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El sistema defensivo en 1812
De la Puerta del Mar, situada en San Juan de Dios, sólo queda el recuerdo mientras las de Tierra han sufrido un gran cambioLa Guerra de Independencia obligó a reforzar las fortificaciones, pensadas para un ataque por mar
CÁDIZ. Actualizado: GuardarDesde los albores de la Edad Moderna Cádiz puso gran empeño en construir un sistema defensivo seguro. La ciudad en esa época había desbordado el perímetro amurallado medieval y tras el descubrimiento del nuevo mundo, la creciente actividad comercial de su puerto convirtió al entorno urbano en una presa fácil para cualquier ataque que procediera del mar. Las trágicas consecuencias del asalto anglo-holandes de 1596 evidenciaron la consistencia de las reiteradas demandas de la población. Hasta entonces las empresas habían sido levantar un sencillo muro en el frente de tierra y años después, el comienzo del trazado defensivo abaluartado que el Ingeniero italiano Calvi venía aplicando en numerosas fortificaciones de la España de Carlos V, pero las obras avanzaban lentamente por la escasez de recursos.
El saqueo supuso un revulsivo definitivo y durante los siglos posteriores la actividad no cesó hasta completar las defensas de todo el borde marítimo, proceso que culminó en la primera mitad del siglo XVIII. En la nómina de autores se cuentan nombres de prestigiosos ingenieros, entre ellos Cristóbal de Rojas, a quien se deben las trazas del castillo de Santa Catalina, o Tiburcio Espanoqui, Jacobo Fratín, Ignacio Sala y José Martín Cermeño, que trabajaron en el complejo sistema defensivo del Frente de Tierra.
Cuando estalla la Guerra de la Independencia, Cádiz es una de las plazas fuertes más importantes del reino, pero sus defensas se habían diseñado primordialmente para resistir ataques marítimos. Incluso el casi inexpugnable Frente de Tierra estaba pensado para proteger de un posible desembarco en la zona de extramuros, al igual que el castillo de Puntales, su frontero en Matagorda, y otros fuertes estratégicos de la Bahía. A partir de 1808, el avance del ejército francés hacia el sur fue rápido. En esos momentos los gaditanos resistían desde hacía tiempo el bloqueo inglés de su puerto, pero pronto cambiaron las tornas.
Ahora el peligro venía del interior, del propio territorio peninsular, y la fortificación del istmo era escasa. Había que reforzar el caño de Sancti Petri, el entorno del Puente Zuazo y el caño del Trocadero. También tenían que destruirse las fortificaciones del otro lado de la bahía, porque podían ser utilizadas por los franceses para atacar la ciudad. Por aquél entonces se levantó el fuerte de la Cortadura aprovechando dos baterías inacabadas del siglo anterior.
En enero de 1810 el ejército francés avanzó rápidamente por Andalucía, llegando sin dificultad hasta Carmona con ánimos de continuar sin demora hacia el sur. Afortunadamente, las obras de las nuevas fortificaciones ya se habían iniciado y la Regencia nombró al Duque de Alburquerque, recién llegado a Cádiz, Capitán General del Ejército y Costa de Andalucía. Poco después comienza el sitio de la ciudad, que se mantendrá hasta finales de agosto de 1812. Durante ese tiempo la plaza resiste y a pesar de múltiples intentos, las tropas francesas no consiguen cruzar el Puente Zuazo. Es un período clave en nuestra historia, durante el que se gesta la famosa Constitución en el reducido territorio de La Isla y Cádiz.
En esa época, la mayoría de los viajeros llegaban a la ciudad por vía marítima, tanto los que hacían largas travesías como los que venían de poblaciones más o menos cercanas, pues era más rápido embarcar en El Puerto de Santa María que dar la vuelta a la bahía por caminos lentos e incómodos. La imagen que ofrecía Cádiz para los que se aproximaban en barco era extraordinaria, en medio del mar y cercada de una recia muralla sobre la que se dibujaba el perfil de cientos de torres con gallardetes ondeantes. Según se aproximaban podían distinguir el conjunto de las casas de las Cinco y Cuatro Torres, la vigía del puerto, coronada por un gran mástil, como si fuera una nave anclada en el corazón del casco urbano, las torres inacabadas de la nueva Catedral y las del Ayuntamiento y San Juan de Dios más cercanas al muelle.
La Puerta del Mar era doble, de mármol, y había sido diseñada en 1728 por Vicente Acero, autor años antes del proyecto para la nueva catedral. La elegancia de sus formas, con columnas pareadas flanqueando los vanos y frontones triangulares como remate, daban paso al gran espacio de la vieja Plaza Mayor -San Juan de Dios- repleta de mercaderías a todas horas. La Puerta de Tierra, guarecida por un complejo sistema de baluartes y glacis, se convirtió también en un lugar muy transitado desde el inicio de las sesiones de Cortes en la Isla de León en octubre de 1810 hasta su traslado a Cádiz en febrero de 2011. José Barnola enmarcó en 1756 el vano de acceso con una portada de mármol diseñada bajo la dirección de Torcuato Cayón.
¡Cuántos cambios ha experimentado desde entonces el extraordinario sistema defensivo gaditano! Cualquier testigo de ese tiempo no daría crédito a lo acaecido. De la Puerta de Mar solo queda el recuerdo, fue derribada, con todo el frente defensivo donde se ubicaba, a comienzos del siglo XX en aras de la modernización del puerto. En su momento se vio como la panacea para solucionar la decadencia comercial de la ciudad. Hoy, contemplado desde la perspectiva del tiempo, sabemos que no fue así. La Puerta de Tierra pervive, pero profundamente transformada. Para facilitar la expansión urbana, se cegaron parte de los fosos, los glacis y cuarteles fueron derribados y se abrieron los dos grandes arcos para facilitar el paso de vehículos entre los nuevos barrios y el casco antiguo. Afortunadamente, otras zonas del perímetro murado se han conservado mejor y nos sirven como testigo de lo que en su día fueron las defensas de Cádiz.