El Madrid saca pecho
Los blancos abren la Copa con una demostración de poderío e intensidad defensiva ante un Gran Canaria que se desangró desde el triple
MÁLAGA Actualizado: GuardarEl Real Madrid inició la Copa del Rey con el único objetivo válido del título. Sin falsas modestias ni declaraciones biensonantes y timoratas. Las 18 victorias consecutivas ligueras no le permiten optar a otra cosa, pese a que los recuerdos de las dos ediciones anteriores que se disputaron en Málaga, la sede de esta temporada, no eran precisamente buenos. Tanto en 2001 como en 2007 el conjunto blanco cayó en la final de la forma más dolorosa, ya que lo hizo en ambas ante el Barcelona, el eterno enemigo, su némesis.
La fortuna decidió que los dos grandes del baloncesto español marcharan por lados distintos en el cuadro, por lo que sólo se verían las caras en una hipotética final, la más deseada. El año pasado en Vitoria, el sorteo fue especialmente caprichoso y brindó un cruce de cuartos apasionante, que se decidió tras dos prórrogas a favor de los culés, aunque dejó coja y algo descafeinada el resto de la competición.
Pero que la meta sea alzar el trofeo de campeón el domingo no quita para que los blancos quieran eliminar cualquier atisbo de suficiencia y prepotencia. Por eso, Pablo Laso bajó los humos antes del partido a cualquiera que pensara en un camino de rosas hacia el éxito. «Partir como favoritos en una competición a un choque no vale de nada», adelantaba. Y sus pupilos tomaron en consideración las palabras de su jefe y se empeñaron en dar un paso. El primero. El sábado intentarán dar el segundo de los tres que necesitan para llegar a lo más alto.
El técnico vitoriano sabía de lo que hablaba. Éste es un torneo muy especial para él, ya que lo ganó como jugador y fue MVP en 1995 y también alzó la Copa como técnico en el que fue su primer éxito al frente del blanquillo merengue. Conoce muy bien los códigos y ha visto muchas sorpresas en el torneo del KO. Y su primer rival en Málaga era uno de los capacitados para asaltar a cualquiera que le mostrara un mínimo de menosprecio. Porque el Gran Canaria es un equipo con mayúsculas, con identidad propia, que se ha ganado el respeto de todos con un trabajo bien hecho desde hace ya muchos años que le ha convertido en un habitual y en un clásico de la máxima competición nacional y de las fases finales coperas. Los isleños son aguerridos, intensos, y se esfuerzan por mantenerse unidos, como un bloque, como una manada fiel a su líder, Pedro Martínez, y lo dan todo por una afición fiel, divertida y devota que los sigue y se hace notar allá donde van.
Rápida resolución
No hay mayor consideración hacia un adversario deportivo que mostrar la mejor versión de uno e intentar acabar con él cuanto antes, sin compasión, sin permitirle recuperar el aliento. Con respeto. El que mostró el Madrid desde el primer segundo hacia los amarillos. Los capitalinos defendieron como si se sintieran inferiores y sus vidas dependieran de cada balón recuperado y atacaron con la claridad que le permite el inmenso talento que atesoran. Rudy Fernández y Nikola Mirotic presentaron su candidatura al MVP. El mallorquín, el único que ha sido el más valorado en dos ediciones de la Copa del Rey, se multiplicó en todas las facetas del juego, mientras que el pívot ejerció de mano ejecutora para dejar sentenciado el duelo antes del descanso, con un contundente 41-20.
El Herbalife, mientras tanto, se desangraba desde el triple (dos aciertos de 16 intentos en la primera mitad, cinco de 27 al final) y sólo el gigante Tavares ofrecía soluciones bajo los aros entre algún que otro arranque de orgullo de Newley, Martín o Bellas. Lo bueno que tiene el Gran Canaria es que siempre da la cara. Otro hubiera tirado el partido, convirtiéndolo en un paseo militar para el Madrid y un tostón para el público. Los de Martínez lucharon por un marcador digno y estimuló al rival para seguir concentrado y activo.
Tampoco les hace falta demasiado a los integrantes de la plantilla de Laso para encontrar motivos para inspirarse y motivarse. Les basta con mirar a su banquillo y ver a siete compañeros deseando arañar un minuto más de juego, un instante más de gloria. Y a un entrenador en constante actividad, pendiente de los detalles y de insistir a sus chicos en la necesidad de no relajarse en el momento en el que el Gran Canaria redujo la distancia por debajo de los 20 puntos en la fase final del tercer cuarto.
La hinchada ‘pío-pío’, con sus cánticos y sus impagables gritos de «¡Sí se puede, sí se puede!», hicieron el resto para cerrar un partido con un contundente resultado (83-60) y una historia en la que el desenlace se contó casi al principio pero que mantuvo entretenido al Martín Carpena hasta el final.