SAN FERNANDO
Confinados en un circo: de dar la vuelta al mundo a pasar tres meses aparcados en San Fernando
Desde octubre, la pandemia ha obligado a que los 30 miembros que componen a la familia Circus Las Vegas queden «atrapados» en La Isla a la espera de retomar su espectáculo
Una veintena de vehículos, entre remolques y autocaravanas, rellenan el interior de un cerco cuyo perímetro es dibujado por una amplia alambrada metálica. Desde fuera, se contempla la soledad y el vacío equiparable a la sensación de transitar –durante la noche– por algún parque empresarial. ... La nada. Nadie diría que, en aquel aparcamiento de grandes camiones situado en el paseo de La Magdalena de San Fernando, se emplazan artistas internacionales paralizados por la pandemia.
El coronavirus no solo arrebata vidas, también destruye empleos. Algo bien sabido, pero que conviene recordar para que nuestra piel siga siendo sensible. Una amarga lección aprendida por las once familias y un total de 30 miembros que componen al Circus Las Vegas , cuyos integrantes subestimaron una vez los devastadores efectos del Covid y ahora padecen los males de la enfermedad. Un espectáculo –el circense– en peligro de extinción. Una forma de subsistir que les ha llevado de dar la vuelta al mundo a pasar tres meses aparcados en San Fernando .
Confinados en San Fernando
En el interior de los aparcamientos de La Magdalena se observa una portería colocada entre camiones. Una furgoneta es desempeñada exclusivamente como cocina. Las diferentes caravanas, y todo lo que contienen, son custodiadas por perros. La entrada a este particular recinto se encuentra junto a unas taquillas que echaron el cierre hace mucho. «Llegamos a San Fernando hacia finales de octubre, cuando nos instalamos y colocamos la carpa tuvimos que desmontar por la nueva normativa de cara a Navidad », explica Tony Tonelly, dueño del Circus Las Vegas . El circo pretendía poner en marcha su actividad desde el 6 al 15 de noviembre.
Desde entonces, las once familias que trabajan en este circo han esperado en La Isla, armados de paciencia, a que la situación de la pandemia les ofrezca la oportunidad de trabajar. «Las condiciones que nos proponían nos forzaban a cerrar antes de las 18. Nuestro espectáculo es para niños y éstos tienen clases y actividades , a las 16 de la tarde nadie viene al circo», desgrana el hijo del regente , también de nombre homónimo.
Nadie les obliga a quedarse, pero tampoco han conseguido un nuevo destino al cual marchar en estos meses. La vida para los profesionales del circo consiste en viajar, de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo, en busca de lugares donde poder ofrecer su función. Una existencia errante que afrontan desde su infancia y un caprichoso oficio que les condiciona a no instalarse nunca , a permanecer en continuo trasiego. Precisamente es la movilidad lo que más se ha procurado restringir para acotar los contagios.
En San Fernando, los artistas se encuentran confinados en un espacio municipal –con luz y agua– en el que conviene saber que Circus Las Vegas ha pagado íntegramente sus correspondientes tasas sin poder haber recibido ingresos de sus espectáculos. Su rutina ha sufrido un gran contraste. « Me levantaba a las 6 de la mañana para pintar, arreglar y soldar antes del espectáculo . Mi hermana y mi mujer se encargaban de repartir los flyers. Comíamos a la 13 para comenzar a prepararnos a las 15 de cara a la función de las 19 y así día a día». Ahora reconocen invertir su extenso tiempo libre consumiendo contenido en diferentes plataformas digitales , «¡qué remedio!», se sincera Tony Tonelly hijo.
Los seis menores de edad, retoños de los artistas, reciben diariamente sus clases escolares . El tradicional colegio o instituto es sustituido por una enorme caravana azul. El Ministerio de Educación le proporciona al personal docente , el cual también se embarca en las diversas aventuras que atraviese Circus Las Vegas. El resto de integrantes del circo ensayan cada día, aunque lo hacen con la ansiedad de no saber cuándo podrán montar su carpa de nuevo.
Malabaristas, trapecistas, magos, payasos, antipodistas (malabaristas que se sirven solo de sus pies), equilibristas, alambristas …, cuya función iluminaba los rostros de mayores y pequeños, que ahora se consumen en un mar de dudas sobre su propio devenir laboral y el futuro postcoronavirus. «Estamos atrapados aquí hasta que podamos trabajar fuera».
Un año sin ingresos por la pandemia
«2020 ha sido un año perdido», resumen los Tonelly. A principios del curso, apenas tuvieron tiempo de actuar en Granada, Jaén, Linares y Córdoba. «Llevamos parados casi un año, pero siempre pagando los autónomos, la seguridad social, los seguros de los camiones , los certificados de sanidad y todas las tasas que nos piden», denuncian.
La mayoría de sus espectáculos, al igual que el previsto en La Isla, se cancelaron poco tiempo después de la llegada del Circus Las Vegas y antes siquiera de que pudieran realizar una sola función. Pese a ello, los integrantes desvelan no haber recibido «ni un solo euro» del invertido en impuestos para estacionarse en cada lugar.
Desde que se decretase el Estado de Alarma en España, los Tonelly cuentan con los dedos de una mano los días sueltos en los que han podido trabajar. Concretamente fue durante el verano, en las localidades de Benalmádena y El Puerto de Santa María , donde el miedo hacia el coronavirus tampoco ayudó, «no completamos nuestro nuevo aforo».
«El circo es seguro» , defienden. Para adaptarse a la nueva normativa anticovid, Las Vegas mermó sus gradas pasando de 1.200 personas a tan solo 150 asientos , una reducción de casi el 90%. La disminución de ingresos también va al compás del número actual de integrantes de la plantilla, «antes éramos el doble, pero he tenido que parar camiones. Es muy triste nuestra situación si la comparamos con años atrás, pero es que no nos dejan trabajar», declara Tony Tonelly júnior.
Como consecuencia de la pandemia, el Estado y otras Administraciones han ofrecido la posibilidad de solicitar distintas subvenciones , «nosotros no hemos entrado desgraciadamente», aclaran desde el circo. Del mismo modo, los artistas reivindican que s e tratan de «ayudas ridículas. Cuando tenemos trabajo, gastamos unos 1.500 euros por función» . Igualmente, aunque el circo está parado, «seguimos teniendo un gasto fijo porque, como mínimo, hay que comer y no tenemos fuente de ingresos».
Por su profesión, la mayoría de integrantes de Circus Las Vegas poseen diversos carnets de conducir. Sin embargo, admiten no encontrar ninguna oferta para trabajar momentáneamente en tareas de reparto o logística. «Por currar no será, nos apechugamos y trabajamos de mozos de almacén o de lo que haga falta, pero es que no hay empleo» , protestan los Tonelly.
Confinamiento en Montilla y polémica en La Línea
Tras concluir sus funciones –con llenos– en Córdoba capital , Circus Las Vegas se disponía a establecerse en Montilla de cara a mediados del mes de marzo de 2020. Ya en aquel tiempo, el runrún en torno al Covid-19 que azotaba Italia crecía en España, aunque muchos hacían oídos sordos. «En ese momento no me creía nada, pensaba que el coronavirus era una mentira. Desgraciadamente, se mueren amigos y ves que no hay trampa, la enfermedad es real» , se sincera Tony Tonelly.
Su primera función en tierras montillanas estaba prevista para el 13 de marzo, pero nunca se realizó. Desde su establecimiento en la localidad cordobesa a principios de ese mes hasta su posterior salida, en junio, transcurrieron duros meses de confinamiento en el que sobrevivieron gracias a la ayuda solidaria proporcionada por Cáritas, Cruz Roja, el Ayuntamiento y el pueblo de Montilla.
Esas semanas de estricto cierre impidieron llevar a cabo su habitual itinerario laboral que les hubiera transportado hacia Málaga, donde tenían previsto recorrer toda la provincia con sus espectáculos. En lugar de ello, permanecieron aparcados y sin recursos en unos terrenos situados junto al antiguo IES Emilio Canalejo Olmeda de Montilla –similar a su actual situación en San Fernando– después de haber gastado más de 5.000 euros en publicidad «para empapelar toda la Costa del Sol» , recuerdan.
Su delicada situación económica no hacía más que empeorar. En agosto , una vez entrada las restricciones más laxas en España, Circus Las Vegas se establecía en La Línea –bajo previo consentimiento municipal y después de haber abonado las correspondientes tasas– para realizar una serie de funciones entre el día 7 y 30 de aquel mes.
No obstante, el 5 de agosto, el alcalde de La Línea, Juan Franco, firmó un decreto que revocó la autorización al circo Las Vegas para su actividad circense «atendiendo a razones sanitarias y de prevención de contagios». Estas recomendaciones derivaron en una polémica salida de La Línea ya que les obligaban a marchar de la ciudad –destino a ninguna parte– antes del día 9 de agosto. Una decisión «drástica e inaceptable» para los artistas , que habían invertido unos 4.000 euros en publicidad.
El coronavirus a la altura del IRA
Mientras que Tony Tonelly hijo asegura que el circo «nunca ha atravesado una crisis similar» y que «no recuerda un desastre igual» como el que causa el coronavirus, por la memoria de su padre –antiguo trapecista y ahora presentador– discurren pensamientos que navegan hacia otras épocas incluso más convulsas.
«El coronavirus es como una guerra» , sentencia el mayor de los Tonelly. El dueño de Circus Las Vegas, perteneciente a una saga de circenses iniciada por su padre, ha actuado por países de todos los continentes y aunque ha conocido los albores de la profesión en aquellos días en los que se podía trabajar con animales, también rememora tragedias vividas en primera persona .
«Una vez actuando en África, en un pueblo cerca de El Aaiún (antigua capital del Sahara Español), sufrimos un ataque. Tuvimos que paralizar inmediatamente nuestro espectáculo, temíamos por nuestra vida». Dice Tony Tonelly extrapolando aquella dramática vivencia a la situación actual, «esa sensación de terror y de incomprensión es la que vive la gente ahora».
Asimismo, compara la pandemia con los conocidos ataques terroristas perpetrados por el Ejército Republicano Irlandés Provisional ( IRA ). Precisamente, el antiguo trapecista asegura ser testigo de uno de sus más despiadados actos, el denominado Viernes Sangriento , en el que el IRA detonó 22 bombas en Belfast (Irlanda del Norte) el 21 de julio de 1972 matando a 9 personas –2 militares y 7 civiles– y causando 130 heridos según cifras oficiales. Aunque Tonelly asegura que fueron «más de 80» los fallecidos en ese atentado. «Estábamos encerrados, controlados 24 horas por un helicóptero que nos sobrevolaba, nadie sabía ni quién era el enemigo ni qué podía pasar».
Las trincheras de la pandemia han ensombrecido a un siempre brillante circo. El dinámico y constante flujo de los integrantes de Las Vegas tan solo aminoraba un par de semanas cada ejercicio. «Nos movíamos durante todo el año, parábamos cuando terminaba Navidad, después ya volvíamos a trabajar. Durante el verano teníamos funciones cada día», repasa Tonelly.
El parón no solo ha pasado factura a los mayores de la familia. Inmersos en la cuarta generación de la saga, Maxi Tonelly –malabarista de 10 años, «el más joven de Europa» según su abuelo– también achaca sufrir nervios y ansiedad tras el confinamiento. «Las sensaciones son muy malas. Cuando nos paramos unos meses y volvimos a trabajar yo estaba muy nervioso porque, después de tanto tiempo, fallaba mucho en la pista, venía poca gente y entraba muy poco dinero», explica el pequeño integrante que compagina sus ensayos diarios con sus obligaciones escolares.
En este tiempo de confinamiento en San Fernando, Circus Las Vegas ha recibido propuestas de otros municipios, de momento desestimadas por la alta cuantía que se les exige a los artistas para poder emplazarse. «Están abusando, han subido el precio y estamos en una situación de crisis. Entiendo que los Ayuntamientos estén mal económicamente, pero no pueden abusar de nosotros», denuncia Tony Tonelly júnior.
A la espera de que transcurra esta «tercera ola» de contagios, Los Palacios (Sevilla) se postula como el mejor posicionado para acoger al circo. Del 12 al 21 de febrero esperan poder establecerse en el municipio sevillano, mientras consumen sus recursos deseando que lleguen a buen puerto los nuevos acuerdos y solicitando la colaboración y comprensión ciudadana: «nosotros solo queremos trabajar y somos tan seguros o más que otros sectores que han podido abrir».
Once familias, 30 personas –de ellos varios menores de edad– deseando que se concrete finalmente su próximo destino en Los Palacios, dejar atrás la pandemia y sus días confinados en los aparcamientos municipales del paseo de la Magdalena en San Fernando y poder decir aquello de «señoras y señores, niños y niñas, prepárense, la función va a comenzar».