez hubieran ido a más los dos. Las páginas de periódico, subrayadas y dobladas en la mesa de su austero despacho, son la última faceta de una vida laboral que comenzó a latir cuando tenía 22 años. Era Letrado de las Cortes, su primer trabajo antes de ser ministro de Información y Turismo de Franco, Embajador en Londres, fundador de Alianza Popular, padre de la Constitución, presidente de la Xunta, eurodiputado, profesor universitario y senador. La reforma de los 67 años le llega tarde. Tiene 87.
-¿Cuándo se va a jubilar?
-Eso lo dirá Dios.
-Cuando se despidió de la presidencia del PP gallego, esperaba que entendieran que «no se puede seguir a los 83». Lo dijo usted. De aquello hace ya cuatro años...
-Lo sé, pero he cambiado la opinión que tengo de mí mismo y he decidido que no me voy. España pasa por un momento muy delicado y quiero estar para lo que haga falta.
-¿Cómo es un día normal en su vida?
-Me levanto a las 7.30 en casa de mi hija. Vengo a mi despacho en el Senado, hojeo la prensa, recibo ciertas visitas, me voy a almorzar a casa si no tengo otras citas. Por la tarde voy al gimnasio.
-¿Qué ejercicio hace?
-Todos los días que puedo hago gimnasia sueca (entrenamiento inventado en el siglo XIX que incluye movimientos con pesas y aros). La he hecho toda la vida y, obviamente, me ha ido bien.
-¿Cómo se ve a usted mismo?
-No estoy cansado.
-¿Ni siquiera físicamente?
-No me siento así, no.
-¿Qué tiene usted que no tenga un joven?
-Una experiencia en algunas materias que solamente la da la política...
-¿Qué tiene un joven que no tenga usted?
-Supongo que energía.
-¿Cómo se ve si se compara con el ministro de Turismo que fue en 1962?
-Soy el mismo. Le insisto en que no estoy cansado. La única diferencia es que no está mi mujer. Era muy importante para mí. María del Carmen y yo siempre hicimos compatible el trabajo. Fue colaboradora y comprensiva.
-¿Qué le dice su familia?
-Nada, porque conocen mi vocación. Saben perfectamente que yo quiero estar aquí.
-¿A qué le hubiera gustado dedicar la mañana en lugar de estar en este despacho?
-A nada, aquí me siento estupendamente.
-¿Ninguna afición?
-Sí, la caza y la pesca, pero ya no voy casi. A veces, algún rececho de venados.
Es el momento de las fotografías. «¿Cómo quieren sacarme, señores?». Trabajando. «No hay problema para la representación, pues es lo único que he hecho durante toda mi vida».
-¿Cree acertada la reforma de la Seguridad Social que plantea el Gobierno?
-No estoy de acuerdo, porque la reforma no es tal, sino que es una medida más para aplazar ciertos pagos y tapar el agujero de la crisis económica. Son pequeñas medidas que no tienen sentido. Es un signo de que el Gobierno socialista no se ha atrevido a acometer otras reformas de fondo mucho más importantes. Hoy en día, el debate de la jubilación es artificial.