Messi devuelve el esplendor al Barça
Los azulgrana salieron reforzados de un clásico enorme y polémico que aparta al Madrid del liderato
MADRID Actualizado: Guardar«Los muertos que vos matáis gozan de buena salud», escribió el escritor y dramaturgo mexicano Juan Ruiz de Alarcón en ‘La verdad sospechosa’. Una sentencia del Siglo de Oro extensible a todos los tiempos y que elevó el Barça a su máximo exponente en el Bernabéu. Se presentaba con dudas, desnortado, alejado de sus mejores días y derrotado en sus últimas salidas a San Sebastián y Valladolid. Sólo le valía recuperar sus virtudes y dar un golpetazo en feudo enemigo para agarrase la Liga. Y se impuso en un clásico extraordinario que tuvo de todo: alternativas, golazos y polémica. Una vuelta después, el Madrid volvió a perder. A pesar de su letal pegada, los de Carlo Ancelotti evidenciaron que no pueden con sus rivales directos. Y hasta ahora nadie ha conquistado una Liga sin ser capaz de imponerse al segundo y el tercero. El magnífico duelo quedó marcado por la expulsión de Ramos, tras el penalti cometido sobre Neymar, y el triplete de Messi, que recuperó todo su esplendor en un momento clave. El Barça maravilló en el centro del campo y el ataque, pero se mostró vulnerable atrás. Y el Madrid, imparable cuando puede correr y contragolpear, perdió por completo la batalla en la zona de creación. Ni Xabi Alonso, ni Modric, estuvieron a la altura.
Los gestos en el túnel de vestuarios son sintomáticos en los prolegómenos de las finales, y la de anoche era una para el Barça. Abrazo de Piqué a Messi, besos de Víctor Valdés al astro argentino y más carantoñas de Neymar al rosarino. Bien saben los culés que su suerte en el final de curso depende en gran medida de las prestaciones del máximo goleador en la historia de los clásicos, ya por delante de Di Stéfano con 21 dianas. Confían los azulgrana en su estrella igual que miran de soslayo a Neymar, que pasó de puntillas en el Bernabéu. Ya sea por la antigua lesión que le impide alcanzar su mejor forma, por el embrollo judicial relacionado por su contrato o por el lógico período de adaptación, a Neymar aún le falta aún empaque para marcar diferencias en los duelos de altísimo rango. Muy por debajo de Messi e Iniesta, sin duda.
El manchego fue clave en el extraordinario arranque de un Barça que recordó al de sus mejores tiempos con Guardiola. El Madrid presionaba con valentía la salida de balón de los rivales, pero en cuanto los del Tata superaban esa primera línea de agobio, hilaban un fútbol de salón y disfrutaban de espacios impensables a priori. Movilidad, pases certeros, rápidos, a uno o dos toques, y siempre con intención de dar amplitud al juego o buscar la incorporación entre líneas de Messi, Cesc y Neymar. Con indiscutible superioridad en el medio porque los bajitos podían con creces con Xabi Alonso, Modric y Di María, que atacaba mucho más de lo que defendía, el Barça se gustaba y silenciaba el Bernabéu. Marcó Iniesta, tras asistirle Messi y lanzar pegado al travesaño, y la tuvo el argentino, que erró solo delante de Diego López.
El Barça era muy superior en el juego pero los latigazos del Madrid eran imponentes. Con espacios, Cristiano y Bale se proyectan como nadie en el mundo. Pronto se vio que Alves sufría a sus espaldas y por ello reclamaba a un Neymar que deambulaba. El dominio era de los visitantes, pero las ocasiones se repartían. Atrás, este Barça es muy vulnerable porque le falta un líder tipo Puyol, un defensa con jerarquía, colocación, contundencia y dotes de mando. Aunque Martino cambió el perfil de sus centrales y situó a Mascherano en el lado derecho para que ayudase a Alves, el ‘Jefecito’ se veía impotente. Tiene colocación y buen sentido táctico, pero no es un zaguero de garantías. Pierde en las disputas con futbolistas como Benzema, que erró dos ocasiones, pero marcó dos grandes goles que voltearon el duelo. Primero, se elevó para cabecear por encima de sus marcadores. La tocó Valdés pero no lo suficiente. Y cuatro minutos después, controló un gran pase de Di María y la cruzó lejos del portero.
Al filo de la navaja
Con estilos diferentes, más romántico el del Barça y más pragmático el del Madrid, el clásico respondió con creces a las expectativas. Mandaron el juego, el balón, la estrategia y las constantes llegadas a ambas áreas. Ni siquiera los jugadores se detuvieron en protestas inútiles, aunque ya en el primer acto pudo haber un penalti por derribo de Pepe a Neymar y otro por mano de Cesc en una falta lanzada por Cristiano, demasiado individualista toda la tarde. Con el marcador en contra, el Barça estaba al filo de la navaja. Cada contragolpe del Madrid le suponía peligro de muerte.
El despliegue de Di María era superlativo. Percutió por el costado izquierdo y sacó los colores a cuantos defensores le salían al paso. Extenuado, tuvo que ser atendido fuera del campo. Dio un recital de orgullo, amor propio, velocidad, desequilibrio y asistencia. A los catalanes les costaba penetrar entre unas líneas enemigas cada vez más juntas y retrasadas. Hasta que Messi encontró un hueco casi imposible cerca del descanso, se lo guisó y se lo comió tras un mal control de Neymar. Hubo un amago de pelea entre Cesc y Pepe que se quedó en anécdota.
No bajó el trepidante ritmo tras el descanso. Una galopada de Cristiano fue cortada en falta por Alves fuera del área pero Undiano se fue al punto de penalti. El luso no perdonó. Pero poco después, Messi se aprovechó de un grave desajuste defensivo y dio un pase genial al Neymar, que arrancó en fuera de juego y luego fue objeto de un claro penalti de Ramos que le costó la expulsión al sevillano. Con empate, porque Messi tampoco erró, y uno más, al Barça le quedaba casi media hora por delante. Un mundo para el vigente campeón. Ancelotti tuvo que echar mano de Varane en lugar de Benzema y el Tata buscó más profundidad con Pedro en lugar del errático brasileño. Llegó un dudoso penalti a Iniesta, si acaso más de Xabi Alonso que de Carvajal, y Messi la clavó por alto. El Barça salió triunfante del ‘match ball’ en contra y dejó líder al Atlético.