TENIS | ABIERTO DE AUSTRALIA

El mejor Nadal devora a Federer

El español se impuso al suizo en un extraordinario partido y alcanzó su tercera final en Melbourne, en la que se enfrentará a Wawrinka y buscará su decimocuarto 'Grand Slam'

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El monstruo se llama Nadal. Al fuera de serie que reduce a Roger Federer y le engulle en dos horas y 24 minutos se le conoce como Rafa. El tenista que vence al mejor jugador de todos los tiempos, que se clasifica para una nueva final de ‘Grand Slam’ y que buscará el domingo ante Stanislas Wawrinka su segundo Open de Australia e igualar así la marca de Pete Sampras, es sencillamente el número uno del mundo. Así lo demuestra la clasificación de la ATP. Así lo confirmó este viernes en las semifinales del Open de Australia. El balear no cedió ni un solo set (7-6, 6-3 y 6-3) ante un jugador que llegaba en un gran momento pero que tropezó con la misma piedra de siempre: un devorador de mentes que le volvió a doblegar. Hace siete años que Nadal no pierde en un ‘grande’ con el suizo. «He jugado a un gran nivel, probablemente el mejor encuentro del torneo. Estoy muy feliz por esta gran noticia de haber jugado mi mejor partido en esta semifinal contra Roger”, resumió el español.

Dos jugadores insaciables, dos mitos de este deporte, que se vieron las caras por trigésimo tercera vez y ofrecieron un espectáculo que se echará de menos en el futuro. No es el enfrentamiento más repetido de la última década -Nadal y Djokovic han jugado más veces-, pero sí el más especial. Es un duelo distinto al resto: el respeto entre ambos y la admiración mutua se palpa en cada encuentro. Un aroma distinto para un enfrentamiento convertido en pedacito de historia del tenis.

Fue un partido en el que no quiso ser protagonista la famosa ampolla de Nadal. El balear se dejó el vendaje en el vestuario y apostó por una tirita más pequeña, lo que le «ayudó». Un duelo que comenzó con un Federer que se propuso desgastarle con constantes subidas a la red. Con su nueva raqueta, que le favorece en el saque y el resto, como él mismo ha reconocido, no se lo pensó dos veces: bola que veía a media pista, bola que iba hacia delante. Al principio le funcionó, pero poco a poco fue perdiendo su efectividad.

Tácticamente, el choque de semifinales no sólo tenía esa variedad: los segundos saques de Federer buscaban el revés de Nadal para entrar así con su derecha en una posición dominante. Y mientras, la vía de escape del español era el revés del suizo. Lo de siempre. Así, el helvético levantó tres bolas de ‘break’ en el primer set y forzó la ‘muerte súbita’. Pero en ese juego decisivo pasó lo de siempre: la mente de Nadal fue más fuerte que la derecha del exnúmero uno. «Fue decisivo ganar el primer set, que fue muy duro», explicó el pupilo de Toni Nadal.

Mente devastadora

El recital de ‘passing-shots’ del manacorense comenzó en el primer set y se acentuó en el segundo. La táctica del suizo hacía aguas. Lo de subir a la red a la mínima no daba resultado. Se había vuelto a equivocar de ventanilla. ¿El resultado? Otro día perdido. El problema es que no tenía muchas más soluciones, de ahí que Nadal se creciese con su derecha, se metiese en la pista y golpease de nuevo. Otro ‘break’ y otro set.

El duelo había entrado en territorio Nadal, en ese momento en el que su mente se come al rival y su ‘drive’ hace de ‘sherpa’: guía el encuentro de un lado a otro sin posibilidad de réplica. Ya en el ecuador de la manga, Federer sacó el orgullo de campeón. Contrarrestó un temprano ‘break’ de Nadal con otro a su favor. Pero el helvético volvió a ver cómo le pasaba por encima el número uno. Otra vez se le mojaba la pólvora ante el de Manacor.

De nuevo de nada servíam las artimañas que había preparado frente a un Nadal que le sobrepasó con su derecha, que erosionó su revés y le zarandeó de un lado a otro de la pista. Era el día del número uno, un partido prácticamente perfecto que le servía para colocarse a una sola victoria de su segundo Open de Australia en su tercera final en Melbourne. Le espera Wawrinka, con el que no ha perdido un solo set. Le aguarda otra batalla épica.