¿De qué va esta casta?
EX PRESIDENTE DE LA JUNTA DE EXTREMADURA (PSOE) Actualizado: GuardarEspañol de puro bestia», así termina un artículo del famoso y premiado escritor Felipe Benítez Reyes, refiriéndose a quien firma estas líneas de réplica. Una más a tanto músico y escritor que, a lo largo de este mes, ha salido en procesión a intentar ningunear mi capacidad intelectual bajo el sólido argumento de que estoy prejubilado y de que me he dedicado a la política. Ninguno de los que han escrito (Víctor Manuel, Almudena Grandes, Antonio Muñoz Molina, Fernando Savater o Felipe Benítez Reyes), sobre mi interpretación de los derechos de autor y propiedad intelectual, han sido capaces de articular un sólo argumento que indique que estoy equivocado. «Imbécil», por diez veces, dicen que llamó el presidente del Barça al actual presidente de la Junta de Extremadura, justificando después que «imbécil», en castellano, no es ningún insulto. Tal vez el señor Benítez Reyes se apunte a esta moda laportiana y considere que «bestia» tampoco lo es, en cuyo caso yo estaría en la situación de poder calificar al articulista de lo que quisiera apuntándome a esa teoría. No entraré en ese juego, porque tanto los señores citados anteriormente como el señor Benítez Reyes gozan de mi respeto y admiración, por lo que hicieron en el mundo de las letras y del arte, y por lo que podrán hacer cuando abandonen el enojo y entiendan el significado de la sociedad nueva que se está creando sin que ellos aún lleguen a percatarse, aunque sean ya ciudadanos digitales en multitud de ocasiones sin que sepan que lo son, y sin que comprendan qué significa esa cualidad en estos momentos.
De las cuatro propuestas que señalé en mi artículo 'Fregonas y maletas de ruedas', para conjugar el libre acceso a la cultura y la creación cultural, el señor Benítez sólo cita la última, privando al lector del periódico en el que escribe de la totalidad. Cuando omite las otras tres es porque considera que, con la última, puede manipular y puede ridiculizarme fácilmente, que es a lo que aspira y no a discutir si lo que propongo es o no razonable. No es suficiente con que el señor Benítez se ampare en el argumento, ya manido, de poner a otras profesiones en el lugar de la suya para desautorizar mi apuesta. No cito a profesores o políticos, como él dice, porque ninguno de ellos aspira a que se les pague mientras vivan, e incluso cuando ya estén muertos, por el hecho de haber dado una clase magistral o un discurso histórico; ningún político, ningún profesor y, por cierto, ningún arquitecto, ningún pintor ni ningún escultor han creado una sociedad de políticos, profesores, escultores, arquitectos y pintores para que se les pague un número determinado de euros cada vez que se repita su discurso o su lección, o cada vez que se mire su escultura, su pintura o su obra arquitectónica.
No sé con qué derecho el señor Benítez Reyes se considera superior a quien esto firma. Leo en su biografía que estudió Filología Hispánica en la Universidad de Cádiz y de Sevilla; yo estudié Magisterio en Badajoz y Filología Moderna en Sevilla, lo que indica que a nivel académico vamos parejos. El señor Benítez Reyes tiene publicados varios libros de poesía y de narrativa, lo cual es un mérito que le reconozco; yo he conseguido ganar seis veces las elecciones a presidente de la Junta de Extremadura y parece que ese mérito al señor Benítez le parece despreciable; se lo parecería menos si pensase que, gracias a los antifranquistas del tiempo en el que el señor Benítez estaba dando sus primeros pasos en la vida, hoy él ha podido desarrollar sus capacidades intelectuales en libertad, cosa que los que nacimos antes que él no pudimos más que soñar. Entre el mundo que él se encontró y el que me encontré yo cuando tenía su edad, hay diferencias notables. Afortunadamente, el señor Benítez y tantos otros han podido ocupar buena parte de su tiempo en hacer aquello que les gusta y para lo que están capacitados. Otros tuvimos que gastar nuestro tiempo en conseguir la libertad que hoy disfrutamos. No aspiro a que nos dé las gracias, pero sí a que nos respete. Tendría mucho interés en que algún día alguien, con los suficientes conocimientos, pudiera hacer un test de inteligencia al señor Benítez y a mí para salir de dudas respecto a las capacidades intelectuales de uno y otro. Tal vez si él tuviera un coeficiente intelectual superior al mío, yo admitiría su superioridad intelectual, y sólo intelectual, cosa que por el momento le niego.
Por último, le aclaro que yo no he vivido del Estado toda mi vida; me parece un insulto peor que el de «bestia». El señor Benítez no sabe más que lo que ha leído de mi vida, pero no conoce mi vida. He vivido siempre de mi trabajo, unas veces en España y otras fuera de mi país cuando no pude hacerlo aquí. ¡Tanta presunción intelectual para terminar insultando! ¿De qué va esta casta cuando se le toca el bolsillo?