¡Fumata blanca!
Estos días de temporal han ‘despertado’ a los bufones de Pría, en Asturias, que rugen como no lo hacían en años
MADRID Actualizado: GuardarUn infierno físico y real, con sus profundas cavernas y el rugido de sus abismos. Un infierno rebosante de calderas efervescentes, de grietas sin fin que la mar enciende con la furia de sus tempestades. Ese infierno que te atrapa en cuerpo y alma para que nunca lo olvides, bien podría situarse en las entrañas de una pequeña aldea del Oriente asturiano.
El temporal que estos días sacude la costa cantábrica ha dejado trágicas escenas como la ola mortal de Ondárroa, y fotografías de portada como esa gigante lengua de agua barriendo el puente más famoso de San Sebastián. Pero cuando la naturaleza quiere brindar su más bello espectáculo elige un abrupto trozo de tierra asturiana asomada a los acantilados de Llames de Pría, a nueve kilómetros de Ribadesella y 25 de Llanes.
Allí, escondidos entre las rocas, los llamados bufones de Pría rugen desde los avernos como si respiraran por la garganta del mismísimo Pedro Botero. Es la voz tenebrosa del mar embravecido que suena como un resuello cuando lanza sus llamaradas líquidas como un potente surtidor de agua pulverizada que se eleva a varios metros de altura.
A estas chimeneas que recuerdan a la fumata blanca del Vaticano, los asturianos también las denominan ‘borbollos’, aunque el nombre que más los define es el que recibe el más famoso de todos los bufones de Pría: ‘la Bramadoria’, cuyos aullidos son legendarios. Antiguamente los paisanos de Llames sentían un temor reverencial cuando ‘la Bramadoria’ abría sus fauces y exhalaba su aliento de sal y agua. De ahí el dicho local “Cuando sientas el pozu Pría, coge leña p'al otru día”.
A todo gas
La Bramadoria y el resto de sus hermanos pequeños han recibido estos días de temporal las visitas de vecinos y turistas atraídos por ese insondable sonido del bufido del Cantábrico acompañado de sus formidables bocanadas de mar. Contemplar los 34 bufones de Pría ‘hirviendo’ a todo gas proporciona al observador un espectáculo increíble… y ciertamente peligroso si se cometen imprudencias.
Hace diez años, un chaval de Ribadesella quiso comprobar la fuerza de los ‘borbollos’ un día de mar gruesa. Se puso de pie, a caballo sobre la boca de uno de los bufones, sin calibrar el riesgo de esa imprudencia. Quizá estuviera desprevenido o puede que no esperara semejante columna de agua, pero toda la fuerza del mar canalizada por esa grieta elevó al joven varios metros por encima del suelo. La caída resultó fatal. El infortunado murió al estrellarse contra las rocas. La placa que recuerda el desgraciado suceso es también un mensaje de advertencia. Con los bufones, con el mar, no se juega.
Pero volvamos al presente, un presente nada halagüeño para esta maravilla de la naturaleza, que, para asombro colectivo, carece de una protección en toda regla. Como suele ocurrir con estos parajes únicos, la mano del hombre puede ser su principal aliada… o una amenaza para su futuro. Al campo de los bufones de Pría se puede acceder… ¡en coche! Y hay gente que aparca los vehículos prácticamente al borde de las grietas, lo que da una idea del escaso interés de las administraciones (fundamentalmente el Gobierno del Principado asturiano y el Ayuntamiento de Llanes) por preservar un espacio de enorme valor medioambiental. De hecho, muy cerca del campo de bufones de Pría (el más numeroso de la costa asturiana y un fenómeno único en Europa en su singularidad) existen otras dos zonas con bufones catalogados (los de Purón y Santiuste). A ellas únicamente se puede acceder a pie por una pista de tierra. Menos coches a motor igual a menor degradación. La fórmula es sencilla, pero las instituciones parecen mirar hacia otro lado.
“Hace dos años se colocó una barrera para evitar el paso de vehículos particulares a los bufones de Pría, pero alguien la arrancó de cuajo. Se ve que molestaba, y lamentablemente así seguimos”, se queja César Alonso, profesor en excedencia y uno de los representantes más activos del movimiento vecinal de Llames de Pría, que lleva años reclamando a las instituciones que cuiden ese tesoro natural y lo incluyan en la Red de Espacios Naturales Protegidos del Principado de Asturias. Alonso y el resto de los vecinos seguirán peleando para que nadie apague el poderoso rugido del mar en este precioso rincón de Asturias… aunque se quemen en el infierno.