El fiscal Horrach, en los juzgados de Palma. / Afp
'caso nóos'

¿El escudo de la infanta?

Militante del tabaco rubio y el gin-tonic, amante de los viajes y las motos, el fiscal anticorrupción «lleva mal» haber perdido la amistad del juez Castro

MADRID Actualizado: Guardar
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Desde la espectacular terraza de su ático, en la zona alta de Son Espanyolet, Pedro Horrach (Sa Pobla, Mallorca, 1966) divisa toda la bahía de Palma y buena parte de la ciudad. Los días claros, su vista llega a perderse en los horizontes verdeazulados de la isla. La terraza es una atalaya privilegiada en la que agasaja a los buenos amigos con cenas ligeras y sabrosos aperitivos. Uno de ellos es el también fiscal anticorrupción Miguel Ángel Subirán -su inseparable 'Subi'-, que suele plantarse en esas ociosas reuniones con una sobrasada casera, hecha por él mismo, que a Pedro Horrach le vuelve loco. Tostada va, tostada viene. Después, siempre el mismo ritual: el del gin-tonic preparado con mimo. El anfitrión saca la botella de ginebra -Martin Miller's, por supuesto-, las tónicas, las cucharillas de barman, las frutas y las especias -regaliz y enebro, principalmente-, con las que remata sus creaciones espirituosas. "Prepara el gin-tonic de lujo", alaba uno de sus íntimos. Y entonces llega el momento de máxima felicidad. El 'marlboro' en una mano, la copa en la otra, y la innegociable compañía de sus leales y de su mujer, Ane Zácher, natural de Bilbao y alta funcionaria del Gobierno balear, a la que conoció estudiando la oposición en Madrid. Al fondo, la ciudad que escruta con sus ojos de vigía. Ve su tierra como un tablero de la corrupción, donde sobran los reyes y las reinas de los chanchullos de alto standing que se han muñido durante décadas en la isla.

Si algo caracteriza al fiscal Horrach es su incansable lucha contra los malvados; pero en los últimos tiempos ha pasado de recibir algún que otro aplauso espontáneo en las terrazas de la Plaza de los Patines, donde se relaja después del trabajo, a una avalancha de críticas por oponerse a la primera imputación de la infanta Cristina en el 'caso Urdangarin', el último y gran asunto que puebla su "desordenadísimo despacho" de quince metros cuadrados. El fiscal, que al margen del caos de papeles tiene "fotografiados" los 42.000 folios del sumario en su memoria, ya recurrió en abril la primera imputación de la infanta por parte del juez José Castro, que hasta entonces compartía con Horrach mucho más que compromiso con la ley y afición por el motor y los deportivos de BMW.

Castro, que sí ve motivos para sentar en el banquillo a Cristina, era uno de esos amigos que disfrutaban de la terraza del fiscal entre risas y confidencias. Pero la relación, que ya naufragaba desde primavera, terminó por hacerse añicos la semana pasada. Horrach presentó un inesperado escrito al magistrado -que aguardaba unos informes de Hacienda para decidir nuevamente sobre la citación de la hija del Rey- en el que sostiene que "las meras conjeturas o sospechas no constituyen títulos válidos de imputación". El juez, su viejo camarada, con el que siempre había ido de la mano para poner a los corruptos entre rejas, se lo tomó mal. "¿Qué es esto, Pedro?", le preguntó.

Buena parte de la opinión pública también le acusó de convertirse en el 'escudo' protector de la Infanta. El fiscal, un hombre que "nunca se esconde" -defienden los que le conocen bien- ya dijo el mes pasado en una conferencia que no está "para tapar nada ni para proteger a nadie", que no recibe instrucciones de Madrid y que tampoco sucumbe "a presiones mediáticas ni populistas". Si defiende la exculpación de Cristina de Borbón, ha confesado a su entorno, "es por pura convicción jurídica, porque de verdad cree que con las pruebas actuales es imposible sostener una acusación contra ella y, mucho menos, conseguir una condena".

La Ruta 66

Desde que llegó a Anticorrupción en 2006, procedente de la Fiscalía de Menores, Pedro Horrach ha ganado fama de interrogador "implacable" -al más puro estilo de las películas de detectives americanas-, investigador "incisivo" y fiscal "independiente" que no se amilana "ante nada ni ante nadie". Agarró por los cuernos el 'caso Andratx' -que acabó con condenas y cárcel para políticos del PP y Unió Mallorquina (UM)-, destapó los negocios sucios de María Antonia Munuar -expresidenta del parlamento balear- y un puñado de exconsejeros y logró que al mismísimo presidente de la comunidad, Jaume Matas, le cayeran seis años de cárcel que luego el Tribunal Supremo dejó en nueve meses. Con esa reducción de la pena, según reconoció él mismo, lo pasó "mal". Ahora, lo que le quita el sueño es el 'caso Nóos'.

"Está quemado y cansado. Le veo más demacrado", reconoce uno de sus íntimos. Y no es que le afecte la presión, los aplausos transformados en abucheos o incluso las campañas en su contra. Horrach, un tipo "cariñoso y entrañable, no quiere aparecer como el defensor de doña Cristina. Lleva muy mal el hecho de no poder explicarle a la opinión pública que él sería el primero en acusarla si tuviera pruebas, que él es el verdadero 'padre' del sumario que ha puesto en jaque a la Casa Real. Pero, sobre todo, lleva muy mal haber perdido a su amigo 'Pepe' Castro".

Horrach, que procede de una familia adinerada, con hoteles en Mallorca y en Europa, es un viajero empedernido y un apasionado de las motos. Su última escapada ha sido a Cuba, aunque una de sus aventuras más especiales la vivió a lomos de una Harley Davidson, acompañado de su esposa, recorriendo la legendaria Ruta 66, casi 4.000 kilómetros que discurren entre Chicago y Los Ángeles. Algo así como La Meca de los moteros. De todas formas, a él no le hace falta irse tan lejos para recuperar el ánimo. Debería bastarle con prepararse un gin-tonic, encender un 'marlboro', sentarse en su terraza y contemplar el tablero cada vez más despejado.

Pedro Horrach, mallorquín hasta en su acento cerrado, casado y con una hija que estudia Medicina, es un fan de la música rock, como buen motero. Y si puede ser, española. En su móvil suenan Fito y Fitipaldis y también escucha Los Secretos. Es un hombre "impuntual, con su propia concepción del tiempo" y dicen que tiene "una risa contagiosa".