El fin de una ambición
El abogado hispalense es el último de una saga de mandatarios del fútbol ligados a la política y a las elites a los que la Justicia bajó de su pedestal
SEVILLA Actualizado: GuardarJosé María del Nido Benavente es uno de los nombres más conocidos en la Andalucía del siglo XXI. Su presidencia del Sevilla FC y los casos de corrupción en la ciudad de Marbella en los que ha estado implicado hicieron de él un hombre poderoso y acostumbrado a la primera plana, al que le gustaba plantarse delante de un micrófono cada vez que veía la oportunidad idónea para sacar pecho o proteger su imagen. Aún colea una famosa frase suya, previa a una rueda de prensa improvisada en el año 2005 en un conocido hotel del barrio de la Macarena: «Estáis deseando hablar con el hombre más importante del mundo, después del Papa». Aquella ocurrencia es fiel reflejo de quién es para bien y para mal este letrado hispalense que en horas se verá obligado a dejar el cargo en el equipo futbolístico, antes de que los jueces le encarcelen durante años por varios delitos de corrupción.
Llegó a la presidencia del Sevilla el 27 de mayo de 2002. Lo hizo rodeado de promesas 'berlusconianas', asegurando que nunca permitiría la emigración de su afición desde su estadio propio a uno alquilado para fines especulativos en las afueras de la ciudad. Puso al servicio del club su discurso clásico, propio de los populistas de la época en la se crió. Aprendiz avanzado de los Gil, Lopera, Roig, Samper, Caneda, Núñez o Lorenzo Sanz, catalogó una deuda de 40 millones como «simple calderilla». Fue la primera señal del camino que iba a emprender.
El segundo aviso llegó cuando logró convencer a amigos y enemigos de la supuesta traición de Florentino Pérez al pagar la cláusula de Sergio Ramos, algo que nunca llegó realmente a ocurrir. Ejemplos varios de la aureola que rodeó a un abogado acunado al amparo de la gloria, tanto en lo profesional como en lo futbolístico, hasta conseguir borrar un pasado turbulento en los dos planos de su vida.
Cuando aterrizó en la planta noble del estadio Sánchez-Pizjuán, a pocos engatusaba con su retórica. Muchos recordaban dos imágenes claras. La primera, su huida a EuroDisney, a pesar de que era vicepresidente de la entidad, el día en que el club bajó a Segunda División B por no cumplir los requisitos de reconversión en sociedad anónima. La famosa liga de 22 equipos en el verano de 1995. La segunda espina clavada eran sus vínculos con la familia Gil, el Atlético de Madrid, Marbella y el 'Don' de estilo andaluz que era Jesús Gil. Incluso se llegaron a investigar estas relaciones en los años noventa, con Del Nido de intermediario, por la publicidad de 'Marbella' que vistió el club hispalense en sus camisetas. Al final no hubo caso. Todo estaba limpio. O así al menos lo dijo la Justicia desde la apariencia de lo que pudo ver.
El tiempo transformó las dudas en esperanza y ésta en símbolo de prosperidad para el mandamás. Sucesivos títulos alimentaron el ego 'delnidiano'. Se veía poderoso en la toma de decisiones. Incluso reía espantadas de entrenadores asegurando que su proyecto era «indestructible». Esta supremacía deportiva se entremezcló con la privada. Siempre pendiente de sobrevivir, mercadeó con su fidelidad al pasar de confidente y amigo íntimo de Jesús Gil hacia el Sancho Panza y protegido de este, Julián Muñoz, nada más ver que las tornas empezaban a cambiar por la zona marbellí.
Del cielo al infierno
El letrado sevillano creía estar acompañado de un ángel que le servía de protección contra todo y frente a todos. Salía con su sonrisa pícara en los reportajes de la prensa rosa acompañando a folclóricas enseñando dientes. Repartía insignias rojiblancas en El Rocío al lado de carretas y famosos del toreo. Deslizaba con sutiles toques de superioridad a aquellos que le seguían recordando su juventud. Si salían en la prensa sus vínculos con la extrema derecha española, él respondía que se sentía orgulloso de su padre -jefe regional de Fuerza Nueva durante la transición- como todo buen hijo, porque ante todo era un hombre de familia. Su sonado divorcio coincidió con una segunda oleada de la circulación del extracto de un periódico de 1978, donde se afirmaba la detención y supuesta vinculación de Del Nido con la paliza a un joven del marxista-leninista Partido de los Trabajadores de España. A ello se unió la filtración del sobrenombre con el que era conocido: 'El Cadenas'. Por la presunta afición que tenía a este instrumento.
Nada parecía inmutar el rostro, en ocasiones serio y en otras afable, que transmitía a la opinión pública. Solo la condena de la Audiencia Provincial de Málaga a siete años y medio de cárcel (el Supremo los ha dejado ahora en siete) le privó del sueño. Ni él esperaba tal sentencia. Siempre ha asegurado que es inocente de los todos los cargos.
El día que se conoció la primera sentencia fue la jornada posterior a la Junta General de Accionistas del Sevilla, en 2011. La noche anterior, acabada la asamblea de la entidad, confesó a los más cercanos que sabía de «buenas fuentes» que la condena solo sería de un año y medio de prisión. Evitaría la cárcel, creía, e incluso lo celebró. Pero, por vez primera en seis años, su ángel lo había abandonado.