Lo más íntimo del Elíseo
De Napoleón a Sarkozy, la residencia de los presidentes franceses ha sido testigo de escenas de amor y múltiples infidelidades
Actualizado: GuardarNicolas Sarkozy y Carla Bruni tienen una semana para hacer las maletas y dejar hueco al nuevo presidente de la República francesa. Nuestros vecinos han abierto las puertas del palacio del Elíseo a François Hollande y su pareja Valérie Trierweiler. El próximo día 15, cuando sea investido presidente, el socialista recibirá las llaves del 55 de la rue du Faubourg Saint Honoré. Y junto a ellas una cadena de oro en la que se esconde la clave de acceso a uno de los rincones más enigmáticos de su nueva residencia. Es el PC Júpiter, un búnker aún sin estrenar desde donde el jefe de Estado puede activar la alerta nuclear en el país.
Hollande tiene la oportunidad de descubrir ésta y otras estancias de su hogar y lo que sus paredes esconden en el libro 'L'Élysée: coulisses et secrets d'un palais' ('El Elíseo: bastidores y otros secretos de un palacio', Ed. Plon). En él, Patrice Duhamel, exdirector de la televisión pública del país, y el realizador Jacques Santamaria han condensado los casi 300 años que el palacio lleva erigido en el centro de París.
Construido en 1718, tras sus muros durmieron el conde de Evreux, Madame Pompadour o Batilde de Orleans, duquesa de Bourbon. La unión entre el palacio y el Estado francés llegó en 1804, cuando esta última lo vendió al mariscal Joaquín Murat. Napoleón, cuñado del mariscal, le convenció para hacerse con él. Tres años después, cuando Murat -que da nombre al salón donde cada miércoles se celebra el consejo de ministros- fue coronado rey de Nápoles, lo donó al Estado. Y en febrero de 1809 Napoleón se instaló en él junto a su esposa, Josefina de Beauharnais. Aunque ella no duró mucho allí. Antes de terminar el año el matrimonio hizo aguas al no poder Josefina dar un heredero al emperador. Al poco, su segunda mujer, María Luisa de Austria, ocupaba ya el espacio dejado por la ex, excepto el de la alcoba del soberano, reservada para su amante María Waleska.
No fue hasta 1848 que el palacio se convirtió en el domicilio oficial del presidente de la República. Lo estrenó el sobrino de Napoleón, Napoleón III, el primer presidente electo del país. A él le siguieron otros 23 hombres, si contamos ya a Hollande. Claro que no todos han sentido el mismo apego por el Elíseo. El propio Napoleón III y su mujer, la granadina Eugenia de Montijo, rehusaron vivir en él y mantuvieron su residencia en el palacio de las Tullerías. Napoleón III solo lo utilizaba para trabajar... y como picadero. En 1865 ordenó la construcción de un túnel entre el palacio y el número 18 de la cercana avenida del Elíseo, donde vivía su amante.
Mitterrand, el despistado
Él fue el presidente que más tiempo ocupó el Elíseo -gobernó durante catorce años-, el más imprudente en cuanto a escarceos amorosos se refiere y también el más despistado. A punto estuvo de desatar una alarma nuclear en Francia cuando la chapa con el código secreto que da acceso al PC Júpiter quedó olvidada en una americana. Cuando dos meses después se percató del descuido y buscó el traje, éste ya estaba de camino a la tintorería. Un empleado del Elíseo fue su salvador. Agarró una moto y cruzó la ciudad sin hacer caso a semáforo alguno. La recuperó intacta.
La próxima semana Hollande la tomará entre sus manos y decidirá dónde guardarla. También tendrá que pensar en si fijará o no su residencia en el Elíseo. Para la mayoría de sus exinquilinos, disponer de los 10.000 metros cuadrados del recinto y sus más de 300 habitaciones resultó más un castigo que un privilegio. «Casa de muertos», «prisión» o «infierno» son algunos de los apelativos que han proferido de él. Indagar en el porqué de que tantos jefes de Estado se negaran a residir ha sido la motivación de Santamaria y Duhamel para escribir su libro.
Charles de Gaulle, elegido en 1959; Georges Pompidou, en 1969; y Jacques Chirac, en 1995, son los únicos que tomaron el Elíseo como su vivienda habitual. Según los autores de esta singular 'biografía' de la casa presidencial, fue la mujer de Chirac, Bernadette, la única inquilina que disfrutó de su estancia. A diferencia de Carla Bruni, que siguió viviendo junto a Sarkozy en su piso parisino y solo dormía en el palacio los fines de semana, Bernadette controlaba cada detalle de la vivienda; las flores, la decoración, la comida... Le encantaba dar paseos nocturnos por las estancias vacías. El resto de los ocupantes preferían las caminatas al aire libre, en los «deliciosos» jardines donde Sarkozy y Bruni dieron el primer paseo a su hija Giulia. Es el único rincón que todos coinciden en alabar.
Sarkozy, el abstemio
A los cerca de mil empleados de la 'Moncloa' francesa les toca estos días adaptarse a los requerimientos de Hollande que, decida o no vivir en el Elíseo, lo convertirá, al menos, en su segunda casa. Vistos los antecedentes, puede que los que más noten el cambio sean los encargados de la cocina. En el libro de Duhamel y Santamaria se relata cómo el nivel de trabajo en las cocinas se vio reducido cuando Sarkozy llegó al poder. Mientras que los fogones del Elíseo funcionaban a destajo para preparar las copiosas comidas que acostumbraba a meterse Chirac, Nicolas apenas les daba uso. Y es que el hiperactivo Sarkozy almuerza en apenas media hora y su preocupación por mantener la línea restringe sus comidas a platos ligeros y bajos en calorías -su único capricho son unas chocolatinas que llevan el logotipo del Elíseo grabado en oro-. Una dieta equilibrada que ha combinado con el ejercicio. Se desconocen los gustos y costumbres culinarias de Hollande, pero si es su deseo, podrá completar sus almuerzos con alguna de las 13.000 botellas que acumulan polvo en las oscuras bodegas de palacio. Sarkozy no las tocó. Él y Paul Doumer (jefe de Estado entre 1931 y 1932) fueron los únicos gobernantes abstemios.
Como le ocurriera a Josefina, la primera esposa de Napoleón, a Cecilia Ciganer Albéniz, exmujer de Sarkozy, apenas le dio tiempo a conocer los entresijos del palacio. Ha sido la primera dama más breve de la historia. Tan solo cinco meses y nueve días después de que su marido fuera elegido presidente, la pareja se separó. Nicolas es, de hecho, el único jefe de Estado que se ha divorciado, se ha vuelto a casar -lo hizo en el salón Verde del Elíseo- y ha sido padre estando en el Gobierno. Antes únicamente Gaston Doumergue, presidente entre 1924 y 1931, se había divorciado. Pero nada más.
La pequeña Giulia no cumplirá su primer año en el Elíseo, ni aprenderá a andar en sus bellos jardines, ni podrá ver dibujos animados en la sala de proyección que Georges Pompidou levantó en 1972. Esa en la que todos sus sucesores se deleitaron con el mejor cine. Con espacio para 22 personas, Bruni, Sarkozy y sus respectivos adoraban pasar allí las tardes de los fines de semana con un gran bol de palomitas. En 2010 devoraron hasta 150 cintas. Ellos cierran el primer tomo de la historia reciente del Elíseo. El segundo, lo empieza a escribir la semana que viene Hollande.