Anna Chapman, la espía rusa en la pasarela

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Como siga así, Anna Chapman va camino de convertirse en una Mata Hari. Como la holandesa que se creyó india y se dibujó un pasado de parientes brahmanes, Anna está engordando su biografía de diva de página rosa con carnaza mediática y desnutriendo su ya escuálido perfil de espía. La rusa no ha sabido guardar su discreción ni dentro de una gabardina a lo Chandler (estilo Bogart), ni detrás de unas gafas de sol. Ya a los viejos sabuesos del KGB, reyes del escondite acostumbrados a no decir ni 'mu', las artes de la Chapman les parecían artimañas de medio pelo.

Es verdad que ya no trabaja a mayor gloria de Rusia (¿o sí?), puesto que fue pillada en 2010 con las manos en la masa, acusada de conspiración contra Estados Unidos y deportada según el tratado de intercambio de prisioneros entre los dos países. Pero a la hija de Irina y Vasily Kushchenko –al parecer, miembro del antiguo KGB–, no le valió ser recibida con honores por Vladimir Putin y arropada con el calor del patriotismo. Ni tuvo suficiente con un premio del tamaño de un cargo de asesora del presidente de un banco vinculado al sector espacial. (Más información en MujerHoy.com)