El Athletic toca fondo en Bielorrusia

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El Athletic se mira en el espejo y no se reconoce. No sabe qué ha sucedido, pero tiene la sensación de que, sin enterarse, se ha convertido en otra persona. No es que no luzca relumbrante como hace meses. Es peor. Nada le queda bien, se siente incómodo en su propia casa, no tiene confianza en ser aceptado cuando aparece en otros domicilios porque termina como el invEl Athletic se mira en el espejo y no se reconoce. No sabe qué ha sucedido, pero tiene la sensación de que, sin enterarse, se ha convertido en otra persona. No es que no luzca relumbrante como hace meses. Es peor. Nada le queda bien, se siente incómodo en su propia casa, no tiene confianza en ser aceptado cuando aparece en otros domicilios porque termina como el invitado al que todos zarandean a modo de entretenimiento. Tras digerir disgustos, pero no comprenderlos, se presentó en Bielorrusia creyendo que era el lugar ideal para lograr una terapéutica dosis de autoestima y de paso tres puntos vitales para poder presentarse en fiestas con las que soñaba hace no mucho.

En el Borisov Arena tocó fondo. No por caer, sino porque completó un ejercicio de posesión absurda, jalonada con decenas de imprecisiones y errores groseros como el que cometen los jóvenes de Lezama. La derrota le condena a sacar todos los puntos posibles en casa, seis, y no ser derrotado en Donetsk ni en Oporto. En la situación actual, en el inicio de octubre, la misión se antoja imposible.

El BATE entregó la pelota, los vascos la tuvieron sin generar nada, pero asustó a balón parado: con una falta lateral en la que Gorka chocó con Signevich y con un córner tras una serie de rebotes. En el segundo llegó el gol. Bola al primer palo que rozó en la espalda de Iraola y le llegó a Polyakov, que estaba solo mientras Iturraspe y Balenziaga asistían al remate en primer fila. El gol dejó KO al Athletic, que casi encajó otro de Signevich segundos después. Valverde parecía resignado. Un centro chut de Ibai lo repelió junto al larguero Chernik, más precavido que temeroso. El palo sí que lo cató el BATE con un derechazo violento de Signevich a la base de la portería.

Cada contra bielorrusa hacía temblar a Gorka. El 2-0 estaba cerca y llegó en un acción desafortunada. Disparó Karnitski, pegó en la punta de la bota de Iraola y terminó en la red. Al patito feo le faltaba llorar. En la única jugada combinativa llegó el gol de Aduriz, que aprovechó una gran control de Muniain, que tras un regate en una baldosa, asistió al delantero, inventor de un gol jugando de espaldas. En un minuto importantísimo, justo para conseguir margen de maniobra e irse al vestuario pensando en qué mejorar.

Era el momento de demostrar carácter, de rescatar el espíritu competitivo... pero en los primeros minutos hubo tres ocasiones claras locales. La sensación y la dinámica era la misma pese a que ‘Txingurri’ había apostado por De Marcos y Susaeta para generar más revoluciones en el centro del campo. No le convence situar al primero en la línea de medios, posición en la que brilló con Bielsa, ya que considera que no controla los partidos. Así fue.

El duelo era un correcalles del que sólo podía salir trasquilado. El BATE esperaba errores y salía con peligro intimidando a un rival dormido, que casi encajó un gol en un saque de banda. Perdía todos los duelos, no era capaz de sumar tres pases seguidos, no controlaba el balón... Un horror, un grito que rompe cristales y espejos. Lo mejor es que llegó a la media hora final a un gol de empatar, con la opción real de sumar un punto que aliviara el dolor de una derrota histórica ante un club que no había sido capaz de sumar ante nadie de nuestra Liga en ocho partidos.

Pero la misma zaga que se llevó seis del Oporto, cuyo empate ante el Shakhtar mitigó el batacazo, parecía un muro infranqueable para los rojiblancos. Sólo una opción aislada podía evitar una derrota que debería ser mayor a esas alturas del partido. Otro rival de relumbrón hubiese conseguido una ‘manita’. Entró Toquero, hizo una amarilla y dispuso de una ocasión clarísima, instantes después de que Susaeta gozase de la mejor opción para el empate, pero Chernik sacó una buena mano para lograr un triunfo en el estreno de Borisov Arena. Fiesta en Bielorrusia y depresión en Bilbao, donde están viviendo una pesadilla tras tocar con los dedos un cielo de estrellas.