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Nadal sobrevive a Dimitrov

El balear remontó un partido en el que volvió a sufrir por la ampolla y que salvó por 3-6, 7-6, 7-6 y 6-2. En semifinales de Australia se medirá a Federer

MADRID Actualizado: Guardar
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Hay un tenista llamado Grigor Dimitrov que hasta el momento no había demostrado ni la mitad de lo que prometía y que este miércoles puso contra las cuerdas a Rafa Nadal. El búlgaro, de 22 años y casi ya antigua promesa del tenis, se había clasificado por primera vez a unos cuartos de final de un Grande. Y ante el número uno, resultado aparte, demostró que ya está al nivel de los mejores. Llevó al límite al de Manacor. Le hizo padecer, levantar un partido, vivirlo como si fuese el último y salvarlo con sufrimiento. Dimitrov llegó a tener tres bolas de set en el tercero que pudieron cambiar el duelo. Pero Nadal sobrevivió a un partido trampa y a la ampolla de su mano izquierda, que volvió a traerle de cabeza y le restó sensaciones. De nuevos dos 'tie-breaks', como ante Nishikori, le salvaron. Así accedió a semifinales, tras ganar por 3-6, 7-6 (3), 7-6 (7) y 6-2 después de 3 horas y 17 minutos. En semifinales le espera el suizo Roger Federer, quien se impuso a Ansdy Murray en uno de los choques más esperados en el Open de Australia.

El búlgaro, un tenista cuyo mejor resultado hasta el momento en un 'Grand Slam' era la tercera ronda del año pasado en Roland Garros, salió decidido a hacer la machada. Desde luego, el comienzo para Nadal no fue precisamente alentador. De nuevo, como ante Nishikori, sufría en los puntos largos. Se achicaba en esas situaciones ante un Dimitrov imponente que rompió muy pronto el servicio del manacorense. Tirando muy corto y muy lejos de la línea de fondo, en cuanto la bola pasaba unas cuantas veces la red el búlgaro aculaba al balear. Esos nubarrones en el horizonte amenazaban una tormenta severa sobre Nadal si no cambiaba.

A Nadal le costaba jugar con la mano vendada, muy incomodado por esa ampolla de su mano izquierda. Era de esos días en los que ves que la cosa no empieza bien y te das cuenta de que va a ser una jornada larga y complicada. Enfrente, Nadal tenía un tenista que lo hizo todo bien en el primer set. Especialmente sacar, ya que no perdió un solo punto con su primer servicio en la manga inicial -ganó los 16 puntos-. Estaba de dulce. Todo lo que tocaba lo convertía en oro. Era una alegría para el aficionado, capaz de hacer virguerías a la altura de los elegidos.

¿Podría aguantar ese ritmo todo el partido Dimitrov?, ¿cuánto tiempo sería capaz de seguir jugando a ese nivel? Esas eran las preguntas que rondaban en una pista central boquiabierta con el gran juego del búlgaro. Pronto llegaron las primeras respuestas. Tras perder su primer set en todo el torneo, Nadal comenzó algo mejor el segundo. Rompió al búlgaro y se puso 2-0 y saque. Pero volvió a bloquearse. Cometió tres dobles faltas en el mismo juego, algo inusual en él, y volvió a meterse en el laberinto. Un día difícil y raro. Tanto que no parecía Nadal. Su derecha paralela no existía, señal de que las cosas no iban bien. Tampoco tácticamente lo hacía mucho mejor ya que Dimitrov jugaba a placer.

Tres bolas decisivas

El manacorense seguía vivo en el parcial pero no terminaba de encontrarse cómodo. Y el set, a la par que avanzaba igualado, se iba calentando. Los puños salían a relucir a la mínima, las mirabas devoraban y ambos rugían. Se acercaba el momento clave de la manga, el 'tie-break' que decidió el parcial. Nadal estaba al límite. Pero sobrevivió por enésima vez. Dimitrov dudó, le tembló la mano y lo acusó. Es decir, pagó el peaje de tener delante al número uno del mundo. Un Nadal que se dejó el alma en la celebración del set. La ocasión lo merecía: seguía vivo en el partido a pesar de las molestias en su mano que hizo que le cambiasen la venda para tapar la ampolla en varias ocasiones.

Un duelo que parecía que podía mejorar para Nadal pero que siguió el mismo guión. Lo único distinto es que el español se puso por delante en el marcador por primera vez en el partido -en el ecuador del siguiente parcial, con 3-2-. Pero Dimitrov no se derrumbó. Es más, se vino arriba hasta tal punto que lo tuvo en su mano. Con 6-5 suyo tuvo una bola de set al resto. La desaprovechó. Con 6-5 en la muerte súbita gozó de una derecha cómoda a media pista para cerrar la manga. La desaprovechó. Y con 7-6 en ese 'tie-break' volvió a tener una nueva bola de set. Volvió a desaprovecharla. ¿El resultado? El de siempre. La primera que tuvo Nadal la materializó y se hizo con el set.

Lo había tenido en su mano Dimitrov, pero ya era tarde. Nadal se había hecho con el parcial y había puesto la directa en el cuarto. El partido se había acabado en las tres bolas de sets, en cuanto la mente de Nadal entró en acción y devoró a un Dimitrov que salió de la pista llorando. Lágrimas de un futuro campeón.

El viernes, Nadal y Federer dirimirán su undécimo duelo en un Grand Slam. Justo la tercera parte del total de sus enfrentamientos. En un partido muy completo, el helvético superó a Murray en cuatro sets por 6-3, 6-4, 6-7 (6) y 6-3. «Andy me presionó mucho, pero no pudo acabarlo. En comparación con mis mejores años no sé, pero mi confianza es mucho mayor que el año pasado», dijo Federer.

Tras un nefasto 2013, su peor temporada en una década, el número seis mundial jugó con gran seguridad y demostró que todavía se puede contar con él para la victoria en los grandes torneos. Será la 11ª participación consecutiva del legendario suizo en las semifinales del torneo australiano, en el que se ha proclamado vencedor en cuatro ocasiones (2004, 2006, 2007 y 2010).