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La Copa de Europa que no ganó Eusebio
El atacante se perdió la final ganada por el Benfica en Berna por problemas burocráticos
MADRID Actualizado: GuardarEl precoz Eusebio fichó por el Benfica con 18 años pero ni siquiera la rapidez de su incorporación del fichaje permitió que levantara para la primera Copa de Europa del club. No obstante, el motivo de que la 'pantera negra' no pisara el césped en la final de Berna de 1961 no fue que el entrenador húngaro Béla Guttman no contara con él, sino que los sucesivos problemas burocráticos retrasaron su licencia federativa hasta que fue demasiado tarde. Al fin y al cabo, el traspaso previsto en 1960 se complicó con numerosas peripecias iniciadas con su viaje en avión con nombre falso en la pelea por el fichaje con el vecino Sporting. Así, el portugués nacido en Mozambique debió conformarse con ver los goles de sus compañeros ante el Barcelona y los festejos por el primer gran torneo europeo del Benfica.
A pesar de todo, Eusebio no tuvo que esperar mucho el veloz atacante portugués, puesto que un año después el club lisboeta se proclamó de nuevo campeón. En aquella temporada que acabó en Ámsterdam con la victoria sobre el Madrid de Di Stéfano y Puskas el portugués resultó fundamental. La guinda se puso en aquella final, en la que el portugués de origen africano marcó dos goles clave del total de 59 en 78 partidos que sumaría en competiciones de clubes de la UEFA.
En 1968 el destino le entregó otra oportunidad, pero el Manchester United fue superior. Sin embargo, aquella final en Wembley no ganada inscribió a Eusebio en otro de los grandes gestos de la historia del fútbol. Con empate en el marcador (1-1) el atacante contó con una oportunidad clara para anotar pero el guardameta Alex Stepney detuvo su disparo. Pero lo que más sorprendió a los espectadores fue la reacción del portugués: Eusebio aplaudió la acción de su rival y dio una palmada en la espalda del guardameta para reconocer su mérito. Después el United ganaría 4-1 y aunque el portugués volvió a quedarse con la miel en los labios pudo disfrutar de un premio intangible: la admiración eterna de los aficionados propios y rivales.