SAN FERNANDO

La Casería, el desahucio de «la casa de todos»

Este enclave turístico y cultural de San Fernando encarna la resiliencia de un pueblo que no se rinde pese a la decisión categórica de Costas por desocupar los terrenos de la playa

La Playa de La Casería, que acoge a autóctonos y visitantes, en peligro de extinción ANTONIO VÁZQUEZ

José Pedro Botella

El 26 de octubre de 2020, la Demarcación de Costas en Andalucía-Atlántico acordó el inicio del procedimiento de recuperación posesoria del dominio público marítimo-terrestre (PDMT) del «núcleo de casetas y otras construcciones existentes» en la playa de La Casería (San Fernando). Fue la punta del iceberg del expediente abierto en 2002, cuando los propietarios de estas construcciones –ilegales para Costas – ya quedaron señalados para que cesaran su ocupación.

Desde entonces, poco ha variado la situación de estos dueños y sus casetas. «Costas no me deja ni poner un clavo para reparar el techo», comenta un pescador señalando a que un vigilante de la administración revisa cada mañana el estado del litoral de La Casería . Los trabajadores, hosteleros y marineros, continúan con su actividad, pero nadie es ajeno a que el trámite legal es firme y contundente. « El día menos pensado llegará una excavadora y tirará todo esto , pero mientras seguiremos aquí, es nuestra vida».

Una sensación de «frustración e impotencia» que trasciende más allá de aquellos que trabajan o residen en este barrio isleño. Y es que La Casería siempre ha sido «la casa de todos», considera Toñi Lebrero , secretaria de la asociación de vecinos de La Inmaculada. En plena crisis sanitaria, con las manifestaciones y las marchas vetadas, resuenan las voces de los afectados quienes recuerdan que «La Casería no se toca».

El lugar «de culto» que sostiene a un centenar de familias

Una de las esperanzas a la que se aferran los caseteros es la declaración de La Casería como Bien de Interés Público , trámite iniciado por el Ayuntamiento de San Fernando y que cuenta con el respaldo de todos los partidos de la oposición. Para ello, el Consistorio se apoya –entre otras cosas– en la singularidad del espacio, el cual ha sido escenario cinematográfico y uno de los enclaves turísticos preferidos por los visitantes «artistas e 'influencers' venidos de todas las partes de España y de Europa», argumentan.

De esto puede dar buena fe José Luis Rodríguez Carrión, uno de los 30 profesionales que se dedican al tradicional oficio pesquero en la playa de La Casería. Como cada mañana, José Luis repara sus mallas a la luz del patio donde convergen las distintas casetas de los pescadores. Es el momento preferido por los curiosos visitantes, quienes deciden inmortalizar el arte de unos hombres que dedican todo su tiempo a perpetuar este noble oficio. «Cuando me ven cosiendo, los turistas se sorprenden y me preguntan si pueden hacerme alguna foto. No tengo ningún problema, al contrario. Es normal, l o que se hace en La Casería no se ve en ninguna otra parte».

Desde que comenzó la pandemia, los pescadores ya no pueden ir a la lonja diariamente, lo que les afecta a su distribución del trabajo. «Una vez por semana, salimos a la 1 de la madrugada, llegamos a las 3:30, entre que vendemos y volvemos perdemos toda la mañana, no hay otra», se resigna. Los profesionales de este gremio se sirven del arte del trasmallo –redes de tres mallas que lanzan al mar– que se complementan con la técnica del «chapeo» , que no es otra cosa que golpear el agua para que los peces se asusten y vayan directos a la red. Ahora, en plena temporada de chocos, «lo habitual es echar las redes y esperar un día hasta recoger la pesca», indica José Luis.

Una estrategia que, paradójicamente, se aproxima a la situación que abordan los dueños de las casetas señaladas por Costas. Desde que recibieran las primeras solicitudes, alegaron la legalidad de sus humildes construcciones. «La mayoría son casetas de madera que se levantaron hace más de 60 años y que no se han tocado desde entonces» . Presentaron la documentación que les reconoce como propietarios y tramitaron las reclamaciones que posteriormente fueron rechazadas en dos resoluciones recibidas primero el 11 de diciembre y finalmente el 15 de enero. Les queda el recurso de alzada ante la Dirección General de la Costa y del Mar del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, un procedimiento jurídico que muchos descartan directamente por lo costoso que resulta, máxime en tiempos de crisis. Sin muchas más opciones en el contencioso, «ahora toca esperar».

Una vida entre tablas de maderas

Los pescadores trabajan «de la manera más sostenible que conocemos», defiende José Luis. Para ellos, la playa de La Casería es más que su lugar de trabajo, «es el sitio en el que pasamos más tiempo, por encima incluso que en nuestras casas». Un esfuerzo por no incurrir en prácticas denunciadas y constatadas en otras zonas de la Bahía que consideran que, desde Costas, no tienen en cuenta, «nuestro trabajo mantiene viva a esta zona y somos los pescadores los que nos preocupamos de que la playa esté bien porque dependemos de ello, cuando nos echen no quedará nadie para velar por el litoral y habrá más miseria y paro».

La mayoría de casetas fueron construidas antes de los años sesenta, previo pago de una licencia concedida por la Comandancia Militar de Marina de Cádiz. Pese a ello, a nadie se le escapa la presencia de numerosas edificaciones de hormigón y ladrillo. Éstas sustituyeron a ciertas originales casetas de madera que salieron ardiendo como consecuencia de dos incendios producidos en los años ochenta, «uno de ellos tras un accidente y que causó que 80 casetas fueran calcinadas, mientras que el otro fue intencionado», aseguran desde la Cooperativa de Pescadores de La Casería. «Quizás si no se hubieran hecho estas cosas, Costas nos habría dejado en paz», consideran.

José Luis, como la mayoría de sus compañeros, comenzó en el oficio siendo todavía un niño, primero mariscando y luego siendo marinero. Ahora, patrón de su propia embarcación, también crea empleo. La vida en el mar «engancha», se sincera. «Pese a que no ganas para pagar, sigues aquí. Si te va mal, sigues aquí . Esto da para mantenerse». Una profesión dura, que requiere de perseverancia y cuya mayor recompensa es contemplar los amaneceres y las puestas de sol reflejados en la orilla de La Casería.

En su caseta, repleta de aperos de pesca, se esconde el diario de su propia existencia. «¿Dónde me meto yo con todo esto?» , se pregunta desanimado mientras realiza un gesto de aspaviento. Desde que comenzaron los procedimientos de recuperación posesoria, ni José Luis ni el resto de los pescadores se fían de terceras personas que quieran aprovechar la situación para robar en sus propiedades . «Hasta ahora, este siempre fue un lugar tranquilo. Pero la gente sabe que tenemos muchísimo material y que no tenemos dónde guardarlo, hay que estar alerta». Desde noviembre, el hijo de José Luis duerme en el interior de su caseta vigilando «por lo que pueda pasar».

Muchos propietarios ya no se dedican a emular a sus padres y abuelos. Sin embargo, mantienen la parcela y le dedican el tiempo que merece para que ésta actué como el vínculo entre el pasado y el presente de su familia. Una alianza sentimental «amenazada de muerte» por el derribo solicitado por la autoridad. «Si me tiran esto, me iré a cobrar el paro y a buscarme la vida de furtivo, no me quedará otro remedio» , advierte José Luis. Una opinión secundada por aquellos que han dedicado su vida a La Casería y ahora afrontan la desaparición todo lo que han conocido.

«Quieren tirarlo todo para dejarlo abandonado»

No todo el trabajo de la «playita» –como se le conoce en la zona– son empleos de marineros o pescadores, en el litoral también hay espacio para dos locales hosteleros que viven con matices diferentes las resoluciones dictadas por la Demarcación de Costas en Andalucía-Atlántico. El primer local, la Cantina del Titi-El Bartolo (inaugurada en 1934) , cuenta con una la concesión demanial concedida por la Junta de Andalucía que les permite su explotación en este enclave, una situación que depende de posibles renovaciones con la Consejería de Medio Ambiente y Ordenación del Territorio. Su propiedad es la única que, de momento, no puede ser desalojada por Costas, pero muestran su apoyo y solidaridad con quienes ocupan el papel de «víctimas» en este proceso.

En los años cincuenta, Enrique Muriel Venero se dedicaba a las construcciones navales en La Bazán, «como medio San Fernando», rememoran. Junto a su mujer, María Rondán González , comandaban una familia numerosa con un total de 12 hijos. Para «poder darles de comer», Enrique co gió unos cañizos y puso en marcha el merendero La Corchuela , lugar elegido por los pescadores de la zona para culminar una ardua jornada.

Tres generaciones después, este negocio familiar fundado en 1951 puede haber servido sus últimas raciones de menudo y carne al toro, sus especialidades más demandadas. Desde 1991, Miguel Muriel Rondán, hijo de Enrique, regenta La Corchuela . Miguel recuerda que fue su padre quien pagó un canon a la Armada para el establecimiento de su negocio, por lo que defiende la legalidad de su construcción. Su familia ha presentado el recurso de alzada, van a llevar el procedimiento hasta el límite que la legislación les permita. No obstante, no se muestran optimistas, «he hablado con Costas y me han asegurado que esto ya está ejecutado, no hay vuelta atrás» , lamenta Miguel.

Desde su punto de vista, «Costas quiere recuperar una playa que no es playa, todo esto es fango». Miguel Muriel sentencia asegurando que «quieren tirarlo todo para dejarlo abandonado» , debido a que el proyecto de regeneración de La Casería se encuentra desfasado . Ese conocido plan, que pretendía consolidar la creación de un gran paseo marítimo que conectase La Casería con el Cementerio de los Ingleses e incluso con Bahía Sur, ha quedado «en desuso», según asegura el Consistorio. Por lo que no existe alternativa inmediata una vez que finalice la «ocupación» de la playa.

Para salvar a los dos negocios, los más de cien puestos de trabajos que crean en temporada alta y a todos los empleos pesqueros de La Casería solo aparecen dos opciones posibles: un hipotético retranqueo del muelle donde se emplazan actualmente las casetas para cumplir con la Ley de Costas ; o que el procedimiento pueda atrasarse gracias a los recursos de alzada presentados y que esto dé cabida a que La Casería sea reconocida como Bien de Interés Público.

Mientras que todos coinciden en felicitar el pacto alcanzado por los diferentes partidos de San Fernando para defender el patrimonio de La Casería, son muchas las voces críticas que señalan que esta protección llega tarde. Si derriban al medio centenar de casetas que dibujan este desigual paisaje, intrínseco como pocos, «la playa de La Casería no volvería a ser igual y nunca encontraríamos nada parecido en ninguna otra parte» , recalcan los vecinos. Los mismos que, desde noviembre, defienden a ultranza su patrimonio y que no se cansan de contestar a las preguntas formuladas por los medios y curiosos. «¿Qué vamos a hacer ahora? Seguir luchando, no nos dan alternativa».

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