CORONAVIRUS CÁDIZ

Villaluenga, un oasis sin Covid en plena tercera ola

Este municipio de la Sierra de Cádiz no tiene ningún positivo por coronavirus y su tasa de incidencia acumulada en los últimos 14 días es de cero

Concienciados y prudentes, los vecinos de Villaluenga extreman las precauciones. Antonio Vázquez

Verónica Sánchez

Cuando la provincia sufre el tsunami de la tercera ola de la pandemia del coronavirus, entre cierres perimetrales y ceses de la actividad no esencial, sorprende el caso de Villaluenga del Rosario. Esta localidad de la Sierra sólo ha tenido entre sus 455 vecinos 16 casos de Covid-19. Aquello sucedió durante la segunda ola y todos se recuperaron satisfactoriamente. Ni un sólo fallecido. Ahora, esta atalaya se mantiene libre del virus y su tasa de incidencia acumulada en los últimos 14 días es de cero , mientras que la media de la provincia supera los 900 casos por cada 100.000 habitantes.

El 60% de la población de Villaluenga son mayores de 65 años , por eso, el resto del pueblo tiene «mucho cuidado», según asegura una vecina, para salvaguardar a los mayores. Sorprende que por sus calles no se ven grupos de gente y, cuando dos vecinos se paran a hablar, convenientemente equipados con sus mascarillas bien puestas, mantienen la distancia de seguridad. Saben que el virus está ahí y, por eso, son prudentes».

Posible positivo

«La gente es muy cuidadosa», declara a LA VOZ la doctora del pueblo, que pasa consulta todos los días. Allí, sin más equipamiento que una bata y una mascarilla, ve a sus pacientes, también los atiende por teléfono y en sus casas. Es consciente de que, tanto ella como el enfermero están expuestos y espera con ansia ponerse la segunda dosis de la vacuna contra el Covid-19, al tiempo que hace una petición, «los mayores de 80 años tenían que haber sido vacunados ya» .

«No tenemos ningún caso hasta hoy», advierte la médico, ya que, en el momento de realizarse este reportaje este miércoles 27 de enero, está esperando los resultados de la prueba realizada a un villaluenguense, posible positivo de coronavirus. «Esto es una mecha que se enciende y, en cuando sale un positivo, hay más», afirma la doctora.

Junto al consultorio médico, en la botica del pueblo, tras su mostrador y portando mascarilla FPP2, José Ignacio, el pacense que desde hace seis años es el farmacéutico del pueblo. Subraya que los ciudadanos de Villaluenga se cuidan mucho e, incluso en su negocio, donde podrían estar perfectamente dos clientes guardando la distancia de seguridad, prefieren entrar de uno en uno. «La gente está muy concienciada» , afirma, «se nota también en las mascarillas, se llevan paquetes y no las usan más de lo recomendado».

«La gente se protege y cumple las normas»

Tras 40 años como policía municipal de Villaluenga, Antonio Benítez se jubilará el próximo 2 de febrero. Es el único municipal del pueblo, «ahora no estoy tan sólo, han puesto un vigilante», cuenta a este periódico desde su oficina (mampara mediante) en el Ayuntamiento. Antonio señala que, tras el brote que sufrieron durante la segunda ola, mucha gente se ha «autoconfinado» y sale lo mínimo . «Antes ibas al bar a las 13-14 horas y había gente, ahora no hay nadie», afirma. Villaluenga «siempres ha sido un pueblo ganadero donde la gente se porta bien, no me han dado mucho trabajo en todos estos años», dice Antonio. Ahora, con la pandemia, «se protege y cumple las normas. Yo me voy con esa satisfacción», concluye el policía municipal.

La escasez de turistas, debido al cierre perimetral de la mayoría de los municipios de la provincia y, sobre todo, de Jerez, de donde proceden muchos de los visitantes de Villaluenga, se ha notado mucho. «Alguna de la gente venía de fuera se quitaba aquí la mascarilla. Si te la pones en tu casa, ¿por qué en la mía no?», dice al respecto una vecina de Villaluenga. Más gente de visita, más posibilidad de contagio, pero también más ingresos económicos. Así que, parece ser, lo que es malo para la economía es bueno para la salud y al contrario. Lo saben bien en una de las seis queserías con las que cuenta Villaluenga. El queso es el sustento de gran parte de las familias del pueblo y allí, aunque están «muy orgullosos de la tasa cero», ponen de manifiesto el varapalo que les está suponiendo la crisis derivada de la pandemia. «Vivimos de la gente de fuera y de los restaurantes y lo hemos notado muchísimo», declara la dependienta de la quesería, que lleva 12 años trabajando allí. Mientras destaca que en el pueblo «somos muy pocos» y «nos cuidamos mucho».

En el hotel La Posada, aguantan como pueden. «Hemos notado mucho la pandemia», aseguran. Siguen abiertos, pero ahora la gente que va es del pueblo y hacen uso de la cafetería, eso sí, ya «almuerzos casi no hay». «El fin de semana de la nieve aquí no se cabía, estuvimos llenos, fue increíble» , declara uno de los camareros. Y pone de manifiesto que, «somos muy pocos, en cuanto haya tres casos, ya la tasa sube y nos cierran perimetralmente».

Emprendedores en plena pandemia

A pesar de la mala época económica derivada de la pandemia, Villaluenga también tiene emprendedores. Como Cándido, un vecino del pueblo que decidió abrir el Mesón Taurino Villaluenga, en su plaza de toros, y lo hizo el pasado 24 de diciembre . «Me va bien», dice. «Ahora tengo el 'chorreíllo' de la gente del pueblo», declara. Decidió abrir el restaurante porque «hacía falta aquí, sobre todo un sitio que diese comidas» y allí ofrece diariamente cocina tradicional. Habla detrás de su barra, con un cartel advirtiendo de que no hay servicio en ella, sólo en mesas. «La gente cumple con las normas», asegura.

Cerca de la plaza de toros está la panadería Nuestra Señora del Rosario, que regenta Antonio, un joven del pueblo, desde enero de 2020. Después llegó la pandemia y «aquí estamos, aguantando». Además de pan, dispone de una pequeña tiendecilla con productos básicos. Antonio asegura que todos los casos de coronavirus que ha habido en Villaluenga, «por suerte», ha sido en gente joven , «que no se han puesto muy malos y lo han superado sin problemas».

Ruido de niños en la plaza de la Alameda. Los 35 alumnos con los que cuenta el colegio de Villaluenga están en el recreo. Corren, saltan, juegan... Son los mismos 35 niños que hay en el pueblo. En este centro, donde hay seis profesores (todos de fuera), los infantes se dividen en grupos: infantil por un lado; un grupo de primero, segundo y tercero de Primaria y otro de cuarto, quinto y sexto. Belén es la tutora de primero, segundo y tercero, y ella fue uno de los casos de Covid. Otro, explica Belén, que viene de Ubrique, fue un alumno de cuarto y otro un adolescente. «Se hizo la prueba a los contactos estrechos y dieron negativo», explica. Además, a todos los que no se habían hecho la prueba porque no eran contactos estrechos, «el Ayuntamiento se las pagó».

Regresamos al coche. Nadie por la calle. Y entramos en el único banco de Villaluenga. Dentro nos atiende Ana, que viene de Olvera y es su primer día de trabajo. «El trabajador que estaba aquí está de cuarentena ahora por contacto con positivo» , dice. «Sois los primeros que entráis en la oficina», cuenta. El virus no está en este punto de la Sierra, pero sigue acechando.

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