Cameron y Salmond celebran un punto del tenista Andy Murray durante la última final de Wimbledon. / Afp
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Cameron busca el cariño de Escocia antes de la consulta

El primer ministro británico multiplica sus gestos hacia Edimburgo en el comienzo del año decisivo

MADRID Actualizado: Guardar
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A David Cameron solo le falta ponerse el kilt (la tradicional falda escocesa) y tocar la gaita para hacerse con el cariño de los habitantes de Escocia. Desde que el primer ministro británico aceptara el reto del ministro principal de Escocia y anunciara que daba el visto bueno al referéndum, sus gestos hacia la región más septentrional del Reino Unido no han cesado. El último llegó durante su discurso de Año Nuevo. "Queremos que os quedéis", fueron las palabras de Cameron. Toda una declaración de amor que busca convencer a los todavía indecisos, aproximadamente un cuarto del censo, para que voten 'no' en la consulta que se celebrará el próximo 18 de septiembre.

Llega 2014, el momento de la verdad, el año en que "todos los ojos van a mirar a Escocia", como coinciden en señalar los independentistas y los 'unionistas'. Pero la lucha en las urnas es más compleja que el 'sí' o el 'no'. En realidad, Cameron no se conforma con ganar: desea machacar. Todas las encuestas, sin excepción, otorgan una clara mayoría al 'no' a la independencia, pero el primer ministro busca lograr un resultado tan contundente que las ansias secesionistas (que no nacionalistas, esas nunca cesarán) se frenen durante una buena temporada, de manera que Reino Unido pueda afrontar un periodo relativamente tranquilo sin las bravuconadas del líder escocés, Alex Salmond, que ante un resultado muy negativo no tendría más remedio que menguar en sus reinvindicaciones. El sueño de Cameron es dejarle sin argumentos para una buena temporada.

Y Cameron cree que para eso, antes, hay que ganarse a los escoceses con más zanahoria que palo. Palo hay, sí, pero queda en manos del ministro británico para Escocia, Alistair Carmichael, ese severo delegado del Gobierno que Londres tiene en Edimburgo. Carmichael es el que se encarga de dar las malas noticias: que los escoceses perderán buena parte de su riqueza si se marchan del Reino Unido, que quedarán en un limbo monetario sin libra y sin euro, que tendrán que pagarse su ejército y sus embajadas, que la Unión Europea rechazará la independencia...

Cameron, sin embargo, juega el papel de progenitor cariñoso que no hace más que arrumacos a su hijo travieso. Este es el tono habitual del primer ministro, endulzado más si cabe en su discurso del 1 de enero con el azúcar de la Navidad. "Que este año se oiga el mensaje de Inglaterra, Gales e Irlanda del Norte a todos los escoceses: queremos que os quedéis, y juntos podamos construir un Reino Unido aún más fuerte". "Nuestra familia de naciones está en su mejor momento cuando trabajamos juntos con intereses compartidos y un objetivo común".

Pero en el lado de los independentistas escoceses no se creen tanto amor desinteresado. Alex Salmond, un político que ha demostrado durante todo el proceso una gran brillantez, avisa a sus compatriotas de que se encuentran ante "una oportunidad única en la vida". "2014 será un año verdaderamente fantástico, en el que los ojos del mundo estarán puestos en Escocia", se solaza el ministro principal escocés. "No vamos a despertarnos la mañana del 19 de septiembre y pensar en lo que podría haber sido. Vamos a despertarnos llenos de esperanza, listos para construir una nación justa y próspera". Efectivamente, unos y otros despertarán del sueño o de la pesadilla el 19 de septiembre.