Batacazo olímpico

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El fútbol es enorme porque es un puro contrasentido con suma frecuencia. Es indudable que el talento de los jóvenes españoles, con Isco como líder, es mucho mayor que el de los siempre competitivos serbios, pero resulta que los balcánicos estarán en la fase final del Campeonato de Europa sub-21 y los vigentes campeones se quedan fuera de combate y, lo que es más grave, sin poder competir en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro.

Más allá de la mala suerte y sin pecar de ventajistas, algo se habrá hecho mal cuando el fútbol español se quedó fuera de Atenas, tampoco se clasificó para Pekín, fracasó con estrépito en Londres y se perderá la aventura carioca. España, campeona continental en 2011 y 2013, fue un quiero y no puedo en el renovado Ramón de Carranza. Soñó con la remontada en el descuento, cuando Sergi Roberto empató, pero casi en la jugada siguiente llegó una pérdida de Óliver Torres y el gol de Kostic que destrozó a los españoles, víctimas de su falta de pegada, de confundir la paciencia con la parsimonia y de recurrentes desajustes defensivos.

Sin el sancionado Morata pero con Munir, la perla de la inagotable cantera azulgrana que pule Luis Enrique ya en el primer equipo, España presentó un equipo de lujo. Es cierto que Del Bosque ha perjudicado a la sub-21 al dar la alternativa en la absoluta a Carvajal, Bernat, Koke y Alcácer, todavía en edad de jugar con los pequeños, pero no caben excusas. Con medios y atacantes como los que presentó en Cádiz el combinado de Albert Celades, había sobrados argumentos para batir a la correosa Serbia.

Posesión estéril

Los españoles se hicieron desde el principio con el control del balón, llegaron a tener una posesión próxima al 80% pero apenas inquietaron a los rivales, encerrados cerca de su área y a la espera de aprovechar acciones aisladas. Los locales abusaron de entrar por el perfil izquierdo, con Isco, Munian y las incorporaciones de Gayà, y se hicieron predecibles por su lentitud.

No pudo tener más fortuna el equipo de Radovan Curcic porque se adelantó en su única aproximación de la primera mitad. Fue un churro de gol, ya que el centro de Pesic lo despejó el lateral zurdo del Valencia contra Saúl. Carambola fatal y gol en propia meta que obligaba a una reacción. Aumentó el ritmo la selección a partir de esa desgracia y se mereció ya empatar antes del descanso. Munir no llegó por muy poco a un centro de Manquillo.

Más problemas tras la reanudación por la lesión de Muniain, que se lastimó el hombro tras una dura entrada que se quedó en amarilla para el defensor pero bien pudo ser roja. No llegaban los goles y Celades recurrió a Sandro, Óliver Torres y Sarabia porque ya no había nada que guardar. Deulofeu se marchó malhumorado y Saúl pasó a jugar de central. Todo el juego pasaba por Isco, técnicamente maravilloso pero poco contundente. De las botas del malagueño nació un gran pase a Sandro, que hizo un movimiento sensacional pero lanzó al palo.

A un cuarto de hora del final, fue el madridista el que lanzó cruzado, pero su lució Dmitrovic, el portero del Ujpest Dosza húngaro. No había forma. Cuando entró el pase de Sergi Roberto sin que nadie la tocase y aún faltaban casi cinco minutos de prórroga se pensó en la proeza. Pero el extremo del Stuttgart desató el delirio serbio en la ‘Tacita de Plata’. Los de Celades no salían de su asombro.