El prestigio menguante de Tony Blair
Supuestos líos de faldas y embrollos jurídicos mellan la reputación del ex primer ministro, reconvertido en multimillonario asesor de empresas y gobiernos
MADRID Actualizado: GuardarA Tony Blair no le fue mal al frente del laborismo británico. Tres elecciones y tres victorias por mayoría absoluta. Y tampoco le ha ido precisamente regular fuera de la política. Multimillonario asesor de empresas y gobiernos, conferenciante de lujo con avión privado, poseedor de un palacete de ocho millones de euros y de suntuosas mansiones y propiedades inmobiliarias, el exlíder laborista goza de un considerable prestigio internacional y un tren de vida espectacular. El diario The Guardian estimó su fortuna en 2011 en 23 millones de dólares. Sin embargo, en los últimos meses su aura ha sufrido varios tropiezos que le pueden bajar del pedestal.
De hecho su prestigio ya menguó entre los propios británicos en su paso por los sucesivos gobiernos. Pese a sus mayorías, engordadas por el sistema electoral uninominal mayoritario y un partido conservador desnortado, su apoyo fue decreciendo de forma clara: 33% en su primer triunfo de 1997, un 25% en 2001 y un 22% en 2005. Aparentemente, Blair pertenecía a un partido de izquierdas, aunque bajo su liderazgo girara a la derecha asumiendo políticas públicas neoliberales más propias de los conservadores. Este viraje y la herencia contagiosa que dejó para la socialdemocracia europea no suscitan hoy mucho cariño entre las bases socialistas, tanto británicas como europeas. Muy definitorias resultan las palabras de Margaret Thatcher cuando se le preguntó cuál era la obra de la que se sentía más orgullosa y respondió que “la destrucción del laborismo a través de Blair”.
Algo parecido deben pensar los palestinos cuando se acuerdan de que el exlíder británico sigue siendo nombrado enviado especial del Cuarteto (EE UU, Unión Europea, Rusia y Naciones Unidas) para Oriente Próximo, cargo para el que fue nombrado justo cuando dimitió como primer ministro, el 27 de junio de 2007. De momento no ha pisado Gaza y su mayor iniciativa conocida es apoyar a Estados Unidos e Israel en sus esfuerzos por frenar en la ONU la petición de Palestina para que se la reconociera como Estado observador.
Pero esta escasa eficacia diplomática no le ha restado muchos apoyos entre los medios empresariales y de alto vuelos financieros entre los que se mueve y en los que surte sus cuentas bancarias. Los problemas empezaron cuando la revista Vanity Fair publicó el contenido de un trozo de papel recuperado de la basura doméstica de la casa del magnate de los medios de comunicación, Rupert Mundoch, en el que la ahora su exmujer, Wendi Deng, había escrito: “Echo mucho de menos a Tony…Tiene un cuerpo tan bonito y muy buenas piernas, el culo. Es delgado, alto, con buena piel. Me encantan sus penetrantes ojos azules y su dominio del escenario”. Según la revista estadounidense, el Tony del papel era Blair. Al parecer el empresario ya sospechaba desde hace tiempo del expolítico. El entorno de Blair ha calificado esta relación de ‘platónica’. Este supuesto lío de faldas ha vuelto a sacar a la luz otro supuesto romance que, según la prensa, habría mantenido con Ofra Strauss, una de las mujeres más ricas de Israel.
Pero la mayor carga de profundidad a su prestigio procede del juicio que se está celebrando por las escuchas ilegales a famosos y deportistas que utilizaba el desaparecido dominical ‘News of de World, propiedad de Murdoch, examigo y exaliado, para montar sus exclusivas. En una de las sesiones judiciales ha salido a la luz un correo en el que Blair se ofrecía en pleno estallido del escándalo a la exdirectora de la publicación, Rebeka Brooks, como ‘asesor no oficial’ para silenciar el caso. Sin embargo, Brooks no pudo poner en marcha la estrategia de Blair porque fue detenida seis días después. Una estrategia que era la misma que el entonces primer ministro utilizó para enterrar la investigación del misterioso suicidio del doctor Kelly. El científico y experto en armas que se abrió las venas tras servir de fuente para un análisis en el que la BBC acusaba al Gobierno de exagerar la información de inteligencia que se utilizaba para justificar la guerra contra Irak. Blair ve así cómo viejos esqueletos escondidos en el armario salen a la luz con un recorrido y efectos imprevisibles.