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La trampa de una relación (casi) perfecta

Al enamorarnos idealizamos a la persona amada. Si logramos mantener ese sentimiento al conocer sus defectos, también creceremos emocionalmente

MADRID Actualizado: Guardar
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Cuando nos enamoramos, la vida cambia de color y todos deseamos que no termine nunca. Pero para que esto se produzca hay que estar dispuesto a correr riesgos. Si la etapa del enamoramiento ha sido intensa, conviene contar con que, pasado el tiempo, vendrá una cierta decepción, ya que la idealización que hicimos de la persona amada se transforma y aparecen defectos y carencias con los que no contábamos y que hay que aceptar. Primero, en el otro, y después en nosotras mismas. Al igual que idealizamos a nuestro enamorado de acuerdo con nuestros deseos, nosotras, al vernos reflejadas en él, también nos vemos mejoradas. ¿Hasta dónde la forma de enamorarnos habla de nosotras mismas? ¿Hasta dónde el amor nos vuelve más sabias y nos hace conocernos más?

Saber elegir. El amor es uno de los motores del mundo. Sobre él se establecen gran parte de nuestros vínculos interpersonales e influye en la relación con uno mismo, pues convierte la vida en una fuente de placer. Freud aseguraba que las grandes pulsiones que dirigen nuestra vida son Eros (el amor) y Tánatos (la muerte), y que nuestra salud psicológica dependía del cariño que sintiéramos hacia los otros y hacia lo que hacíamos en la vida. Aconsejaba también que, si se quería saber más sobre este sentimiento, se preguntara a las mujeres y a los poetas. Atribuía al sexo femenino más conocimiento sobre el afecto. Rocío se había enamorado o al menos eso creía. (Más información en MujerHoy.com)