MISIÓN EN MALI
De vuelta en casa con el soldado Carrero en el corazón
Recién llegados de Malí, los infantes de Marina explican su experiencia en la misión en la que falleció uno de sus compañeros
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«Bienvenidos a casa. En este momento no falta nadie, Antonio Carrero está con nosotros y seguirá siempre con nosotros. Enhorabuena por haber cumplido la misión con excelencia», les dijo el coronel Ramón Armada, jefe del 4º Tercio de La Legión a su llegada al aeropuerto de Málaga. Fue el pasado día 20 de mayo, la primera rotación del contingente de infantes de Marina y legionarios que partieron a Malí en el mes de enero, llegaba a territorio nacional. Hacía dos días que en una de las carreteras de ese país africano, el soldado de Infantería de Marina Antonio Carrero había perdido la vida al salirse el vehículo blindado Iveco Lince en el que viajaba en la posición de tirador (arriba asomado en el techo manejando el arma).
«Ahí fue cuando me rompí», dice el soldado Alejandro España al recordar el recibimiento en el aeropuerto. El viernes 18 de mayo el soldado España iba en el convoy de vehículos en el que viajaba el soldado Carrero. Alejandro ocupaba el mismo puesto, el de tirador, en su caso sobre el tercer vehículo. «Fue duro. Le pasó a él pero le podía haber sucedido a cualquier vehículo del convoy », explica el soldado España. Apenas conocía a Antonio Carrero antes de irse a Malí, pero estando allí habían entablado amistad. Antonio dormía en la habitación de enfrente. «Él fumaba y salíamos a fumar juntos, habíamos cogido confianza», cuenta Alejandro. Su mente vuelve al momento del accidente, en el que, a pesar de la situación,«nadie perdió el control, todo el mundo cumplió perfectamente sus funciones». Y después, «olvídate de todo y termina la misión que teníamos pendiente, que era volver al cuartel sin ningún otro problema. Hasta que no llegamos no empezamos a asimilar lo que había pasado».
Por aquélla carretera del centro de Malí, durante las largas horas de viaje que les quedaban, intentaban no pensar en lo que acababa de pasar, pero era imposible. «Iba agarrotado, asustado con cada movimiento que hacía el coche», narra Alejandro.
Faltaban días para volver a La Isla. Pero, a pesar de la desgracia, en ese momento «comprendimos lo maravillosa que es la gente y lo bien que trabajan. Cuando se presenta una incidencia es cuando conoces a las personas de verdad. Y en las Fuerzas Armadas hay personas maravillosas », explica el sargento Rumaldo Cubides, jefe de uno de los pelotones de la Fuerza de Protección de Infantería de Marina EUTM-Mali XI.
Constantemente piensan en ello, pero se quedan con ese brindis que el último día realizaron en Malí en memoria de su compañero, acompañados de militares alemanes e italianos. «Aquí la vida sigue y nuestras familias no pueden vernos mal», declara el cabo primero Francisco Manuel Romero.
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El deber cumplido
Con sus seres queridos disfrutarán del merecido permiso tras pasar algo más de cinco meses en Malí. El cabo primero Romero y el soldado España volvieron el día 20 de mayo, mientras que el sargento Cubides y el soldado Kepa Aguinaga lo hicieron hace escasos días, el 27. La última semana ambos coincidieron con el segundo contingente de infantes de Marina que les relevó. Un tiempo que aprovecharon para darles consejos de «cosas que hemos ido aprendiendo día a día», cuenta el soldado Aguinaga. «Les pasamos el material, los vehículos, les damos novedades y después les llevamos por los itinerarios que hemos tomado y les damos recomendaciones que no están escritas pero que son de mucha utilidad. Cuando llegamos nosotros relevamos a personal belga y ellos lo hicieron igual entonces, nos llevaron a todos los sitios que conocían, nos enseñaron las rutas, nos dieron consejos. Quizá lo que no está escrito es lo que más se valora al final », explica el sargento Cubides.
Durante este tiempo en Malí han realizado unas 50 patrullas. Su trabajo, dar protección a los instructores de la Unión Europea encargados de formar al Ejército maliense , ha estado dividido en semanas. Una estaban de guardia en las puertas de la base y realizaban patrullas interiores, otra la pasaban en el cuarto de espera para salir ante cualquier incidencia, la siguiente daban seguridad a los desactivadores de explosivos mientras estos inspeccionaban a los vehículos que iban a entrar a la base. Posteriormente, una semana dando seguridad a los entrenadores, «para ello íbamos al lugar de la clase un poco antes para cerciorarnos de que no había nada raro, después escoltábamos a los ‘trainers’ a dicho lugar y les brindábamos protección durante toda la clase», desarrolla el sargento Cubides. «La última semana teníamos el cometido de escolta o patrullas fuera de la base, a Bamako, Segou, Monti, Sevare, el aeropuerto o el cuartel general, para dar seguridad al personal.También hicimos algunas patrullas con militares malienses por la ciudad de Koulikoro», explica.
Los cuatro destacan la buena relación tanto con los militares de otros países como con sus compañeros de La Legión desde el primer día, sin diferencias. « Una sola bandera y todos tiramos hacia el mismo lado». Así como el cariño especial que sienten hacia los españoles los ciudadanos malienses, un pueblo al que definen «orgulloso y alegre».
De Malí traen una mochila llena de aprendizajes. La vida sigue y toca readaptarse al día a día en casa . El soldado Aguinaga viajará en breve a Bilbao para reencontrarse con su familia, el cabo primero Romero y el sargento Cubides disfrutarán al máximo de sus hijos y el soldado España se casará en noviembre. Son infantes de Marina y lo tienen claro: volverán a ir «donde nos manden, es nuestro deber».

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