Agradar en Washington
La política exterior española necesita una estrategia clara más allá de las fotos
Actualizado: GuardarLa invitación de Barack Obama a José Luis Rodríguez Zapatero para que inaugurara ayer el llamado desayuno de oración en Washington puede verse como una compensación al jarro de agua fría que supuso la decisión de la Casa Blanca de suspender la cumbre UE-Estados Unidos en mayo. Esta decisión de no viajar a Madrid estaba tomada hace bastante tiempo y sorprende la insistencia con la que la presidencia española de la UE se empeñó en no reconocer la realidad y mantener la cita en su programa oficial. Para el presidente norteamericano, los europeos merecen menos atención de lo que ellos quieren recibir -y de modo preferente, uno a uno y no como bloque. De acuerdo con esta doctrina realista en política exterior, Barack Obama no quiere profundizar en la agenda transatlántica y sólo recaba colaboración a algunos países del viejo continente -empezando por el Reino Unido, Francia y Alemania- para asuntos concretos como Afganistán o la lucha contra el terrorismo. Tampoco quiere perder excesivo tiempo descifrando el laberinto de puestos unipersonales y presidencias permanentes y semestrales creado por el nuevo Tratado de Lisboa. El discurso del presidente Rodríguez Zapatero fue un intento de agradar a un presidente Obama supuestamente progresista, cuando el líder norteamericano es sobre todo un pragmático. Para ello nuestro presidente habló de derechos de los trabajadores, los inmigrantes y los homosexuales y reivindicó la fantasmagórica Alianza de Civilizaciones y el multiculturalismo, aunque al mismo tiempo enfatizó la idea de nación española y de una identidad sobre todo cristiana. Lo más significativo del viaje de Rodríguez Zapatero a EE UU es que no hubo tiempo para una reunión bilateral con Obama, a excepción de unas breves palabras después del acto de la oración, y que el resto de su programa en Washington no impedirá que siga pasando desapercibido para la clase dirigente de EE UU y la opinión pública norteamericana. La política exterior española necesita un refuerzo urgente, con una estrategia clara y coherente y unos medios eficaces, más allá de fotos y de intentos de agradar. Al mismo tiempo, la Unión Europea que estrena nuevos instrumentos de acción exterior está comprobando cómo la habitual cacofonía en asuntos exteriores en Bruselas es mal vista por una Administración norteamericana poco paciente y que mira hacia el Pacífico y Asia de forma preferente.