El caballero de la visera y los bombachos
Actualizado: GuardarHubo una época en la que el golf se movía entre caballeros elegantes, con una indumentaria marcada por sus calcetines de cuadros escoceses y los chalecos de punto, que marcaron una tendencia en los jugadores de generaciones venideras. Eran los años veinte cuando Bobby Jones, el perfecto estereotipo, y Walter Hegen, que lucía un punto de fanfarronería, elevaron hasta la leyenda la imagen de este deporte entre el público.
El estilo de los dos geniales golfistas no perduró mucho… hasta que un joven de Springfield, Missouri (o Misuri, para los más modernos y adaptados a los mandados de la RAE), decidió hacer de su vestimenta estrafalaria su signo de identidad. Ese joven, Payne Stewart, seguía un consejo paterno: “La forma más fácil de destacar entre la multitud es vestir de manera diferente”.
Dicho y hecho. Desde sus inicios en el deporte profesional, a Stewart, graduado en la Universidad Metodista del Sur, le salían adeptos por su peculiar forma de ser y su simpática manera de vestir. Siempre fue uno de los favoritos del aficionado al golf, que encontraba un tipo fiel a sus ideas, como la de unificar los diferentes circuitos, sincero, bonachón, simpático y bondadoso.
Su heterodoxia vistiendo le permitía una vida tranquila en cuanto salía de los circuitos, donde era un buen padre de familia (su hijo Aaron trata de seguir sus pasos en el deporte que amaba su padre). Pasaba desaperbicido, hasta el punto de que cuando Mickael Jackson se interesó en la mansión de Florida que Stewart ponía a la venta, el icono del pop no reconoció al “golfista de la ropa divertida” hasta que su agente inmobiliario se lo comentó.
Sus maneras de vestir le valieron un acuerdo con la NFL para vestir de los colores de la franquicia de fútbol americano más cercana a la ciudad donde disputase el siguiente torneo de golf. Pero no todo era ‘fachada’ en Payne Stewart. Por encima de todo, era un golfista «cómo mandan los canones». Tenía un golpeo limpio, un swing académico, digno de enseñar en las mejores academias de este deporte, y era uno de los pegadores más rectos en el PGA Tour (el circuito americano).
A medida que avanzaba su carrera, su golf se hacía más solido en cada campo. Con dos grandes en su palmarés, el momento que marcó la carrera deportiva de Payne Stewart ocurrió en Pinehurst, durante el US Open de 1999. En un feroz mano a mano con otra leyenda norteamericana como era Phil Mickelson, Stewart embocó en el hoyo a una distancia de cuatro metros y medio, en el hoyo 18 del campo situado en el estado de Carolina del Norte. Aún hoy, esa es la distancia más larga con la que se ha logrado ganar el Abierto de los Estados Unidos, uno de los cuatro grandes torneos del golf mundial.
Su gesto y su putt ya forman parte de la leyenda de este deporte. Sostenido en su pierna izquierda y estirando su puño derechoque miraba al hoyo «cómplice» en el que había logrado su segundo US Open y había hecho historia. La celebración y la recogida del trofeo, al que abrazaba como si lo hiciera a su mujer Tracey, a la que miraba de forma picarona, es una de las imágenes más recordadas de su carrera y de aquel mítico US Open de 1999.
La Ryder Cup de 1999, disputada en Brookline, y que se celebra este fin de semana, fue su última gran conquista. A pesar de que fue derrotado en los ‘foursomes’ por Sergio García y Jesper Parnevik y en el duelo individual de la última jornada por Colin Montgomerie por un golpe de diferencia, Stewart protagonizó una de las imágenes del torneo, al abrazarse en señal de disculpa el escocés por el comportamiento de la multitud de aficionados norteamericanos que trataban de desconcentrar con abucheos y provocaciones al componente del equipo europeo.
El 25 de octubre, cuando viajaba a Dallas para visitar el campo que proyectaba construir, fue el final de su vida. Su avión, un Learjet 35 de 10 plazas, sufrió un fallo técnico que le hizo ascender hasta los 13.716 metros, lo que provocó la despresurización del aparato y la muerte por falta de oxígeno de los cinco pasajeros y el piloto de la nave. El avión, en piloto automático, era un ataud volante al que los cazas que le escoltaban para derribarlo en caso de poner en peligro la vida de más personas en tierra certificaron la muerte de la gente que iba dentro del mismo.
El vuelo terminó en Dakota del Sur, cuando la falta de combustible hizo descender bruscamente la nave hacia una zona agrícola, sin peligro para la población. Las llamadas de su mujer Tracey, que veía las imágenes por televisión, no encontraron nunca la respuesta de Payne Stewart. La leyenda se había convertido en mito, recordado en Pinehurst, el campo unido para siempre a la historia del peculiar golfista, donde una estatua que rememora su celebración tras ganar su segundo Abierto de los Estados Unidos, preside la entrada al Club de Campo.