Gerard Mortier: «Se equivocan los que programan pensando en el gusto del público»
El director artístico del Teatro Real considera que el mecenazgo cultural, aunque importante, nunca puede sustituir a las ayudas públicas
BILBAO Actualizado: GuardarEs un agitador de la cultura y azote de los reaccionarios de la ópera. Y está encantado de ello. Gerard Mortier (Gante, 1943), el director artístico del Teatro Real de Madrid, ha recibido grandes aplausos y feroces críticas; la última esta primavera con 'C(h)oerus', que fue todo un escándalo. Pero sonríe pícaramente y se encoge de hombros cuando se le pregunta si le importa. «No crea, en Madrid hay muchos 'mortieristas'», asegura. Defiende con convicción la singularidad de la creación: «Nunca hay que programar para el público, sino convencerle de nuestra programación». Lo dice y se queda tan tranquilo. Considera que su trabajo en la ópera es hacer reflexionar y divertir a la gente. Mortier ha participado en el curso de verano de la UPV sobre "Gestión y dirección artística", donde ha insistido en que la cultura es un pilar básico de la sociedad, «no un apéndice como la ven algunos».
- Estamos en un momento de profunda crisis económica, con presupuestos a la baja. Hay quien dice que la cultura no es esencial. Con este panorama, usted insiste en sorprender. ¿Cómo es posible?
- La culpa de la crisis la tienen la sociedad y sus políticos, que han permitido que los agentes económicos les dictaran lo que tenían que hacer. Pero el neoliberalismo se ha acabado. Debemos ir ahora a una mayor integración europea de la cultura. La única forma de salir de esta crisis es a través de una conciencia social, una conciencia que nace en la cultura. La ópera también debe ayudar, por ello se ha rebajado la subvención en el Real en un 20%. Esto es un buen ejercicio para reflexionar sobre cómo gastamos el dinero, por qué lo gastamos y cómo lo vamos a hacer. Nosotros hemos congelado los cachés de los artistas, bajado el sueldo de los empleados y yo no pienso gastar casi nada en decoración y vestuarios. Se puede hacer muy buen teatro sin oro y sin terciopelo rojo. Hay que luchar contra el populismo. El teatro debe ser un lugar para divertirse pero también para reflexionar.
- Sin embargo, muchos programadores están optando por temporadas más de repertorio, para garantizarse el lleno.
- Si tu programas siempre "La bohème" o "La traviata" solo interesas a la parte más conservadora de los aficionados. El mejor ejemplo es el caso del Guggenheim. Gracias a él, Bilbao es ahora un gran centro cultural y no era lo que en su momento quería el gran público. Para mí es fundamental programar títulos que aporten algo más que divertimento.
- ¿Considera todavía que un programador cultural debe ser un agitador?
- Sí. La sociedad debe ser agitada para que piense, para que no se duerma.
- Con las subvenciones a la baja ¿es la hora del mecenazgo? ¿cree que coarta la libertad del creador?
- En el Real tenemos guardados siete millones de euros de mecenazgo y va bien. El mecenazgo es importante, pero no puede sustituir a las subvenciones públicas. Las subvenciones son más democráticas que el mecenazgo en el que una sola persona decide. Esto es muy peligroso. En Europa hay una aportación pública básica y después se buscan otros ingresos; me parece mejor fórmula que la estadounidense.
- Ahora se habla de rentabilizar la cultura, ¿es posible?
- No, porque no está pensada para ser rentable sino para crear; es un pilar de la sociedad que hace posible la civilización. Aprobamos impuestos en democracia para hacer cultura, para educar; luego la función de la cultura es pública, no de generar dinero. Si no seguimos invirtiendo en cultura retrocederemos a la barbarie.
- Siempre dice que no se debe programar pensando en el público. Pero sus relaciones con ese público no son demasiado buenas...
- (Risas) No es verdad, tengo muchos "mortieristas". También es cierto que divido al público. Pero hay que tener presente que en la ópera se encuentra el público más reaccionario. En mi trabajo me interesa apelar a la inteligencia y a la emoción de la gente, pero algunos solo vienen a la ópera para escuchar bel canto. Me parece que la ópera es un espectáculo demasiado caro para solo eso, para no pensar. Lo que me interesa es el público, no sus gustos. Creo que se equivocan los que programan solo pensando en el gusto de ese público. Este domingo, por ejemplo, estrenamos "Ainadamar", en la que se reflexiona sobre la vida y muerte de García Lorca en un montaje de Peter Sellars. Esto me interesa.
- Luego hay compositores que no incluiría nunca en su teatro.
- Verdi era político, además de bel cantista; Beethoven era político; Mozart era político. Puccini era solo bel cantista. Todos los grandes artistas siempre fueron políticos, no de partido sino que obligaban a reflexionar sobre la sociedad, la injusticia, la muerte, etc.
- Se declara "no wagneriano", pero ha programado cuatro óperas de este compositor en dos temporadas.
- Para mí el más grande sigue siendo Mozart, pero es cierto que he cambiado mi actitud hacia Wagner. Es un compositor que te gusta cuando eres joven por la fuerza de su música, luego deja de interesarte y al final descubres su genio.
- ¿Cómo ve su paso por Madrid?
- Como una gran pelea, como siempre, pero con cambios y cambios en el público. Perdimos 2.000 abonos y hemos conseguidos otros tantos de gente nueva. Estoy satisfecho.