Ángel Juanes, el juez pacificador
Llega a la vicepresidencia del Supremo después de lograr su objetivo de modernizar la Audiencia Nacional
MADRID Actualizado: GuardarLe vieron nacer en San Pablo de los Montes, en Toledo. Pero sus raíces las echó por Extremadura. Por toda Extremadura. Recuerda su niñez de pueblo en pueblo, según iban trasladando a su padre, secretario de ayuntamiento, de destino. De ahí que alardee de extremeño, hasta tal punto de que, desde 2003, es esta bandera la que le acompaña de despacho en despacho. Se la regaló Juan Carlos Rodríguez Ibarra en su despedida del TSJ de Extremadura cuando fue nombrado magistrado del Supremo. “¿A que no tienes cojones de ponerla en tu despacho de Madrid?”, le espetó. Respondió con hechos. Primero ondeó en el Supremo, luego en la Audiencia Nacional y ahora de nuevo en el Supremo, donde llega como vicepresidente de la mano de Carlos Lesmes, el flamante presidente del Poder Judicial.
Así es Ángel Juanes que, a sus 66 años, reconoce sin tapujo tener unas cuantas pasiones. La primera, aunque no tiene por qué ser por este orden, es su nieto Daniel, de 2 años. También sus dos hijas. Y el Real Madrid. Y la buena comida. Y el Derecho. Le picó el gusanillo de la Justicia en Logrosan. Allí vivió, en un primer piso, cuando a su padre le encomendaron un nuevo destino. En la cuarta planta estaban los Juzgados. Un día, escaleras arriba, se coló en una vista oral. Y otro día y otro más, hasta que se dijo “esto es lo mío”.
El destino le había llamado por ese camino y no por el del canto. Viene esto a colación por una de esas imágenes de niño que a uno se le quedan para siempre en la memoria. Porque Juanes, tras pasar por los franciscanos de Cáceres, cursó estudios en los agustinos del Escorial. Eran severos aquellos frailes. Recuerda el castigo impuesto, de rodillas, brazos en cruz, por sus malas notas… musicales. Un día, harto, le hizo ver al agustino que él ponía intención, pero que lo que naturaleza no da…
Estudió la carrera de Derecho en la Universidad Complutense de Madrid y en 1970 aprobó su primera oposición a secretario judicial, con destino en Gerona. En 1978 aprobó la oposición a judicaturas, ocupando su primer destino como juez en Don Benito. De ahí pasó a Mérida, donde le tocó vivir el Golpe de Estado, tomando declaración a un estafador chino. “Señoría, aquí me tiene, en mi sitio, trabajando”, le soltó un guardia civil. “Pues muy bien, yo también, tomando declaración”, le respondió. Mientras, cuentan, su funcionario del juzgado estaba trabajando exultante, celebrando los acontecimientos. Al día siguiente, con el golpe ya fallido, el joven funcionario regresó al juzgado cabizbajo. Juanes se le acercó, le dio un abrazo y le dijo “también es muy importante saber perder”.
También en Extremadura, en Esparragalejo, tuvo que enfrentare a uno de los casos penales más truculentos: investigar el asesinato de seis personas quemadas a lo bonzo en apenas 48 horas. Aquel caso, se recuerda, se resolvió gracias a la colaboración del entonces presidente extremeño, Rodríguez Ibarra, quien de madrugada llamó al juzgado y le contó al funcionario que atendió el teléfono que creía quién podría ser el autor de los hechos, un hombre que estudió con él y que siempre amenazaba con quemar a personas. Se siguió la pista, las fuerzas de seguridad acudieron al domicilio del señalado y el sujeto reconoció los hechos.
De ahí, a San Sebastián y posteriormente a Huelva y Sevilla como magistrado de Trabajo. En 1993 fue letrado en el Tribunal Constitucional. Desde 1994 y durante casi una década ocupó la presidencia del TSJ de Extremadura. En 2003 fue nombrado magistrado de la Sala V de lo Militar del Tribunal Supremo, donde permaneció 6 años, hasta que en 2009 fue designado Presidente de la Audiencia Nacional. Ha sido profesor Asociado de Derecho Penal y Procesal en varias universidades y en la actualidad imparte clases en la Facultad de Derecho de la Universidad Carlos III de Madrid. Es miembro de la Asociación judicial Jueces para la Democracia.
En su paso por la Audiencia Nacional, Juanes dedicó todos sus esfuerzos en modernizarla. Al comienzo de su gestión modificó las normas de reparto de los asuntos judiciales para dotar de una mayor transparencia la forma en que se distribuían las causas en este tribunal. En esa apuesta por la transparencia reforzó la política de comunicación de esta sede judicial. Así, le correspondió gestionar el cambio al expediente digital, lo que supuso un cambio de mentalidad hacia el llamado “ papel cero en la Administración de Justicia”. Creó, a su vez, el Instituto de Medicina legal para coordinar la labor de los médicos forenses destinados en la Audiencia Nacional, Tribunal Supremo e Instituto de Toxicología, y potenció la Oficina de Víctimas del Terrorismo, incrementando la plantilla de psicólogos. También ideó un página web de acceso exclusivo para las víctimas, así como una base de datos sobre los atentados terroristas cometidos por ETA.
Su objetivo prioritario fue conseguir una sede moderna para las Salas de lo Contencioso, Social y Penal. Las de lo Contencioso y Social ya la tienen en la calle Goya de Madrid. La sede de Penal está actualmente en construcción, en su lugar originario. Será un edificio moderno, el mejor símbolo de una Audiencia “del siglo XXI”, como se propuso en 2009. Pero eso ya lo verá en su nuevo destino: la vicepresidencia del Tribunal Supremo.