Los cuatro últimos ex primeros ministros britanicos, Brown, Blair, Major y Cameron, con sus esposas, en el funeral de Margaret Thatcher. / Reuters
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Los ricos acaparan el poder en el Reino Unido

La elevada presencia de miembros de la elite en los cargos más representativos del país alarma a un sector de los británicos, encabezados por el ex primer ministro John Major

MADRID Actualizado: Guardar
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En las últimas semanas, los conservadores británicos han vuelto a toparse con uno de sus fantasmas más temidos. Y la caja de Pandora la ha abierto precisamente uno de los tuyos, el ex primer ministro John Major, que ha pedido a sus compañeros que "demuestren que tienen corazón y conciencia social". ¿Por qué ha lanzado Major esta diatriba? Porque él, como una gran parte de la sociedad británica, percibe de nuevo que el volante del país está en manos de las elites, de líderes que nacieron en cuna de oro y que desconocen los problemas de la calle, un detalle que, en época de vacas flacas, no pasa desapercibido entre sus ciudadanos.

Algunos datos, recopilados en un artículo de La Vanguardia, muestran a las claras cómo los miembros de las clases más pudientes copan de nuevo el poder en el Reino Unido, y sobre todo, en el Partido Conservador. Más de la mitad de los diputados conservadores ha estudiado en escuelas de pago, cuando el 93% de los niños van a escuelas públicas; dos tercios de los miembros del Gobierno se consideran millonario y la esposa del primer ministro, hija de baronesa, herederá 30 millones de euros. Pero los conservadores no son los únicos: el viceprimer ministro, el líder del partido liberal demócrata, Nick Clegg, casado con una española, es hijo de banquero y tataranieto de noble.

Por eso, en plena crisis financiera, muchos británicos añoran a los primeros ministros 'tories' John Major (hijo de un artista de circo) o a Margaret Thatcher (la "hija del tendero", como la llamaban despectivamente sus rivales en el Partido Conservador). Cierto es que Thatcher podía con sus políticas favorecer a los ricos más de lo que hubieran hecho los propios ricos por sí mismos, pero por lo menos, con su ejemplo, demostraban que alguien de origen humilde podía alcanzar las cotas más altas del mando en el país. Ahora, con el desmantelamiento de los servicios públicos y los recortes, que conllevan un descenso en la calidad de la educación en el país, el ascensor social de los más humildes no alcanza las últimas plantas.

En el debate, amargo pero interesante en cualquier caso, ha terciado, como siempre, el alcalde de Londres, Boris Johnson, un personaje que representa mejor que nadie el excentricismo que se le achaca tradicionalmente a la élite británica: su forma de vestir y peinarse es curiosa, domina las lenguas clásicas (y dice que las habla) y no le importa decir lo que piensa, aunque meta la pata. Johnson ha defendido la educación privada (la que él ha disfrutado toda su vida) "porque hay personas más inteligentes que otras". O sea, lo que viene a decir Johnson que él se merece estar arriba y otros, casi todos, estar abajo.